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Primero el caficultor

La democracia cafetera era restringida. A la mesa se sentaban los departamentos más grandes.

La dirigencia cafetera eligió de manera unánime a Roberto Vélez Vallejo como su gerente general. Vélez tiene la experiencia, la ponderación y las condiciones para liderar la institucionalidad cafetera.
La industria cafetera atraviesa por un buen momento. No siempre ha sido así. Cuando asumimos la gerencia de FNC, en julio del 2002, el precio real del café estaba en el nivel más bajo de su historia. No había plata para comprar la cosecha. El Fondo Nacional del Café estaba colapsado. La productividad de los cafetales estaba en el piso.
Ante esa crisis, Juan Manuel Santos –en ese momento ministro de Hacienda– creó una comisión para reestructurar la caficultura. Dicho grupo de expertos produjo el informe ‘Café: capital social estratégico’, conocido como ‘el libro verde’. Ese trabajo generó una hoja de ruta para construir una nueva caficultura para el siglo XXI.
La gerencia general, de la mano de la dirigencia, adoptó ese mandato. Primero, la productividad. Trescientas mil hectáreas de café estaban totalmente envejecidas. En el 2007, en un evento en el suroeste de Antioquia, lanzamos la consigna: ‘Colombia, a producir 14 millones de sacos en el 2014’ con la presencia del presidente Álvaro Uribe, quien acogió la iniciativa. Muchos críticos consideraron entonces esa idea como una quimera. En el 2015 se alcanzará esa meta.
Ciento cincuenta mil familias caficultoras, las más pobres, fueron las principales beneficiadas. Esos caficultores no podían renovar porque tumbar el cafetal, literalmente, significaba no comer. Se les dio un crédito subsidiado garantizado para manutención y el apoyo técnico para renovar. Con persistencia se reconstruyó el parque cafetero. Este esfuerzo continuó gracias a la decisiva gestión del gerente saliente Luis Genaro Muñoz.
Por ahí aparecen comentaristas que afirman que la Federación dejó de aprovechar las oportunidades que ofrece el mercado de cafés especiales. Puro cuento. En el 2002 se exportaban unos 200.000 sacos en esa categoría.
Gracias al programa de cafés especiales, Colombia exporta hoy dos millones de sacos de café de alta calidad, regional, certificado, de altura y con muy buenos precios. Cuatro millones de sacos se producen hoy con alguna modalidad de valor agregado, por calidad, especialidad e industrialización.
La reestructuración del Fondo Nacional del Café –vendiendo lo que no era estratégico para la caficultura– permitió colocar compañías como Avianca, Cafesalud, Agrícola de Seguros, Puerto Contecar y muchos otros activos en condiciones muy favorables. Ese proceso generó reservas de caja y permitió eliminar el riesgo de que los inmensos pasivos y contingencias latentes golpearan a la institucionalidad.
La Federación creó Juan Valdez Café, que ha atendido a más de diez millones de clientes. Es una vitrina excepcional para la diversidad regional del café colombiano y compite exitosamente con los más poderosos de esa industria. Además, le ha pagado miles de millones de pesos al Fondo Nacional del Café en regalías.
La democracia cafetera era restringida. A la mesa no se sentaban regularmente sino los departamentos más grandes. Se ignoró el ascenso cafetero del sur del país. Todo eso cambió con la reforma de estatutos en el 2003, coordinada activamente por Luis Felipe Acero y Guillermo Trujillo. Hoy, la Costa, Boyacá, Nariño, Huila y Antioquia –y todos los demás– se sientan de igual a igual en los órganos de deliberación. Ya no hay cafeteros de primera y otros de segunda.
Díctum. Por cerca de un siglo, la Federación de Cafeteros ha demostrado una inmensa capacidad de reinventarse para hacer viable la caficultura. Cuidado. Destruir instituciones es muy fácil.
GABRIEL SILVA LUJÁN
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