Comer en la casa debe ser una costumbre que tiene que preservarse. Aunque parece menos sofisticada y de bajo perfil, frente a las famosas recetas de autor, tiene beneficios que superan de lejos las supuestas falencias que le achacan. Aquí algunas de ellas:
Une. Compartir la comida en la casa fomenta la convivencia sana, disminuye el estrés, favorece la comunicación y es un escenario valioso para crear y fortalecer hábitos saludables.
Adaptación. Todo el mundo se adapta a la comida de la casa, y generalmente es lo primero que se extraña cuando se viaja, pero además genera un biosistema intestinal propio y autónomo que es fundamental a la hora de la nutrición.
Regulación. Cocinar en casa permite darles la medida justa a la sal, al azúcar, a los sabores, a los tipos de platos y a su gusto.
Moderación. Aunque parezca contradictorio en casa la gente controla más el tamaño de las porciones y de lo que come, mientras que en los restaurantes, a veces, por el pago se ve obligado a comerlo todo.
Calidad. Esta actividad le permite tener certeza de la calidad de los ingredientes que utiliza.
Barato. Digan lo que digan, cocinar en la casa es mucho más barato; no le cobran impuestos, no tiene que dar propina, con menos dinero comen más y, casi siempre, le queda hasta para hacer un calentao.
Por último. La comida casera es más nutritiva y es un elemento que proyecta indiscutiblemente las culturas y características de las regiones.
Carlos F. Fernández
Asesor médico de EL TIEMPO