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Una casa de barro en La Guajira

Aquella pequeña choza simboliza el olvido en el que ha estado ese departamento históricamente.

Jamuchenchon “es una comunidad que relativamente vi bien”, comenta la directora del DPS. No obstante, este medio conoció por dentro una de las chozas, que realmente es una habitación en la que conviven varias personas. (Victoria recuerda que en esta comunidad hay una casa de barro que alberga a diez niños).
En aquella choza había agua, plátano, yuca, cebolla, maíz, frijoles, y también platos, ollas, sillas; pero todo estaba mezclado con arena. La mujer que abrió las puertas de su casa –quien vestía un largo vestido azul, de flores- no habita en aptas condiciones de salubridad.
“Hay pobreza. El alimento que hay en algunas chozas lo compran, viene del interior del país, en La Guajira no hay nada de siembra. Hoy en día nos está castigando la naturaleza, no tenemos para sembrar árboles, no tenemos agua, que es lo primordial”, narra Jorge, quien recuerda que la última entrega de alimentos -por parte de una entidad- se presentó hace un buen tiempo, tras una fuerte sequía.
“Hay animales de bajo peso, están muriéndose. Tenemos vacas, burritos, chivitos, ovejas, hasta perros; los perros antes tomaban la leche de la cabra, ahora comen lo que les dan, lo que les comparten, como no hay alimentos…”, reitera el líder, quien asegura que “el agua del pozo es una bendición”.
“Aunque todavía no es potable, con el agua que tenemos aquí estamos bien, somos felices. Pero cuando se daña el molino, ahí sí sufrimos, entonces recogemos (dinero) para mandar a arreglarlo. Igual hace falta agua para muchos animales, para muchas personas. No alcanza el agua que bota el molino”, insiste la abuela. Recuerda que en el pasado, “los animales tenían sus bebedores de agua (...) Ahora del agua del molino toman los animales y toman las personas”, precisa.
La casa de aquella mujer del vestido azul, rodeada de perros –muy delgados-, simboliza el olvido en el que ha estado La Guajira, históricamente; una indiferencia que, según Tatyana, puede resolverse si de verdad se quiere. Salvar a los niños del noreste del país es una “tarea de muchos, no tanto de años”, asegura la funcionaria.
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