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Laudato Si'

Se trata del planteamiento más comprehensivo que se haya hecho sobre el desarrollo sostenible.

Comunista, izquierdista, radical, ambientalista extremo, defensor de la falsa ciencia del cambio climático son algunos de los epítetos que no pocos han lanzado contra el papa Francisco frente a sus planteamientos en Laudato Si’.
Y también son muchos los líderes políticos y económicos que han permanecido en silencio, o han distorsionado el significado de la encíclica al clasificarla como un simple documento ambiental, o la han aplaudido cuando en realidad se apartan profundamente de sus planteamientos de fondo y sus implicaciones. Es el uso de la cortés hipocresía.
El Papa ha reaccionado con firmeza: “La pobreza es una palabra que siempre pone en aprietos, y con frecuencia quien habla de los pobres es definido como comunista”. Pero sus respuestas más elocuentes y tajantes se encuentran en la encíclica misma: “Basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común”; “la Tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”.
Pero somos también muchos los que no paramos de analizar la encíclica y sus implicaciones, ni tampoco paramos de elogiarla. Se trata del planteamiento más comprehensivo que se haya hecho sobre el desarrollo sostenible desde que apareciera este concepto, hace más de tres décadas. El Papa redefine el desarrollo sostenible en el contexto de una ecología integral y a partir de la mejor ciencia disponible, siendo esta una de las características más sobresalientes de la encíclica. Y, en línea con la ciencia, subraya que el daño ambiental producido por la humanidad está generando consecuencias graves y sin precedentes para todas las formas de vida, sobre las cuales nos cabe una profunda responsabilidad y con las cuales tenemos una ineluctable interdependencia.
Con una bella sencillez, Laudato Si’ expone los principales componentes de la profunda crisis ética, humana y ambiental, y sus causas, para reiterar, una y otra vez, y mediante diversas formas, el concepto según el cual “es fundamental buscar soluciones integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales. No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental”. Y es por eso por lo que el Papa plantea una ecología integral, que incorpora una ecología ambiental, social y económica, una ecología cultural y una ecología de la vida cotidiana, todas ellas enmarcadas en preceptos fundamentales de la fe cristiana. Y si bien esta última dimensión está en la esencia misma de la encíclica, no se requiere ser un creyente para compartir la ética del cuidado de nuestra casa, lo que hace de Laudato Si’ un planteamiento de valor universal.
Pero alcanzar la meta de un desarrollo sostenible y realizar una ecología integral exige “cambiar el modelo de desarrollo global”... “no basta conciliar, en un término medio, el cuidado de la naturaleza con la renta financiera, o la preservación del medioambiente con el progreso. En este tema los términos medios son solo una pequeña demora en el derrumbe. Simplemente se trata de redefinir el progreso”. Mas lo cierto es que la dirigencia política y económica global parece muy poco dispuesta a renunciar al modelo vigente, con su desmesurado lucro y concentración de la riqueza, como lo revelan su resistencia a resolver con entereza el problema del cambio climático y sus medias tintas frente a la erradicación de la pobreza.
De allí los ataques, los silencios, las distorsiones y la cortés hipocresía frente a Laudato Si’. El papa Francisco tiene la fe y la razón, pero no el poder; y si este no se reforma radicalmente, continuaremos en un camino cuyas trágicas consecuencias se identifican y analizan en esta encíclica extraordinaria.
Manuel Rodríguez Becerra
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