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Destorcida con automatismos de mercado

¿Nos fiamos del automatismo de los mercados o intervenimos moderada y racionalmente sus operaciones?

Por donde se mire la actividad económica colombiana, viene siendo afectada por el fenómeno de la desaceleración de sus flancos determinantes, evidenciada en lo que coloquialmente podríamos llamar destorcida de sus índices principales. Tras la baja de los precios internacionales del petróleo, se ha precipitado la de otras materias primas o insumos de bienes de primera necesidad, sin que haya aparecido ninguno con capacidad de compensar la tronera del colapso de los precios de los hidrocarburos.
A lo más, algunos que por el volumen de su producción estuvieran en condiciones de compensar, con aumentos cuantitativos, el déficit de ingresos de diverso orden, tanto cambiarios como fiscales. No el carbón, del cual Colombia es grande exportadora, pero tampoco, mucho menos, el oro o el níquel. En las líneas de la actividad extractiva ha vuelto el país a concentrarse, como en las épocas mercantilistas. En consecuencia, el descenso simultáneo de las cotizaciones de tales materias primas se traduce en deterioro inexorable de los ingresos externos de la nación.
Lo que cabe discutir es cómo se contrarresta o maneja la racha inesperada de adversidades: si fiándose del automatismo de los mercados o si interviniendo moderada y racionalmente sus operaciones. Hasta ahora, las autoridades competentes se han inclinado por la primera de tales opciones: la de confiar la tarea de ajuste de precios y niveles a los mecanismos automáticos, absteniéndose de toda suerte de intromisiones, intervenciones o moderaciones y respetando lo que resulte de la oferta y la demanda. Específicamente en los niveles de la tasa de cambio con el grueso de las divisas y, en particular, con el dólar.
En los vuelos a distancia, ha solido recurrirse al piloto automático, excepto para afrontar adversidades técnicas o meteorológicas. Si una emergencia de esta naturaleza ocurriera, de inmediato pasarían los timones a manos humanas, idóneas y responsables. También en las largas travesías marítimas, expuestas por naturaleza a peligrosas contingencias, el capitán del navío suele estar siempre alerta, día y noche, listo para asumir el mando y optar racionalmente por las soluciones y los rumbos más adecuados.
Ciertamente, en el mercado cambiario no se trata de enfrentarse a riesgos de vida o muerte, pero tampoco de exponer a ellos a un número mayoritario de personas, sino de toda la nación. Al menos para mitigar o escalonar los efectos de fuerzas ciegas con acciones o filtros reflexivos. Del mercado de cambio exterior se trata y de sus repercusiones ineluctables sobre la comunidad, a la que interesa en altísimo grado la garantía de racionalidad y certeza. Tanto más cuanto tan graves pueden resultar las implicaciones del déficit en constante crecimiento de la cuenta corriente de la balanza de pagos, si no lo contrapesan otros flujos de capital.
A falta de noticias e indicios sobre la diversificación y promoción de exportaciones, una lucecilla se enciende, en la misma órbita minero-energética, con la buena nueva del hallazgo de yacimientos de gas o petróleo en las profundidades del mar Caribe. La circunstancia dolorosa de que a Colombia sus reservas comprobadas de crudo apenas le vayan a alcanzar para atender en los seis próximos años a sus propios consumos, la comprometen a intensificar la actividad exploratoria y a no agotar el esfuerzo por encontrar dondequiera dichos yacimientos.
Por lo demás, no sobraría y sí urgiría definir programas que se ocupen de otras exportaciones, singularmente de aquellas con mayor valor agregado. No nos resignemos a producir tan solo materias primas y frutos de pancoger, habiendo talentos y mano de obra para etapas superiores.
Abdón Espinosa Valderrama
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