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'No puedes ser un alma caritativa en una competencia tan dura'

El tenista Santiago Giraldo, quien clasificó a octavos de la ATP, habló con Bocas sobre su carrera.

GERMÁN IZQUIERDO
El mejor tenista colombiano de la historia calza 45, tiene dos millones de millas acumuladas para viajar por el mundo cuando se retire y lleva siempre consigo una bufanda estampada con la imagen de la Virgen de Guadalupe, a la que le reza todos los días con devoción. A los dos años apretó por primera vez entre sus manos el mango de una raqueta de tenis y jamás lo soltó. Se convirtió en una suerte de extensión de su brazo. Hoy, a los 27 años, las manos de Santiago Giraldo son ásperas y callosas y dan cuenta de las muchas batallas que ha enfrentado en una carrera que empezó sobre el polvo de ladrillo del Club Campestre de Pereira y continúa hoy en los torneos más importantes del mundo.
Desde niño, en el colegio Calasanz, Giraldo era obsesivo por el orden y la disciplina. Su hermana, la extenista Carmiña Giraldo, lo confirma. “Era como un señor –dice–. Si yo quedaba en recogerlo a las 9:30 a. m. y llegaba a las 9:35 a. m., él me decía: ‘Me habías dicho que a las 9:30, ya son las 9:35’”. Con ese espíritu metódico entrenaba sin pausa todos los días en Pereira. Ya tenía en su mente llegar lejos y jugar contra los tenistas que observaba por televisión con la concentración de un jugador de ajedrez ruso. (Lea: )
Giraldo tiene una memoria prodigiosa. Cuando llegaba al club, le decía a Eduardo, su padre: “Ese carro es nuevo. Esas placas no las conozco”. De niño, recordaba todos los puntajes de los jugadores de su club y era capaz de describir, con el más ínfimo detalle, un punto entre Sampras y Agassi. “Puede decirte el color de la camisa que llevabas puesta hace seis años, tal y cual día”, asegura su madre, Elsa Salazar.
Santiago Giraldo acumula varios récords en el tenis colombiano. Fue el primero en llegar a unos Juegos Olímpicos, el primero en superar el puesto 40 en el ATP (que había alcanzado Iván Molina) y el primero en vencer a un ganador de Grand Slam, al superar a Andy Murray en el Masters 1000 de Madrid de 2014. En noviembre de ese mismo año alcanzó el puesto 27 del escalafón, el más alto de su carrera.
Hoy, como cuando era un niño –y su entrenador Peter Hernández le enseñaba a moverse en la cancha–, Giraldo tiene muchas metas: ganar un torneo de ATP, entrar a los veinte mejores del circuito y consolidar su proyecto “Santi Giraldo”, que contempla su marca deportiva, una fundación, un torneo y una cancha en Pereira, que ya se inauguró y lleva su nombre. Además, con Juan Sebastián Cabal y Robert Farah, también del equipo Colsanitas, abrió un restaurante en la zona G de Bogotá, llamado El Deck. También quiere golpear en el mundo gastronómico.
Pero Giraldo pasa once meses al año fuera del país. En los pocos días que viene a Pereira come plátanos al horno con queso y bocadillo, camina descalzo por la casa, visita a sus amigos, conversa con los empleados del club y atiende compromisos. Luego vuelve al suave asiento de primera clase de un avión a seguir la rutina de su vida: viajar y esperar a su próximo rival, con su pasaje bíblico preferido siempre en la cabeza: Timoteo 1:7 “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”.
Usted empezó a jugar a los dos años, una edad que pocos recuerdan, ¿conserva en su mente algo de ese tiempo?
Yo recuerdo que mi papá, a quien le encanta el deporte, tenía muchos artículos deportivos en la habitación: palos de golf, guantes, bolas de béisbol y ping-pong, balones de fútbol, básquet y voleibol. Pero tanto a mi mamá como a mi papá les encantaba el tenis. Yo los veía jugar y me paseaba por el Club Campestre de Pereira pegándole a una bola con una raquetica.
¿Fue Eduardo, su papá, quien le enseñó?
Sí… Y mi hermana mayor, Carmiña, que fue tenista profesional. Mi hermano y mis padres también jugaban. Elsa, mi mamá, como había visto con Carmiña que el tenis era un deporte tan sacrificado, prefería que yo jugara golf, montara a caballo o nadara. Pero escogí muy rápido el tenis, el deporte que mejor practicaba y el que tenía en la sangre.
A los 15 años usted era muy pequeño, incluso estuvo a punto de salir del equipo Colsanitas por su baja estatura, ¿cómo vivió esa época?
Tuve un crecimiento tardío y a los 15 años era el más chiquito del equipo. Todos me llevaban casi una cabeza y media. Y sí, hubo un rumor de que quizás me sacarían del equipo por mi físico, ya que la estatura es un elemento fundamental en el biotipo tenístico, pero afortunadamente el entrenador de ese entonces, el español Ricardo Sánchez, tenía mucha fe en mí como proyecto y prospecto. Él convenció a los dirigentes de que me mantuvieran. Al año siguiente, a los 16, me estiré más de 23 centímetros. Hoy mido 1,88 m.
¿Desde qué edad empezó a vivir la vida del tenista?
Desde pequeño fui muy diferente. Era muy responsable, parecía un viejito desde niño. Siempre muy juicioso y entregado al estudio, al entrenamiento. Siempre me gustó la disciplina. En las vacaciones casi que me obligaban a ir a la finca con mi familia y mis primos porque siempre tenía presente entrenar y mejorar. Luego me fui de mi casa muy pronto, a los doce años, porque en Pereira no tenía con quién jugar. Hasta los catorce estuve en Medellín con Miguel Tobón, que había jugado muy bien como profesional y era un referente en su momento. A los quince ya no tenía contra quién jugar en Medellín. Por eso me fui a Bogotá. A los 16 ya estaba con entrenadores españoles viajando muchísimo para evolucionar. Diría que desde los 14 años llevo una vida completamente diferente.
¿En esos primeros años hubo algún momento en el que pensó en dedicarse a otra cosa?
Por suerte, desde pequeño el tenis se me daba fácil. Ganaba los torneos, fui campeón nacional de la categoría 10-12 (años) dos veces, y campeón suramericano en 14 (años). En Europa gané muchos torneos. Con quince años ya tenía un punto ATP. Fue una evolución muy buena. Casi que no me quedó tiempo para pensar en otra cosa.
¿De qué valor fue el primer cheque que recibió? ¿Dónde lo ganó?
Gane 2.491 dólares. Fue el monto total del 2004, mi primer año como profesional.
¿Qué hizo con ese dinero?
Lo puse en una cuenta de ahorros.
¿Quién fue su ídolo durante su adolescencia?
En su momento fue Pete Sampras, pero me llevé una pequeña decepción cuando lo conocí en persona. Pensé que tenía más esencia, más carácter, más fuerza, más carisma. Supongo que es un tema de niñez. Tienes un ídolo y lo imaginas increíble. Luego te das cuenta de la realidad.
¿Cómo recuerda ese US Open que vivió con su hermana en las graderías cuando usted tenía 15 años? Ella dice que usted le dijo que pronto estaría jugando con los jugadores que estaban viendo en la cancha...
Sí, siempre fue mi sueño desde muy pequeño estar en la élite mundial. Por eso, cuando fui como jugador junior al US Open en NYC, como regalo de 15 años de mi hermana, fue como una visión vivencial. Le dije: “Pronto me verás competir aquí entre los grandes”. Ella quedó sorprendida con la naturalidad del comentario.
Cuando era muy joven tuvo que vivir varios secuestros de allegados, ¿cómo fue esa época de finales de los años noventa?
En 1998 a mis hermanos les tocó irse del país. Mi papá los mandó a Estados Unidos por seguridad. Eran los tiempos del fallido proceso de paz de Andrés Pastrana. Todo era un desastre. Mi abuela fue secuestrada, el tío de mi mejor amigo fue secuestrado, el papá de mi novia fue secuestrado. Era un momento de mucha incertidumbre. Fue como un antes y un después. Yo estaba muy pequeño y no me podía ir. Además, mis padres tenían sus empresas en el país. Fue muy difícil. Y para completar, llegó el terremoto del eje cafetero, muy fuerte.
¿Estar todo el tiempo viajando no lo aleja del país, de la realidad?
Yo tengo muchos hobbies, pero el principal es leer todos los periódicos del país. Leo absolutamente todos los diarios: El Tiempo, El Espectador, El Colombiano, El País, y los dos de Pereira, El Diario del Otún y La Tarde. Me gusta mucho estar enterado. Y cuando pasa algo extraordinario, llamo a casa y lo converso con mi papá. Siento que es la mejor manera de conectarme con mi país.
Usted dijo en una entrevista que si no hubiera sido tenista habría sido político…
Me gusta la política porque creo que vengo de un país con una coyuntura y una historia especiales. Me acuerdo que el debate y el discurso político en mi casa eran fuertes. La discusión y el diálogo. La historia política del país es muy compleja, al igual que la de Latinoamérica. Me gusta mucho estar informado. Leer mucho y analizar nuevos conceptos es una manera de darle ejercicio a mi mente. Por medio del deporte, en un futuro me gustaría hacer cosas importantes por la sociedad.
Según su familia, usted tiene una memoria tan extraordinaria que recordaba las placas nuevas de los carros que parqueaban en el Club Campestre en Pereira. Háblenos un poco de esa capacidad.
Sí, creo que siempre he sido muy bueno y rápido con los números: cuando los veo, se quedan en mi memoria como una gráfica. Tengo, considero yo, una memoria impresionante. Incluso, a veces yo mismo me sorprendo. Números, datos, detalles y un sinfín de ejemplos que no terminaría de listar.
¿Se necesita ser obsesivo para llegar a un punto tan alto en el tenis?
Yo digo que se tiene que ser diferente. Uno tiene que tener una disciplina muy peculiar. Tienes que aprender a dejar de lado muchas cosas.
Foto: Jorge Oviedo.
 ¿Entonces a usted lo ayudó mucho su personalidad porque no fue un sacrificio renunciar a lo que para otros sí podría ser un sacrificio?
Sí, esos que dicen que esto es muy sacrificado [Santiago alarga las palabras con tono lastimero], que tantos viajes, que tantos hoteles. Ese discurso no va conmigo. Para mí es un gusto y lo hago con un placer enorme. Me encanta, la verdad. Sigo disfrutando del tenis como cuando tenía 14 años.
¿Cómo se mantiene un equilibrio emocional cuando el tenis exige tanto de ese aspecto?
Es un tema de gestión, de cómo manejas tu vida. Te genera una cantidad de presiones y de cargas, pero es como manejar una empresa. Hay que ser versátil, y sí, muy equilibrado.
Ahora tiene una nueva novia, la tenista rumana Sorana Cirstea...
Sí, nos entendemos muy bien. Ella es una gran persona y buena tenista, pero la han afectado las lesiones. Desde que terminé con mi exnovia, hace como tres años, no quise volver a tener más novias colombianas porque es muy difícil que comprendan mi modo de vida. Conocí a Sorana hace seis meses y decidimos darle chance a la relación.
¿Cómo fueron las noches antes de enfrentar por primera vez a Nadal o a Federer?
Al principio es muy excitante. La primera vez sientes mucho nerviosismo porque no sabes cómo va a ser ni si vas a cumplir con las expectativas tuyas y de la gente. Por ejemplo en 2011, cuando debuté un lunes en US Open contra Federer, con 20.000 personas en la cancha y millones de personas viéndote por televisión. Recuerdo que yo había estado enfermo ocho días antes de gripa y no me sentía bien preparado. Ese fue un momento tensionante.
¿Y cómo se duerme después de un partido perdido que se habría podido ganar?
Tienes que aprender a asumir el fracaso o la derrota. Puedes verlo como un fracaso o como algo normal de un juego en el que ganas y pierdes siempre. Podías ganar y perdiste la concentración, y eso es muy frustrante en ciertos momentos. Pero lo más importante es asumirlo. Cuando pierdo un juego, como dicen las abuelitas, le echo tierra. Así, un partido que perdí hace una semana, parece que hubiera ocurrido hace un mes.
¿Qué se siente jugar en la cancha central de Wimbledon?
Es un sueño. Vas cumpliendo objetivos. Llegar a tercera ronda me puso la piel de gallina. En el túnel, mientras caminas hacia la cancha, dices: “Aquí estoy yo, gané dos partidos y ahora juego contra Federer, el mejor del mundo. Estoy entre los 32 de este torneo, es un domingo y me está viendo todo el mundo”. Pues es increíble; lo que has buscado toda la vida. Y ya no solo es enfrentar a los mejores, sino tratar de vencerlos. Es sentir que yo soy parte de…
¿Cuál es el aspecto en el que más tiene que mejorar?
La parte que más necesito madurar es la mental. No perder el foco. Puede que dos o tres tenistas del circuito jueguen mejor, pero lo más complicado es mantener ese foco. Creer, confirmar. Es lo que voy aprendiendo y mejorando.
¿Cuál es su gran fantasía?
Muchas: ganar un Grand Slam, ser top diez, ganarle a Federer. Pero hasta que no se hagan realidad, todas siguen siendo fantasías.
La legendaria tenista Chris Evert decía que uno tiene que ser arrogante, inflexible y egoísta para llegar a lo más alto en el tenis. Su entrenador, Felipe Berón, dice que hay que ser humilde, ¿usted qué cree?
Es un dilema interesante. Antes primaba mucho esa visión de arrogante. Y hasta cierto punto tienes que serlo, hay que ser egoísta. No puedes ser un alma caritativa en una competencia tan dura, donde todos quieren ganarte. Ahora, los íconos que tenemos, Federer o Nadal, son gente humilde, pero con una ambición y una fuerza impresionantes. Es una dualidad del deporte. Antes no se preocupaban por la imagen. A mí me gusta ser humilde para poder ser consecuente.
¿Quién es un tipazo en el circuito ATP?
Federer, Djokovic, Nadal... Entre los cien, tengo buena relación con casi todos, pero creo que el mejor es David Ferrer, un top ten de toda la vida. Es un tipo humilde, honesto y muy sociable.
¿Cuál es la mejor anécdota que tiene con alguno de los tres grandes: Djokovic, Federer o Nadal?
Recuerdo, especialmente, tanto con Roger como con Novak y Rafa Nadal, cuando los recibí como anfitrión en Bogotá para sus juegos de exhibición. Les encantó Colombia y probaron chicharrón, plátano y aguardiente. Incluso bailaron salsa. Novak quedó impresionado de la facilidad que tenemos los colombianos para bailar. Yo tuve la suerte de que en nuestro grupo había una morena que bailaba salsa increíble, lo cual hizo mucho más memorable el momento. Desde ese día me llama “ídolo”. Al día siguiente me devolví en el mismo jet privado que brindó el director del evento con Nadal y Djokovic, “eternos rivales”. Seguramente es una anécdota que no cuentan muchos.
¿Por qué para la mayoría de los tenistas es tan difícil definir los partidos, cerrar el match point?
Esa es la gran diferencia de los grandes campeones. Cuando un tenista que está en el puesto 80 o 90 y le va ganando a un top diez, empieza a pensar: “No voy a poder. En el fondo él es mejor”. Mientras tanto, al otro lado de la cancha, el top diez está pensando: “Yo soy mejor, al final yo voy a ganar”. Esa es la diferencia entre los tenistas buenos y los grandes campeones. A mí me pasa, cuando juego con alguien mejor ranqueado o con alguien que está debajo.
¿Cuál es la lección más importante que le ha dejado el tenis?
“La perseverancia vence lo que la dicha no alcanza”. Puedes tener todas las fantasías y los deseos, pero si no trabajas y luchas por conseguirlos, no llegan.
¿El mejor consejo que ha recibido?
Aprender a disfrutar del sufrimiento. El tenista es muy solitario, y fuera de eso, uno tiene que asimilar que todas las semanas va a perder. El torneo solo lo gana uno. Yo siempre he llevado muy bien ese aspecto.
¿Qué es lo más difícil de enfrentar a Federer, Nadal, Djokovic o Murray?
Todos juegan un poquito más que el resto en todos los aspectos. Con el que menos me gusta jugar es con Federer, pues tiene muchas posibilidades y un ojo increíble. Con todos, la parte mental es lo más importante. Cuando se perfecciona la técnica y la táctica, la diferencia la hace la cabeza: quien mejor la maneje, quien mejor sufra, quien mejor pueda sacar adelante los momentos difíciles.
¿Es paciente?
Más o menos. Tengo mucha paciencia para unas cosas y poca para otras. Soy más impaciente que paciente. En el tenis soy impaciente. Es duro hacer todo bien y que los resultados no lleguen. Ahí viene la impaciencia. Pero no exploto. Al final respiro y me contengo.
¿Cuál ha sido el momento más difícil de su carrera?
En el año 2013, siendo 39 del mundo, me dio una peritonitis que me sacó cuatro meses del circuito. Perdí once kilos. Al regreso me costó sobrevivir al top 100.
Un reto muy fuerte...
Sí, después de cuatro o cinco meses fuera de las canchas muchos no pueden volver. Mi cuerpo estaba descompensado. Pesaba 60 kilos y mido 1,88. Me sentía muy regular. Al principio en los exámenes no salía nada. Los médicos no sabían si era una apendicitis o colitis muy fuertes. En los exámenes no salía nada. Fue mala suerte, supongo. Un infortunio.
¿Cómo fue el primer partido después de la peritonitis?
Fue en Brisbane (Nueva Zelanda), contra un alemán. Me costó, estaba tan nervioso que me movía demasiado y me doblé el tobillo. Estaba muy descompensado.
¿El partido que lo decepcionó?
Me dolió una final en Chile por un ATP en la que ganaba 5-2. Ese partido me dolió. Y otro fue uno de Copa Davis en la Plaza de Toros, contra Mardy Fish. Esos dos partidos fueron especiales, tristes. Pero yo era muy joven, por eso no me reprocho nada.
¿Cuál es el recuerdo imborrable de los Juegos Olímpicos?
Recuerdo cada momento. Fue un orgullo ser el primer tenista colombiano en competir. Después de terminar mi participación, me quedé cuatro o cinco días. Hice lo que llamo “el tour olímpico”. Vi deportes que nunca había visto. Fue increíble.
¿Qué lleva en la maleta?
Viajo con tres maletas. Llevo ropa de vestir y ropa de tenis. Entre siete y diez raquetas, cuerdas, suplementos de vitaminas, zapatos y gorras. En la pequeña cargo libros, notas, cosas de aseo. Todo bastante justo y selectivo.
Decía que siempre lleva libros, ¿qué le gusta leer?
Sí, siempre fue uno de mis hobbies, además de montar a caballo, bailar, nadar y ver películas en el computador. Trato de tener dos libros distintos. Ahora estoy leyendo Poder sin límites, de Anthony Robbins, y la Historia del capitalismo, de Jürgen Kocka. Y siete revistas que compré en el aeropuerto.
¿Qué libro le ha gustado más?
Me voy a ir con la respuesta repetida: me encanta García Márquez. He leído seis o siete veces Cien años de soledad. Recuerdo que estaba en la sala VIP del aeropuerto de Madrid cuando murió. Todos los titulares daban la noticia. Fue muy emocionante recordar lo importante que era.
¿Qué tenista de los nuevos admira?
A Nishikori. Juega muy bien. Es muy rápido y aprovecha muy bien su velocidad. Es un prospecto de número uno.
¿Cuál ha sido la experiencia más emocionante de su carrera?
Son muchas, el partido en el estadio Rod Laver Arena contra Djokovic en la primera ronda del Abierto de Australia, ganarle a Murray, ir a los Olímpicos. Las cosas que soñaba cuando era niño.
Foto: Jorge Oviedo.
¿Cómo puede pegarle tan duro a la pelota?
[Risas]. Bueno, yo creo que es una característica que me permite jugar muy suelto. Es una bendición.
¿Qué se siente después de jugar un partido de más de cinco horas?
Uno aprende a disfrutarlo. Es una sensación de cansancio muy placentera.
¿Tiene algún ritual?
No tengo cábalas. Tengo hábitos. Organizo mi maleta para que se vea impecable, hago un estiramiento minucioso…
¿Qué tan importante ha sido Carmiña en todos estos años?
Fue mi motivación, ella es once años mayor y era el referente, a quien yo escuchaba cuando era pequeñito. Me maneja gran parte del proyecto “Santi Giraldo”. Es mi consejera.
Usted ha viajado a muchas ciudades, ¿qué lugares del mundo lo han deslumbrado?
Me encanta viajar. Cuando lo hago, suelo llegar antes o me voy después. Creo que conozco más de cincuenta países. Pero mi ciudad favorita es París, una combinación de elegancia, historia, carácter. Y las mujeres me parecen muy lindas, muy ellas. Ahora estoy en Estambul, una ciudad con una historia increíble. Ayer estuvimos navegando en un bote desde nuestro hotel hacia el hotel Four Seasons, cerca de un puente que conecta a Europa con Asia. Cada semana es una experiencia y una anécdota diferentes. Para muchos tenistas la magia que se pierde con el tiempo, pero yo lo disfruto cada vez más.
¿Qué hizo cuando terminó el partido contra Andy Murray?
Lo mismo que hago siempre. Recuperarme, montar en bicicleta, hacer estiramiento. Es una rutina de cincuenta minutos. Luego me ducho, como algo, doy la rueda de prensa, descanso y después hablo con mi novia y mi familia.
¿Cuántas millas tiene acumuladas para viajar?
En Avianca tengo más de un millón de millas acumuladas. En One World, 500.000. En Sky Team, 300.000. Hago como 500.000 millas al año. Las guardo para cuando me retire, pues quiero dedicar dos años a viajar a lugares que no he conocido o a los que quisiera volver.
GERMÁN IZQUIERDO
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