Se quedan pequeños los adjetivos, los elogios no alcanzan para engrandecer más esa endemoniada actuación de Nairo Quintana en el Tour de Francia. En la memoria quedará la imagen desde la base del ascenso hacia Alpe d’Huez el sábado pasado, una y otra vez se paró en pedales y arrancó en busca de una gloria que no era fácil conseguir, pero tampoco imposible.
Solo necesitó una etapa, solo una, para demostrar que subiendo nadie le gana, que en sus piernas tiene dinamita y que cuando está en su mejor forma vuelve añicos el lote.
Lo demostrado por Nairo en este Tour trae gratos recuerdos de las grandes gestas de Marco Pantani, Federico Martín Bahamontes y el mismo Luis Herrera, esos dinamitadores de las montañas que parecen infranqueables encima de una bicicleta.
Hoy, nadie sube mejor que él. En solo dos etapas del Tour le descontó un minuto 58 segundos al líder Chris Froome y solo quedó a un minuto 12 segundos del primer lugar.
Brutal, así fue ese ataque, brutal, de esos que casi no se ven en el ciclismo moderno: de lejos, con toda la energía, sin ahorrar fuerzas, eso fue lo que hizo este inmenso colombiano que este sábado se tragó el Tour, fue la gran figura de la carrera y solo fue derrotado por Froome, quien administró bien una ventaja adquirida durante las dos primeras semanas de competencia.
El boyacense aparecerá muy arriba en el escalafón mundial de la Unión Ciclista Internacional (UCI), cerca de los pedalistas más connotados del momento. No ocupará el primer lugar, pero estará ahí, pero para nadie es un secreto que por su forma de romper el grupo, de pararse en pedales y lanzar un fuerte ataque en los ascensos, es el mejor escalador del mundo.
LISANDRO RENGIFO
Redactor de EL TIEMPO
En Twitter: @LisandroAbel