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La iglesia Santa Bárbara, azotada por los indigentes

Comunidad se queja de que Mincultura impide intervención. Institución exige estudios para obras.

FELIPE MOTOA
El panorama cada mañana es el mismo. Trapos viejos, colillas, basura y el fétido testimonio de los que han convertido el atrio de la iglesia Santa Bárbara, la más antigua de Bogotá (1585), en hospedaje y baño público.
La situación no es nueva sino una realidad de años. Por lo menos seis, los mismos que lleva como párroco el sacerdote Andrés Fernández, en el templo que se ubica en la carrera 7.ª con calle 6B.
El problema no se resuelve, entre otras razones, porque la edificación es bien de interés patrimonial de la nación, declarada así por el Ministerio de Cultura. Esto implica que cualquier cerramiento o intervención arquitectónica debe ser supervisado y aprobado por dicha institución.
Frente a esto, el padre Fernández envió a finales del 2014 una carta a dicho ministerio, para solicitar autorización que le permitiera ubicar una reja (que alejaría a los habitantes nocturnos) en el espacio del atrio, y para remplazar un muro que se tambalea, por lo viejo.
“Le hemos pedido al Ministerio de Cultura que nos autorice poner la reja, porque si no, esto sigue como un muladar. Es para darle respeto a la comunidad que viene al templo. Pero nos devolvieron la propuesta”, comenta el padre.
Además, Fernández agrega que el problema también es económico, porque la parroquia tiene una pequeña población de devotos (de estratos 1, 2 y algunos del 3) y el dinero que se recauda es poco. De tal forma que cumplir con exigencias técnicas a la altura de la institución estatal es casi imposible.
“No podemos darnos el lujo de contratar un grupo de profesionales. Con nuestros ingresos, a duras penas conseguimos para pagar un trabajador”, apuntó.
Alberto Escobar, director de Patrimonio del Ministerio de Cultura, comenta sobre el tema en cuestión que lo primero que se debe tener en cuenta es que los inmuebles patrimoniales sí son susceptibles de intervención. “Recibimos la comunicación del padre e hicimos unas observaciones (20 de febrero del 2015) para poder aprobar el proyecto. No dijimos que no se pudiera hacer. No podemos aprobar solamente a partir de una nota escrita. Necesitamos saber cómo se va a ver, con qué características, con una presentación de planos. Tan pronto se haga, si cumple con las expectativas, se aprueba”.
En definitiva, o el templo consigue más dinero para pagar quién pula el ‘proyecto’ o el atrio más longevo de Bogotá seguirá convertido en letrina, residencia y olla nocturna, porque, como bien precisó el religioso, ‘el Ministerio tampoco pone ni un peso’.
Vecindad
En consonancia con la imposibilidad de iniciar alguna obra, las rondas de la policía –atestiguan los vecinos– apenas logran que los incómodos visitantes nocturnos dejen el sitio por unas horas. Al anochecer siguiente vuelven a montar la situación. Estos personajes, expresan los feligreses, provienen del parque del Tercer Milenio, El Bronx y otras ollas del centro.
“No hay quién le ponga orden a esto. Uno arregla y limpia y le echa agua. Pero sí cansa hacer lo mismo todos los días”, expresó José Salgado, colaborador de la iglesia.
Por lo pronto, con base en las posiciones y situaciones de las partes, no aparece a la vista una pronta solución.
Templo construido en el siglo XVI
La iglesia Santa Bárbara se edificó en la segunda mitad del siglo XVI, el mismo en el que se fundó Bogotá. El documento que la oficializó como parroquia de la ciudad se firmó en 1585.
Pero referencias eclesiásticas indican que años antes funcionaba como capilla de una finca, propiedad de un español. Según la reseña histórica, en dicho terreno murió una esclava, víctima de un rayo, por lo que el propietario decidió construir un espacio de oración encomendado a Santa Bárbara, patrona de las tempestades. El sitio se convirtió en lugar de peregrinación.
FELIPE MOTOA
Contáctenos en Twitter @felipemotoa
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