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Saltó de un posible retiro a soñar con los Olímpicos

María Fernanda Murillo, una de las cartas locales para el Mundial de Atletismo de Menores en Cali.

ANDRÉS FELIPE VIVEROS B. Redactor de EL TIEMPO
Dos metros de altura eran los que debía saltar, o mejor, los que debía trepar todos los días. Sin saberlo, estos fueron la base de su entrenamiento, del cual, empieza a recoger frutos hoy.
Era lo que hacía María Fernanda Murillo que cuando comenzó en el atletismo se debía escapar por el patio de su casa por encima de un muro de dos metros de altura, con sus escasos 1,60.
Esta joven de 16 años es una de las colombianas que participará en el Mundial de Atletismo de menores que se realizará en Cali entre el 15 y 19 de julio.
María Fernanda, en los días calurosos de su natal Turbo, escuchaba las historias de su prima Perla Murillo sobre un campamento en el que estuvo en Jamaica y siempre veía que ella se mantenía de un lado para otro gracias al deporte.
“La veía y me decía: ‘chao prima me voy de viaje’ o ‘prima llegué de tal lado’, eso me gustaba”, reconoció.
Esa historia la entusiasmó de tal manera que al día siguiente ya estaba en el estadio J.J. Tréllez.
“Me dijeron que tenía buena talla, que entrenara salto con garrocha”, recuerda María Fernanda que así se lo manifestó su tutor Jamer Ochoa.
Le vieron tantas condiciones que a la semana de estar practicando la mandaron a una competencia en Medellín.
“Mi mamá no me creía, que cómo me iban a mandar allá si llevaba muy poco entrenando”, recuerda entre carcajadas ese día del 2011.
La mamá, Rosa María Duarte, seguía incrédula y fue hablar con Ochoa, quien le confirmó que era cierto, pero después ella le insistió que no fuera.
“Cada que llegaba de entrenar me dolía todo, hasta los huesos y me quejaba mucho, por eso mi mamá me insistía en que no fuera y no me dejaba salir, por eso, me tocaba escaparme con ayuda de mi prima”, recuerda, con risas, una acción que era dispendiosa, pero que ella ya la tenía calculada.
Finalmente, viajó a Medellín y ocupó el segundo lugar en un Interclubes, una posición más que motivadora para continuar brincando el muro para ir a entrenar.
Siguió asistiendo, pero al salto con garrocha le sumó el salto alto, cuyos inicios fueron en el patio de su casa; tres meses después logró un tercer lugar en ambas modalidades en un Nacional infantil en Armenia.
Ya las ‘voladas’ no eran necesarias, ahora salía por la puerta grande de su casa, tenía dos medallas en su cuarto que le dieron ese aval. El 2012 fue un buen año, pues logró el récord infantil de salto alto y eso la clasificó al Suramericano en Brasil en donde fue quinta.
“Fue mi primera salida del país, estaba muy emocionada y creo que fue un muy buen resultado” recuerda sobre aquella participación y agregó: “llegué súper enferma, con fiebre, gripa de todo, regresé muy enferma”, dice la segunda entre cuatro hermanos.
Una fatal noticia
Jamer era muy puntual a los entrenamientos, pero un día no llegó a las 3 p. m. y  luego de varias  horas tampoco.
“Así, pasaron tres días y a la gente se le hizo extraño por la puntualidad que él tenía, entonces fueron a la casa y lo encontraron muerto”, recuerda la deportista en el único momento en el que su voz no es alegre.
Como si estuviera corriendo para dar el brinco dorado contó con premura qué hizo en ese momento.
“Fue horrible, apenas supe salí corriendo, mi mamá y mi abuela me perseguían y me gritaban que no fuera”, expresó la delgada atleta sobre el suceso que ocurrió el 28 de enero, tres días después de su cumpleaños.
Esa muerte fue un golpe duro, como si la garrocha se le hubiera quebrado en pleno salto, por eso, ella pensó retirarse.
“Me desanimé mucho, pero los otros profesores hablaron conmigo y nos decían que él quería que fuéramos a mundiales y olímpicos, eso sirvió para seguir”, recuerda la estudiante de segundo semestre de enfermería en la Corporación Universitaria Remington.
Con el paso del tiempo fue mejorando en el salto alto y la garrocha, pero se fue estacando y ahí apareció la cubana Regla Sandrino, quien ahora la entrena.
Precisamente fue en ese momento que tuvo que dar el salto más alto de su carrera, dejar Turbo y su familia, para irse a vivir sola a Medellín con 14 años.
“Eso fue duro, mi mamá no quería que me fuera, que para que me iba yo tan niña por allá, pero le expliqué que era lo que soñaba hacer y, desde ahí, me apoya incondicionalmente”, explicó María Fernanda quien vive en la Villa Deportiva de la capital antioqueña.
Por ahora sigue enfocada porque los mundiales la ilusionan y las olimpiadas la trasnochan, esos son sus próximos sueños. Cumplió uno: viajar. Además, estuvo en el mundial de Rusia de Atletismo como acompañante por sus buenas marcas y la han llevado a Cuba a concentraciones, pero no se conforma y quiere llegar a los más lejos del salto alto.
ANDRÉS FELIPE VIVEROS B.
Redactor de EL TIEMPO
ANDRÉS FELIPE VIVEROS B. Redactor de EL TIEMPO
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