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El pesimismo es la 'criptonita' del proceso

Lograr la paz es posible, pero se requiere que pongan este objetivo por encima de todos los demás.

Fabrizio Hochschild
Colombia no puede perder la mejor oportunidad de su historia para lograr la paz. Y eso es lo que podría ocurrir si el extendido pesimismo que hoy existe termina por conducir a la creencia de que la paz se puede lograr por la vía militar. Esta alternativa es poco factible e implicaría un enorme costo humano.
El pesimismo frente al proceso de paz, según la última encuesta de Gallup, ha llegado a niveles sin precedentes. Por primera vez desde abril del 2003, es mayor el número de encuestados que consideran que la mejor opción para solucionar el conflicto es tratar de derrotar a la guerrilla y no de negociar con ella. Solo el 33 % creen que se llegará a un acuerdo, el nivel más bajo de optimismo desde que se iniciaron los diálogos.
Por entendible que sea el pesimismo, dados los ataques de las últimas semanas, sus actuales niveles desconocen el progreso ya logrado. Ningún proceso con las Farc-EP, desde cuando se empezó a negociar con ellas, hace 33 años, había avanzado tanto. Por primera vez se han logrado acuerdos en materia de los problemas del campo, de una participación política más amplia y del manejo de las drogas ilícitas. Y están muy cerca de encontrarse en la respuesta a las víctimas. El proceso ya ha tenido un impacto al disminuir significativamente los secuestros, el desplazamiento y el número de muertos y heridos. Estos avances se perderán si el pesimismo se impone y se intenta conseguir la paz con más guerra. ¿Qué tan factible es lograrla por la vía militar, y a qué costo?
Según un análisis de Jorge Restrepo (Cerac), del 2009, la estrategia militar con la que se buscaba derrotar a las guerrillas llegó a un punto de estancamiento unos años antes. La presión militar del Estado logró ‘marginalizar’ el conflicto, geográfica y económicamente. Pero no la derrota de los grupos armados, aunque condujo a su reacomodo. La diferencia de costos en términos de tiempo, de sufrimiento humano y económicos de una salida negociada con los de una salida militar es moralmente inasumible.
Según el recién publicado informe del Instituto para la Paz y la Economía, Colombia está entre los 9 países en el mundo que más gastan en contención de violencia. Colombia está gastando 18 % de su PIB en contención de la violencia, mientras que Brasil gasta el 8 % y Chile, el 5 %.
Sabemos que es difícil tener esperanza cuando el proceso no produce avances suficientes para nutrir la confianza, y cuando no se logra volver a implementar medidas para desescalar el conflicto. Pero esperamos que un país que ha tenido tanta paciencia con el conflicto armado, y para tolerar sus costos, logre tener algo más de paciencia con el proceso de paz. ¿Acaso seguir con los esfuerzos de paz por uno o dos años más es perder el tiempo, mientras que condenar al país a otra década o más de guerra sí es aceptable? Lo irónico es que la mayoría de las voces que claman por una solución armada no vienen de las comunidades más golpeadas por el conflicto. Lo que escuchamos en las zonas más afectadas por el aumento en ataques sigue siendo lo que las víctimas, en su mayoría, siempre nos han dicho: que las partes no se levanten de la mesa hasta llegar a un acuerdo.
En un reciente foro, el presidente Santos enfatizó que el pesimismo es la ‘criptonita’ de la economía. Lo mismo vale para el proceso de paz. Lograr la paz es posible, pero, como dijo el Secretario General de las Naciones Unidas, requiere que los colombianos pongan este objetivo por encima de todos los demás. Eso significa no permitir que el anhelo de paz sea envenenado por la ‘criptonita’ del pesimismo.
Fabrizio Hochschild
*Coordinador Residente de Naciones Unidas en Colombia
Fabrizio Hochschild
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