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EE. UU., de bochorno en bochorno por espiar a sus aliados más cercanos

Aunque muchos países tienen 'rabo de paja', Obama tuvo que dar la cara, esta vez a Francia.

Un nueva minitormenta diplomática se desató luego de que dos medios franceses y la ya celebre WikiLeaks informaron que Estados Unidos había estado espiando las conversaciones de tres presidentes franceses durante ocho años.
De acuerdo con las publicaciones, las víctimas de la ofensa habrían sido los mandatarios Nicolas Sarkozy, Jacques Chirac y el actual líder François Hollande.
Más irritante aún, de acuerdo con WikiLeaks, el espionaje habría sido realizado desde el techo de la embajada de Estados Unidos en París, que queda muy cerca de la sede del gobierno en el Palacio del Eliseo.
La revelación provocó una cita de emergencia del consejo de seguridad de Francia, al cabo de la cual el gobierno declaró como inaceptable las interceptaciones y pidió la comparecencia del embajador de EE.UU. para rendir explicaciones.
“Esta no es la manera de tratarse entre aliados. Francia no tolerará acciones que amenazan su seguridad y la protección de sus intereses”, dijo un portavoz de la cancillería francesa que también describió una llamada entre el presidente Barack Obama y Hollande.
De acuerdo con esta y también con la Casa Blanca, Obama le aseguró al líder francés que EE. UU. no estaba espiando sus comunicaciones en el momento, pero sin negar que esto podría haber sucedido en el pasado.
De hecho, el presidente de EE. UU. fue muy específico al explicar que Washington respetaba a cabalidad las promesas que hizo en el 2013, poco después de que estallara el escándalo que desataron las revelaciones de Edward Snowden, un exoperario de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA por su sigla en inglés) que entregó a varios medios pruebas de que EE. UU. espiaba no solo a sus ciudadanos sino a gobiernos amigos y enemigos.
A partir de estas se pudo saber, por ejemplo, que EE.UU. había intervenido las comunicaciones privadas del presidente de México Felipe Calderón y la canciller de Alemania, Angela Merkel.
Ese año, Obama emitió una serie de ‘órdenes ejecutivas’ en las que pidió suspender el espionaje contra líderes aliados y estableció una serie de requisitos que ahora impiden el acceso irrestricto de la NSA a los metadatos de estadounidenses.
Muchas de esas condiciones fueron convertidas en ley este mes, cuando el Congreso aprobó una actualización del Acto para la Vigilancia Extranjera de 1978, en el cual están contenidos los parámetros legales del espionaje de EE. UU.
En otras palabras, el espionaje contra los franceses fue anterior a la expedición de los decretos presidenciales, y Obama les aseguró que desde entonces han cumplido con su palabra.
Pero la desconfianza es entendible. No solo porque Francia y EE. UU. –aunque se tildan de amigos– tienen una historia de impasses, sino porque las mismas ‘órdenes ejecutivas’ que firmó Obama en 2013 establecen que las escuchas sí serían permitidas en el futuro –previa autorización del gobierno– si llegan a considerar que existe una amenaza para la seguridad nacional.
Y porque, como le dijo el parlamentario europeo Arnaud Danjean a Radio Francia, “la regla número del uno del espionaje, incluso entre socios, es que todo está permitido mientras no sea descubierto. Pero a EE.UU. lo descubrieron, y por eso debe pagar”.
Aunque las revelaciones sin duda agrian por un tiempo las relaciones entre Francia y EE. UU., es poco probable que tengan un efecto duradero.
Entre otras razones porque Francia colabora estrechamente con la NSA y comparte información vital para los intereses del Eliseo y recolectada por esta agencia en partes de Europa y Asia.
Washington, además, lleva varios años poniendo la cara por los excesos de sus agencias de inteligencia, y buena parta del costo político, tanto interno como externo, ya lo pagó.
Curiosamente, en la práctica fueron los franceses y otros gobiernos europeos los más afectados por la nueva ronda de revelaciones.
An Alemania, hace un par de semanas, un parlamentario reveló documentos según los cuales el gobierno no solo se benefició del espionaje del NSA sino que ayudó a interceptar comunicaciones de otros líderes europeos, entre ellos Francia. Lo cual los deja muy mal parados, y hace ver un poco hipócrita el escándalo que armaron por el seguimiento que se le hizo a Merkel.
Y en París, el Eliseo tuvo que pasar a la defensiva, pues, justo esta semana, el parlamento discutía una nueva ley que daría a las agencias de inteligencia de este país precisamente el mismo tipo de poderes con los que contaba la NSA.
“No permito que se diga que nuestra ley atenta contra la libertades de los franceses o que se ponga en duda por ella lo que estamos condenando hoy de los estadounidenses. Nosotros no espiamos a nuestros amigos”, dijo el premier francés Manuel Valls, buscando aplacar los ánimos.
O, por lo menos, todavía no han sido atrapados con las manos en la masa.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
WASHINGTON
Twitter: @sergom68
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