Una gigantesca mancha negra de petróleo de más de 15 kilómetros, que avanza por las caudalosas aguas del río Mira, en Nariño, se ha convertido en testigo silente de uno de los peores desastres ambientales ocurridos en Colombia en su historia reciente. (Lea: Crudo derramado por ataque de Farc en Tumaco empieza a llegar al mar)
La mancha, que tiene apesadumbrados a los tumaqueños e indignados a la mayoría de colombianos, se produjo por un atentado de la guerrilla contra un tramo del oleoducto Trasandino, en la vereda El Pinde, municipio de Tumaco.
Esta emergencia se convirtió en el más reciente capítulo de una escalada violenta contra la infraestructura petrolera en Putumayo, Nariño y Norte de Santander, iniciada por la guerrilla el pasado 27 de mayo y la cual ha afectado también a los oleoductos San Miguel-Orito, Churuyaco-Orito, Caño Limón-Coveñas, y a otras instalaciones petroleras en la zona del Catatumbo. (Además: Ecosistemas de Tumaco sufrirán afectaciones graves / Análisis)
Y a pesar de que desde el mismo momento en que se registró la caída de presión en el oleoducto Trasandino se cerraron las válvulas automáticamente y se suspendió el bombeo, el daño ya estaba hecho.
El crudo, que se encontraba en el interior de un tramo del OTA -con destino al puerto de Tumaco, desde donde sería exportado-, comenzó a verterse a borbotones a la quebrada Pianulpí, para llegar al río Guisa, afluente del río Mira, del cual se alimenta el acueducto de Tumaco que está localizado a 55 kilómetros del sitio donde ocurrió el ataque.
Pero hasta ese momento apenas comenzaba la emergencia. El crudo revuelto con agua, vegetación, piedras y lodo se encontraba este miércoles a unos kilómetros de hacer su arribo al Océano Pacífico, principal fuente de sustento de miles de familias del suroccidente colombiano.
Plan de atención de la emergencia
Una vez se detectó la rotura, Ecopetrol puso en marcha el plan de contingencia del oleoducto y se dio aviso a los consejos municipal y departamental para la gestión del riesgo de desastres. Inicialmente se instalaron cinco puntos de control para contener el derrame, uno de ellos estaba destinado a proteger la bocatoma del acueducto, mientras los otros cuatro fueron ubicados en las veredas Gualtal, Pinde, Llorente y Vaquerío.
Pero la fuerza de la naturaleza y las indomables aguas del río Mira, uno de los más caudalosos de la cuenca del Pacífico, hicieron que la mancha le imprimiera más velocidad a su desplazamiento, por lo que hubo que extremar el plan y localizar en total 14 puntos de control.
Unas 700 personas, entre trabajadores y contratistas de Ecopetrol, atendieron la emergencia. A mediados de la semana, las consecuencias del ataque al oleoducto comenzaron a reflejarse en el corte del servicio de agua potable para unos 80.000 habitantes del casco urbano de Tumaco y 20.000 de la zona rural.
“El problema no solo es la escasez de agua para cocinar, lavar la ropa y bañarnos, sino también lo que puede pasar en el tema sanitario, de salud pública. Si el corte se prolonga, pueden comenzar a aparecer enfermedades, brotes en la piel, problemas gastrointestinales, especialmente en los niños”, cuenta Diana Castillo, habitante de Tumaco.
Junto a autoridades locales, cuerpos de socorro y demás miembros del Comité Municipal de Gestión de Riesgo, se puso en marcha un plan para tratar de mitigar los efectos del desabastecimiento del vital líquido: se dispusieron carrotanques, se habilitaron dos pozos profundos y se enviaron vía marítima buques cisterna con agua. También se desplazaron -desde Cartagena, Coveñas y Yopal- equipos para la contención y la recolección del crudo, y se activaron los protocolos internacionales para recibir equipos especializados en atención de emergencias marinas.
Mientras tanto, un grupo de operarios recolecta y dispone el crudo vertido. Hasta la tarde del miércoles, tras la instalación de más de 7.000 metros de barrera en varios puntos de las arterias fluviales afectadas, se habían recogido y confinado 3.000 barriles de crudo de los 10.000 que, se calcula, fueron derramados. También se instalarán cuatro remolcadores en la desembocadura del río Mira con el fin de contener el crudo vertido.
Para que los técnicos puedan ingresar al sitio a reparar el tubo es necesario un dispositivo militar que asegure la zona, en la que muchas veces se encuentran minas antipersona y francotiradores; como sucedió en septiembre del 2014, cuando fueron asesinados dos operarios de una retroexcavadora mientras adelantaban una reparación al oleoducto Caño Limón-Coveñas. El traslado de equipos pesados, maquinaria y las secciones de tubería supone un esfuerzo logístico y de coordinación entre Ecopetrol, varias entidades del Estado y las Fuerzas Militares.
En el caso específico de Tumaco, también ha habido dificultades por las bloqueos por parte de habitantes que no han dejado instalar las barreras.
Este año, en labores de protección a la infraestructura petrolera han perdido la vida 32 miembros de la fuerza pública. Se han logrado evitar 32 atentados contra los oleoductos y se han incautado 14.300 kilos de explosivos. Aunque los 35 atentados ocurridos en todo el país en lo corrido del 2015 causan daño y destrucción, la cifra es casi la mitad de los 64 que se registraron en el mismo periodo del 2014.
Como la mancha no cede en su avance, se gestionó apoyo internacional con Ecuador y una firma experta en el control de derrames de este tipo. Se busca contar con más recursos, tanto humanos como técnicos, para mitigar el eventual impacto del hidrocarburo derramado en la zona costera.
Las víctimas de los atentados
Los principales damnificados de la ola de atentados son las comunidades y el medio ambiente, pues en lo corrido de este año, sin contar con el volumen del último atentado al OTA, se han derramado más de 25.000 barriles de crudo por cuenta de 38 ataques a la infraestructura petrolera del país, afectando, además, ríos, humedales y tierras fértiles.
Los departamentos de Putumayo, Nariño, Arauca y Norte de Santander son reconocidos por su riqueza ambiental y su biodiversidad, como lo han explicado expertos del Instituto Alexander von Humboldt. No obstante, según el ministro de Ambiente, Gabriel Vallejo, las heridas ambientales que dejó este desastre tardarán más de una década en repararse.
Y si bien el impacto mayor ha sido para las comunidades y el medio ambiente, las consecuencias para el país y Ecopetrol comienzan a sentirse. Los atentados a los oleoductos Trasandino y Caño Limón-Coveñas obligaron a la compañía a retrasar el despacho de cinco cargamentos de crudo a través de los puertos de Tumaco y Coveñas, por un total de cerca de dos millones de barriles.
“Es lamentable la situación que estamos viviendo en estos momentos en Tumaco. Ecopetrol también se configura como víctima”, puntualizó Jaime Josué Sarmiento, gerente de oleoductos de Ecopetrol y encargado de atender la emergencia.
CON INFORMACIÓN SUMINISTRADA POR ECOPETROL