En una de sus últimas columnas de opinión publicadas en EL TIEMPO, Óscar Collazos se refirió a la amistad. Su labor literaria y la acumulación de los años lo llevaron a considerar que las diferencias personales que lo alejaron de otros escritores y periodistas habían sido solo malentendidos y que una reconciliación, la que él tomó sin consultar si se la aceptaban, era buena para todos o, al menos, por lo que se entendía en sus palabras, era buena para él. También buscó con esa reflexión hacer nuevos amigos y acercarse más a los que siempre tuvo sin malas interpretaciones en la diferencia de opiniones.
Desde su primer libro, el volumen de cuentos El verano también moja las espaldas, Collazos se distinguió como un narrador cargado de temas y de recursos para contarlos. En las colecciones que le siguieron creó un mundo de jóvenes tiernos y de jóvenes duros criados en círculos sociales acosados por escaseces económicas y audacias sexuales, de adultos de oficios medios, de hombres de carácter disperso, debilitado por sus contiendas personales, de mujeres fuertes, que no pierden el dominio y se hacen dueñas de cada momento en las circunstancias poco halagüeñas de su medio y de afectos paternales. Un libro con sus cuentos completos representa una época de la parte buena de la narrativa colombiana y evidencia el oficio de un escritor de búsquedas literarias y de enseñanzas para los escritores de las siguientes generaciones.
Como en sus cuentos, los temas de sus novelas no se inscriben en un solo tono. Dos ejemplos son La ballena varada y Rencor. La primera transcurre en Bahía Solano, en un ambiente apacible en la relación de los personajes de una familia y esperanzador en la lucha de un niño contra unos empresarios de la pesca. Una ballena encallada en la playa hace que el niño emprenda la aventura de salvarla y se oponga a los que quieren sacrificarla para obtener un provecho industrial. Enternece la nobleza humana de ese niño a favor de la vida, de la naturaleza, de lo que puede dar compañía. Las do novelas divergen en su escenario, en sus personajes y en su estructura. En la otra hay un encuentro de los barrios de Cartagena donde la vida de sus habitantes es un profundo contraste social, lujo y pobreza, indiferencia, sufrimiento y sentimentalismos dentro de la abundancia, e ilusiones, amor e ingratitud dentro del abandono. Una joven de 16 años salida de la parte de la ciudad donde se congregan las comunidades negras cuenta su historia ante la cámara de un reportero, con sus pasajes de la alegría de la niñez y el horror de la marginación que le ofrece como empleo la prostitución y la servidumbre.
A pesar de que la fuente que le ocupó más espacio en sus columnas semanales fueron los acontecimientos del país y los que del mundo creaban discusión entre nosotros, los malos manejos de los gobiernos y la corrupción política, la de todas partes y no solo la nuestra, y las relaciones y los conflictos entre países y continentes, era frecuente la aparición del origen de su formación de escritor. Con el recuerdo de la literatura y la cultura artística se hizo siempre presente ante sus lectores, como una continuación de sus libros, de su juicio sobre otros libros y de sus charlas literarias.
“Collazos se distinguió como un narrador cargado de temas y de recursos para contarlos”.
LUIS FAYAD