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Mi amigo 'Falso Negativo'

Es una época en la que hay que hacer más felices a los ricos y más desgraciados a los pobres.

Un amigo está en París. Sí, ha estado feliz, no lo puede negar. Aunque es algo raro en él, pues por su espíritu crítico y combativo vive quejándose de todo, en vez de expresar su complacencia por las cosas bellas de la vida. Él es contradictorio, pues en el fondo aprecia el valor de todos y de todo, pero es incapaz de demostrarlo. Eso ha hecho que un amigo mutuo, gran periodista, escritor y de cabeza brillante, le haya puesto el motete, con el ingenio que lo caracteriza, de ‘Falso Negativo’. Es decir que, en vez de cobrar recompensas por las muertes de guerrilleros que no lo eran, mi amigo visitante de París critica y reniega de lo que en el fondo le gusta. Ataque a la visconversa. Es difícil entenderlo, pero para eso está Hegel.
Pues bien, mi amigo ‘Falso Negativo’ se hospeda en un apartamento del VIII Arrondissement de la Ciudad Luz. Ese sector de París es bastante chic, y no quiero compararlo con ninguno de Bogotá, no por aquello de que “las comparaciones son odiosas”, sino porque nuestra ciudad no tiene nada parecido. Para empezar, en el sitio donde se encuentra mi amigo las calles no tienen huecos, los andenes son planos y no presentan tropiezos, no hay vendedores ambulantes, los autobuses no van sobrecargados y hay, cosa rara para nosotros, un metro construido hace mucho más de cien años. Los franceses son seres extraños que no discuten si el autobús es mejor que el metro: tienen ambos, además de que hay carros privados, taxis, bicicletas en ciclovías y motocicletas.
Pero de donde menos se espera salta la libre. Mi amigo ‘Falso Negativo’ empezó a razonar sobre ese barrio de París donde se hospeda. Lo primero que dijo, abusando de su sentido irónico, fue: “Uno no puede bajar a la calle a comprar leche porque vuelve al apartamento con un frasco de Chanel”. Se queja por todo, y en este caso lo hace porque su entorno parece más una feria de la moda que un barrio con gente que habite allí. No hay tiendas. El edificio está rodeado de los almacenes de moda más exclusivos del mundo: Dior, Valentino, Bui, Gucci, Vuitton, Prada, Fendi, Saab... Busque usted en su lista de lujos, y en esa calle estará la vitrina. Porque las vitrinas son esenciales para mostrar en el mundo actual, pues si no se muestra no existe. Esas firmas de lujo tienen toda clase de productos en sus almacenes de fina decoración y de detalles que resaltan la clase y la exclusividad. Cada uno de esos almacenes tiene, por lo menos, dos vendedores, y dos vigilantes, todos vestidos de negro. Por supuesto, pueden ser más. Pero lo que es importante es que los que venden tienen rasgos y porte de modelos. Al pasar frente a las vitrinas, ‘Falso Positivo’ ve a esos empleados en charla permanente, algo aburridos, pues usualmente no tienen mucho que hacer. Esos sitios están casi siempre vacíos de compradores. No es raro: en una sola de las vitrinas, un vestido de hombre, una camisa, par zapatos y un portafolio; nada de corbata, cuesta 15 millones de pesos. En otra vitrina, así, al azar, vestido, botines, cartera y abrigo le costarían a usted, querido lector, 30 millones de pesos. Si lleva a una amiguita a París, dele de comer, pero no la vista.
Algunos dirán que es demagógico referirse a la pobreza comparada con la riqueza extrema. ‘Falso Negativo’ dice que no le importa, porque aunque sea demagógico no deja de ser cierto que uno de cada cinco habitantes del mundo está en la miseria. Es una época en la que hay que hacer más felices a los ricos y más desgraciados a los pobres. Mi amigo ya no sabe si es feliz.
Que dijera: la poderosa Iata, tanto como la Fifa, quiere reducir en 33 por ciento el tamaño de los equipajes en cabina. ¡Obligan a comprar maletín!
Carlos Castillo Cardona
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