Llega a su fin la exitosa temporada de Relatos animales, la adaptación colombiana de Pequeños dramas sobre arena azul, pieza del actor, director y dramaturgo Abel Zamora. Hago esta mención sobre el joven autor catalán porque su condición de hombre hecho en las tablas explica el juego actoral que subyace en su creación.
Me explico. En la formación de los actores hay unos talleres muy divertidos como los juegos de roles y de estatus, el subtexto no escuchado por el otro y la construcción de personajes a partir de características de animales u objetos.
Son dinámicas de improvisación de las que afloran situaciones, gestos y textos que muy difícilmente saldrían solo del trabajo de escritorio de un dramaturgo y que podríamos llamar la dramaturgia de los actores.
En Relatos animales, si bien hay historias paralelas que se entrecruzan, la de la gata a la que muy temprano le quitan sus gaticos recién nacidos, la frustrada vida amorosa de su dueña y la trágica historia de amor gay del gato callejero y el gato castrado, lo que más le da cuerpo a la obra es esa dramaturgia actoral.
Eso se puede observar en este montaje dirigido por Jimmy Rangel, quien también actúa. En él se ve que en la creación recurrieron a la memoria de lo aprendido en la escuela. No de otra manera hubiesen salido composiciones excelentes como la de la paloma habitante de la calle, bazuquera y sin muelas, muy bogotana, de Jenny Lara, y la del tierno perro faldero, enamorado de su ama, de Ricardo Mejía.
Por supuesto, la experiencia de Ana Soler y Marcela Agudelo son parte fundamental del trabajo. El que menos pudo ofrecer es Diego Mateus, destacado en el stand-up comedy, pero a quien se le nota que no tiene formación como actor.
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Casa E. Jueves a sábado, 8 p. m.
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