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El actor Gustavo Angarita, en la obra 'Insultos al público'

A sus 72 años, no solo hace parte del elenco de esta obra, también tiene otros proyectos teatrales.

Seguramente cada lector de Cien años de soledad, el clásico de Gabriel García Márquez, tendrá su propia imagen mental de Melquiades, el genio gitano que les revelaba las maravillas del mundo a los habitantes de Macondo.
Pero quizás el Melquiades perfecto sea el reputado actor Gustavo Angarita, con su barba de filósofo griego, su mirada enigmática y esa presencia que parece encerrar siglos de conocimiento.
Y Angarita no solo ha hecho el papel del gitano en montajes teatrales como La casa y De ausencias, estrenado recientemente en la Feria del Libro, sino que tiene resonancias con el personaje en su propia casa. Su estudio bien podría ser el ‘Cuarto de Melquiades’, en el que siempre es lunes y siempre es marzo, pero que en este caso en vez de pergaminos está lleno libros de toda clase.
“Resulta que Melquiades es un desertor de la muerte, ya es una persona inclusive más allá de la muerte. Entonces, al pelo, está perfectamente para mí”, dice Angarita en un comentario que va más allá del chiste, porque el actor está en un punto de su carrera en el que ya no juega a ser otro, sino que escoge personajes que se le parecen.
Así lo acaba de hacer en Insultos al público, adaptación del texto del alemán Peter Handke, que está en temporada en la sala Changua Teatro. Es una polémica pieza que critica y confronta a los espectadores y en la que Angarita hace de sí mismo: se sienta a leer un libro mientras los otros actores interpretan las líneas de Handke.
“Al público le parece muy simpático el papel mío, lo toman de una manera muy positiva, como si fuera un happening. Es un desplante, un insulto más hacia el público. Dentro del contexto de la obra se explica porqué esa actitud, que puede ser agresiva pero no ofensiva”, afirma.
Cuenta que conoció a Handke en 1968, cuando estudiaba en la Université Internationale de Théâtre de París. Aprovecha para sacar un par de fotos de una obra en la que trabajó bajo la dirección del alemán. En las imágenes se ve prácticamente a otro Gustavo Angarita, sin barba, flaco, vestido de negro y con una letra C pegada en su pecho.
Insultos al público lo toma casi cincuenta años después de su aventura parisina y además lo conecta con otra generación teatral. “Yo me siento absolutamente de la anterior, sin proponérmelo y sin ninguna amargura; todo lo contrario”, argumenta.
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Angarita estudió en la Escuela Nacional de Arte Dramático (Enad), uno de los semilleros más importantes de la actuación colombiana. “Fui compañero del ‘Gordo’ Benjumea, Luis Fernando Orozco, Luis Alberto García y
Consuelo Luzardo. Frank Ramírez (que hacía dupla con Miguel Torres) era un poquito anterior, y me parecía un actor fabuloso, ejemplar. Yo quedaba embobado y decía: ¡Qué maravilla poderse dedicar a esto haciendo lo que hacen ellos!”.
El artista se ha dado el lujo de ser parte de esos mitos fundacionales de la escena colombiana: además de la Enad, trabajó con el maestro Santiago García en el grupo de la Universidad Nacional que montó, por ejemplo, una polémica versión del Galileo Galilei de Bertolt Brecht.
También acompañó a García en la fundación de La Casa de la Cultura, en 1966, luego conocida como Teatro La Candelaria; estuvo en París y luego hizo parte del Teatro Popular de Bogotá (TPB), en el que protagonizó una recordada versión del clásico Ricardo III, de Shakespeare. Luego afianzó su legado como uno de los grandes de la actuación colombiana en el cine y en la televisión.
Eran otros tiempos, que más que evocar parece extrañar. “El teatro (actual) está disperso y hay una especie de anarquía ideológica en el sentido de que las controversias se difuminaron, desaparecieron las luchas ideológicas que nos motivaban muchísimo en los 60, los 70. La actitud crítica era un motivador para hacer un teatro muy dinámico”.
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Otra de las similitudes que Angarita tiene con Melquiades es que también se dedica a su propia “daguerrotipia”. Es otra broma llena de realidad, ya que el actor ha hecho su propio camino como pintor. “Creo que voy a dedicarme a eso. Aquí tengo ya instalado todo, prácticamente tengo estudio de pintura”, dice.
Todavía le saca espacio a los proyectos teatrales, aunque hubo un momento en el que pensó no volver, pero Esteban García, sobrino de García Márquez, lo convenció para actuar en De ausencias.
Luego llegó Insultos al público y el actor adelanta que tiene planeado actuar en una obra de la argentina Lola Arias, que será dirigida por Victoria Hernández y en la que hará el papel (o su papel) de un actor de 72 años.
A los coqueteos con el retiro responde con una frase tan enigmática como su mirada: “El teatro es algo muy vital y cuando hay vida quiere decir que el tiempo funciona de una manera dramática. Cuando se acaba el tiempo pues se acaba la actuación, porque ya no hay tiempo”.
@YhoLoaiza
YHONATAN LOAIZA GRISALES
Cultura y Entretenimiento
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