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Pirómanos sociales

No más solidaridad irreflexiva con quienes los tiene sin cuidado incendiar al país.

Los colombianos tenemos esa característica –bucólica y superficial– mediante la cual nos parece maravilloso todo aquello que suene a reivindicación social. Detrás de ese facilismo con que declaramos cualquier cosa como una “causa justa”, hay una buena manada de avivatos que han ordeñado fiscal y económicamente al país.
Por ejemplo, la sociedad cayó en la trampa de solidarizarse con la huelga de Fecode. Mientras eso ocurría, millones de niños quedaron sometidos a perder sus meriendas escolares, que para la mayoría son el único alimento del día; fueron expuestos a innumerables peligros al tener que quedarse solos en casa, y perdieron horas irrecuperables de estudio. Gracias a esa solidaridad irreflexiva que nos es propia, todos tendremos que asumir el costo de aumentos salariales que son tres y cuatro veces superiores a los que recibe un empleado promedio.
Vuelve y juega. Se está preparando otra oleada de pulsos entre las mal llamadas “dignidades” y el Gobierno Nacional. Qué ocurra dependerá, en gran medida, de la actitud que asuma la sociedad frente a estos grupúsculos de agitadores que solo poseen la legitimidad de ser capaces de alterar el orden público impunemente. Si los colombianos somos tan pelmazos de graduar de “causa justa” las exigencias de las dignidades, seremos cómplices del incendio social que quieren activar.
Desafortunadamente, el Gobierno ha sido excesivamente cauto y prudente en desenmascarar a los personajes que se esconden detrás de las dignidades, en develar los intereses egoístas que allí se han refugiado y en castigar las tácticas violentas, que son la herramienta que usualmente despliegan estos grupos para extorsionar socialmente al país.
Ha llegado la hora de que las autoridades dejen de intimidarse por el ‘matoneo’ de las dignidades. Hay que tomar la iniciativa. Los colombianos queremos saber quiénes se disfrazan de dignidades y cuáles son sus propósitos. Queremos saber en manos de quiénes quedaron los billonarios subsidios y los desproporcionados regalos. Cuáles y cuántos de esos “indignados” popochos pagan los impuestos que les corresponden o les cumplen con las prestaciones sociales a los recolectores de café, por ejemplo. No se puede olvidar que se trata de recursos públicos asignados para promover la sostenibilidad y la equidad.
Si se miran los pocos números disponibles, se observa que hay indicios serios de que buena parte de la plata llegó a los bolsillos de los financiadores de los paros, aquellos que pusieron las lechonas, el estipendio monetario para los campesinos, los tamales, el puchero y los buses. Los agricultores pobres fueron usados, realmente, como carne de cañón.
Las dignidades también son un instrumento al servicio de la oposición. Hay una colusión entre la izquierda –el Polo– y la derecha –el Centro Democrático– para activar y promover la protesta social con miras a debilitar al Gobierno y a la Unidad Nacional de cara a las elecciones de octubre. No en vano los senadores Álvaro Uribe y Jorge Robledo apoyaron a los sindicalistas de Fecode. A miembros de esas colectividades se los ve muy acuciosos asistiendo a las reuniones de las “dignidades”.
Por todo eso, los colombianos debemos oponernos a los ricos del campo que ordeñan el fisco sin justificación, y también enfrentar a los políticos que quieren darse un banquete electoral por cuenta de las pilatunas de las “dignidades”. No más solidaridad irreflexiva con quienes solo abogan en causa propia y a quienes los tiene sin cuidado incendiar al país.
Díctum. Luis Genaro Muñoz, saliente gerente de FNC, profundizó la democracia cafetera, consolidó el valor agregado y una caficultura sostenible. Se le debe mucho.
GABRIEL SILVA LUJÁN
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