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Desinvertir en combustibles fósiles

Muchas organizaciones filantrópicas están cancelando sus inversiones en combustibles fósiles.

Ciento noventa mil personas han firmado a la fecha una solicitud dirigida a Bill y Melinda Gates, creadores de la fundación que lleva sus nombres, y a Jeremy Farrar y sir William Castell, directores del Welcome Trust, para que estas organizaciones “se comprometan a cancelar sus inversiones en las 200 compañías líderes en combustibles fósiles, en los próximos cinco años, e inmediatamente congelen cualquier nueva inversión en estas empresas” (The Guardian, abril del 2015).
Esta solicitud es el producto de una campaña liderada por Alan Charles Rusbridger, que ha sido, durante los últimos 20 años, editor jefe de The Guardian, uno de los principales diarios del Reino Unido y de Europa. Antes de retirarse del periódico en el próximo verano, Rusbridger, al considerar que es su deber contribuir a combatir la amenaza del cambio climático, ha subrayado que el argumento para hacer una campaña dirigida a “desinvertir” de las empresas más contaminantes del mundo parte de un sólido piso moral y financiero y es crecientemente apabullante. Y no es un asunto retórico, pues el ejemplo comenzó por casa: el Grupo de Medios de Comunicación The Guardian se comprometió a cancelar inversiones por US$ 1.200 millones que posee en aquellas empresas.
Las razones morales y financieras de la campaña son múltiples. Según la revista Scientific American (15 de enero del 2015), con el fin de alcanzar el objetivo de no superar el umbral de 2 °C de temperatura promedio de la Tierra, más allá del cual se considera peligroso para la humanidad, no se podrán explotar el 80 por ciento de las reservas probadas de carbón, la mitad de las de gas y un tercio de las de petróleo. Sin embargo, en el año 2013, las compañías de combustibles fósiles invirtieron 610.000 millones de dólares en la exploración de nuevas reservas. En otras palabras, se están invirtiendo enormes cantidades de recursos económicos en fomentar el crecimiento y valorización del negocio mediante el aumento de unas reservas que, en últimas, deberán dejarse en las profundidades de la tierra, sumándose al enorme volumen de carbón, gas y petróleo aludido, y que correrá la misma suerte.
Lo grave es que una parte importante de estas inversiones se hace con recursos públicos, entre otros, pues representan una gran parte del patrimonio de instituciones como fondos de pensiones, fundaciones filantrópicas, universidades, etc. Y estas últimas instituciones, se afirma en la solicitud, “al soportar las compañías de gas, carbón y petróleo, no solo continúan financiando modelos de negocio insostenibles que están empeorando la situación del cambio climático, sino que también se están arriesgando a que sus inversiones adquieran un valor irrisorio en la medida en que los acuerdos para combatir el cambio climático avancen sustancialmente”.
Que se solicite a las dos fundaciones filantrópicas del mundo con mayor patrimonio que desinviertan tiene un enorme significado. Y es que, como se afirma, “sus organizaciones han hecho una enorme contribución al progreso humano y a la igualdad, mediante el apoyo a la investigación científica y proyectos de desarrollo. Pero sus inversiones en combustibles fósiles están poniendo en grave riesgo su razón de ser. El cambio climático impone una amenaza real a todos nosotros, y es moral y financieramente perverso invertir en compañías dedicadas a explorar y quemar petróleo, gas y carbón. Muchas organizaciones filantrópicas están cancelando sus inversiones en combustibles fósiles. Y nosotros les pedimos que hagan lo mismo”.
A no pocos les parecerá extraña esta campaña de este gran periodista. Evidentemente, Rusbridger no pertenece a ese amplio grupo de dirigentes del mundo que, empecinados en una desquicidada carrera por el lucro, prefieren negar el cambio climático. Pertenece a una casta de periodistas cada vez más escasos: la de aquellos que consideran que esa profesión tiene ante todo una misión ética.
Manuel Rodríguez Becerra
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