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¡Más serenidad, maestros!

Que los maestros paren de trabajar deja la sensación de una falta de compromiso con los estudiantes

Édgar Figueroa
Más bienestar y mejor remuneración son justas demandas de los maestros. Ellos, sin duda, son el componente más importante del sistema educativo. Un maestro que enseña con dedicación, amor y cariño es fundamental en el desarrollo de los niños, más aún ahora que las familias tienen menos tiempo para compartir con sus hijos.
Alguna vez, alguien dijo que la educación es una obra de amor más que de ciencia. Esta frase describe a la perfección lo que hace a un buen maestro y de ahí la importancia de solidarizarnos por sus preocupaciones y su bienestar.
Creo que este Gobierno se ha esforzado por ofrecerles mejores condiciones salariales y de bienestar. La oferta de aumentar su salario en un 10 por ciento es generosa considerando las restricciones presupuestales que hoy enfrenta el país. Todos sabemos que por la caída de los precios del petróleo el Gobierno tuvo que recortar 10 billones del presupuesto nacional.
A pesar de las limitaciones de presupuesto, en los últimos dos años los maestros han recibido beneficios salariales que le han costado a la Nación medio billón de pesos. Durante este gobierno, los maestros ganaron un aumento salarial un punto porcentual por encima de los demás trabajadores públicos. Además, gozan de beneficios que no tienen los otros funcionaros del Estado, como lo son las más de 12 semanas de vacaciones al año y jornadas laborales de seis horas.
El Magisterio y el Gobierno pueden llegar a acuerdos que mejoren las condiciones de los maestros. Como ningún otro gobierno, el actual le ha dado prioridad a la educación. Prueba de ello es que por primera vez en un Plan de Desarrollo el presupuesto de educación es más alto que el de la guerra: 136,5 billones frente a 93,7 billones.
El Gobierno ha mostrado compromiso con el sector educativo. Por eso, la decisión de los maestros de dejar de trabajar deja la sensación de una falta de compromiso ante una vocación que, como pocas, se basa en la consagración y en el amor por los estudiantes. Si los maestros siguen haciendo su trabajo con dignidad y sin suspender el derecho a la educación de 9 millones de niños, todo el país se solidarizará y caminará con ellos en la búsqueda de una educación de excelencia. Esto, por su supuesto, implica mejoras salariales. Pero no se lograrán a través de paros centrados exclusivamente en la demanda de mejores ingresos, sino a través de un gran diálogo nacional para responder a la pregunta de cómo hacer para que cada peso que se invierta mejore la calidad de la educación de nuestros niños y, a la vez, satisfaga el justo afán de mejorar las condiciones de los maestros.
Édgar Figueroa
*Director de la Fundación Educativa La Salle
Édgar Figueroa
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