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'No creo eso de que la gente ya no lee cuentos'

Tras dos novelas aplaudidas por la crítica, Sergio Ocampo Madrid vuelve con un libro de 11 relatos.

CARLOS RESTREPO
Un fantasma solitario que, luego de espantar a las personas de la casa que habita desde hace años, termina profundamente enamorado de una nueva inquilina, que no siente temor a las apariciones. Un millonario a punto de morir y cuya única compañía son sus libros, que decide despedirse de cada uno de ellos. Una pareja de pájaros enamorados que interpretan la cantata más bella jamás oída.
Estas son algunas de las historias que se desarrollan en los 11 cuentos del libro El amante fiel de la medianoche, que acaba de publicar el escritor Sergio Ocampo Madrid, quien hace cerca de una década dejó su oficio de periodista para apostarle a la literatura. (Lea: Varios autores 'adoptados' llevaron color a escuelas de Medellín)
Luego de su primer libro, A Larissa no le gustaban los escargots, y de dos novelas aplaudidas por la crítica, El hombre que murió la víspera y Limpieza de oficio, Ocampo regresa al género del cuento, que él considera el mejor terreno para probarse como escritor.
“Las editoriales grandes no les apuestan a los cuentos porque parece que la gente no los lee, algo en lo que no creo”, comenta él, que en sus relatos deja escapar guiños a otros autores de su predilección y a películas que lo han marcado.
Dos ejes temáticos le sirven al autor para unir los 11 cuentos: el amor y la soledad. “No es esa soledad agobiante ni tiene ese tinte de tristeza de mi primer libro de cuentos (A Larissa...). Esta es una soledad en la que incluso puede haber regocijo. Pero además es una soledad que, en al menos tres de los cuentos, se termina descubriendo gracias al amor”, comenta Ocampo, profesor de las universidades Javeriana y Externado.
La singular historia del espectro (El hombre de la pequeña cicatriz sobre una ceja) le permite al cuentista reflexionar también sobre los amores que trascienden lo humano. “Desafortunadamente, el del fantasma es un amor que no puede ser posible, porque el amor necesita corporalidad, y este fantasma conoce el amor y el desamor porque la mujer no puede corresponderle. Por eso estará condenado a una eternidad de soledad”, dice.
La crítica literaria Luz Mary Giraldo, quien recientemente presentó el libro en Bogotá, anota que “se tiene consciencia de la soledad cuando se rompe o se da el distanciamiento del amor. Saber que amamos es sabernos acompañados, y en ese saber cabe no solo el otro, sino los libros, por ejemplo, que también son los otros, o las experiencias, o las cosas tenidas, el perro que nos ha conquistado, el pajarito cantor. El gran tema es el amor, pero un amor vitalizado”.
Además de la soledad, el amor y la alegría, estos cuentos de Ocampo también transmiten ironía. “Una ironía lúdica, tierna y aguda”, en palabras de la profesora Giraldo. (Lea: La verdad detrás del libro de 523 años que esconde Cúcuta)
Ella define estas narraciones como un “juego de espejos” en el que el escritor se divierte sacando a escena a un mismo personaje en varios relatos o con estructuras llamativas, como cuando el final de un cuento da pie para reinventar la realidad del siguiente, desde otro ángulo. “Por eso hablo de cuentos dípticos o trípticos”, concluye.
Freud
Guiño a la psicología
En varios de sus cuentos, Sergio Ocampo incluye a Sigmund Freud de una manera irónica, como un guiño a su formación como psicólogo. “A Freud lo critican por meterle sexo a cada cosa. Y mi teoría, muy personal, es que lo que él trataba de hacer era frenar esa fuerza demoledora de la muerte, poniendo a la gente a pensar solamente en sexo. Recordemos que a él le tocaron la primera y la segunda guerras”.
CARLOS RESTREPO
Redactor de EL TIEMPO
CARLOS RESTREPO
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