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Meluk le cuenta... (Mano a mano)

Son dos jugadas diferentes, pero ilegales ambas, que engañan al juez.

GABRIEL MELUK
¿Hubo mano de Fernando Uribe para acomodar la pelota en su gol al Cúcuta, en el tercero del 3-0 de Millos el sábado pasado? Sí, aunque analistas arbitrales como José Borda, ayer, en el Carrusel Caracol, dicen que no con absoluta seguridad. Yo creo que la hubo... Fue mano. Bajó la bola con el brazo. Despegó el anterazo del cuerpo. Sin embargo, esta no es jamás comparable con la vulgar trampa de Lazaga, en los cuadrangulares de ascenso. Aquella fue una clavada de voleibol, que no deja espacio para ninguna duda ni interpretación: de manera descarada, metió la pelota con la mano. El video es la prueba reina. En la de Uribe, en cambio, la acción permite la discusión. Aunque insisto: yo veo mano.
Son dos jugadas diferentes, pero ilegales ambas, que engañan al juez y que atentan contra el juego limpio. Punto. Uribe puede decir que la bajó con el pecho o con el hombro. Y el video puede, según los ojos que lo vean, darle la razón.
En cambio, Lazaga primero dijo que no metió la mano, pero la contundencia de la prueba lo hizo echar reversa de pa’ tras y donde dijo que decía se desdijo... Un gol de mano inocultable, imposible de negar... Una mano previa al remate final, con el pie, que termina en la red. Esa es la gran diferencia entre una mano y la otra.
Mientras tanto, al árbitro Ulises Arrieta lo volvieron a nombrar (la suspensión indefinida le duró tres fechas) y el tramposo Lazaga sigue tan campante, esperando un castigo que bien merecido tiene, a pesar de la larga demora... Este lunes vence el término para que dé sus descargos a la comisión disciplinaria... Casi un mes después. ¿Va a pasar agachadito? ¡Uy, no! Por el bien del fútbol y de la Liga, ojalá que no.
A otro asunto. ¡Tremenda lora con la fiesta de cumpleaños de Cristiano Ronaldo! Dio para que los sepulcros blanqueados y los que tienen alma de párrocos cantaran misa y condenaran en el segundo círculo del infierno a los que participaron en ella. Una semana completa.
Esto es simple: se les juntaron a los jugadores del Real Madrid la goleada 4-0 con el Atlético (¡ese sí que fue un baile, caballero!), la fiesta de Cristiano y la otra fiesta, la de Sara Carbonero, la mujer de Íker Casillas, a la que fueron él y los españoles del equipo.
En el episodio, que viene a medio calmarse con la victoria del sábado, solo cabe una consideración real: es que la mujer del César no solo debe serlo. Además, debe aparentarlo. Como Casillas y su carita de sacristán. Y eso fue todo lo que pasó. Que no aparentaron después de la feísima derrota.
Hay mucha hipocresía y mojigatería. Que un futbolista no pueda estar de fiesta y en su día libre es una mentira. Un moralismo demagógico extremo. Los futbolistas en su tiempo libre pueden hacer lo que se les venga en gana y tomarse sus copas si lo quieren, así los beatos los intenten excomulgar. ¿Hubo pecado en esa fiesta? No. Tan solo que no aparentaron ser la mujer del César...
Meluk le cuenta…
GABRIEL MELUK
Editor de Deportes
GABRIEL MELUK
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