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Bogotá, 1970-2015

Como en una recesión en el tiempo, me encontré con la Bogotá gris, fría y lluviosa, de los años 70.

Salvo Basile
Cuando visitamos Bogotá con Jacqueline, casi siempre tenemos la suerte de gozar unas jornadas de sol brillante y de un tráfico que fluye como en cualquier capital civilizada. Y entonces tildo a mis amigos cachacos de exagerados y de quejumbrosos.
Pero esta vez ha sido la debacle completa: como en una recesión en el tiempo, me encontré con la Bogotá gris, fría y lluviosa, como de los años 70, cuando llegamos por primera vez y llovía y llovía, y todo el mundo se vestía de oscuro y la invasión de buses era catastrófica. Hoy, 40 años después, hay carros por doquier, carros andando, carros parqueados, en andenes, en puertas de garajes. Y, no obstante la solución de TransMilenio, que trasporta a millones de bogotanos todos los días, sigue la invasión de buses y se han multiplicado las motos y los carros particulares por millones.
Hagamos cuentas: un solo carro ocupa unos 6 u 8 metros cuadrados, y hay miles de señoras que van a la peluquería solitas en su pichirilo y lo parquean por horas en un espacio público. Unos empleados que llegan a trabajar en su ‘nave’ también la dejan parqueada en mi espacio y el de ustedes. Multiplique esto por los millones de vehículos que nos han invadido con nuestra inconsciente condescendencia.
Y los vendedores de carros entregan ya un vehículo por una mínima cuota inicial. Así que el número de carros se multiplica exponencialmente, mientras que las vías disminuyen por el deterioro, la falta de mantenimiento y la corrupción de nuestro ya famoso ‘carrusel’ de la contratación.
Cuando veo a ciudadanos protestar contra TransMilenio, recuerdo los tiempos de la 10.ª con millares de buses y los pobres pasajeros apiñados en unos cacharros viejos, casi siempre con racimos humanos colgando en la puerta. Y qué tal la displicencia con que hemos recibido el proyecto del metro por unas razones políticas exclusivamente, olvidándonos del bien común y pensando solo en nuestro pequeño interés.
Mi ciudad natal era famosa en el mundo por su tráfico endemoniadamente desordenado, pero hoy, gracias a la implementación de nuevas rutas del tren metropolitano y unas estaciones de ensueño, el ciudadano de a pie tiene muchas posibilidades de llegar a su destino sin tener que soportar la angustia de los trancones y las bocanadas de contaminación que nos amargan la vida en la 'Atenas Suramericana'.
Salvo Basile
basilesalvo@gmail.com
Salvo Basile
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