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¿Más días sin carro?

Urge adoptar medidas que nos preparen para cuando lleguemos a las 500.000 motos o a un millón.

La idea del alcalde Petro de promover un día sin carro al mes se parece mucho al tema de los toros: es pelea de tigre con burro amarrado. Y él lo sabe. Sabe que apelar a las encuestas para preguntarles a los ciudadanos si están de acuerdo con un día más sin carros, o con ponerles fin a las corridas de toros, es ganancia asegurada.
Por un ejercicio de matemática elemental: porque el 80 por ciento de la gente en Bogotá no tiene carro privado. Y porque el 99 por ciento de sus habitantes tampoco sabe lo que es una plaza de toros por dentro o una fiesta brava. Por tanto, decir 'sí' a lo primero y 'sí' a lo segundo resulta relativamente sencillo. (Lea: En el día sin carro, el peatón fue protagonista)
La pregunta que debería hacer el Alcalde es si los bogotanos estarían dispuestos a apoyar un día a la semana sin motos, como ocurre en Montería. O si les gustaría que las motos tuvieran pico y placa, como sucede en Cartagena. O si se deberían prohibir las mascotas en los conjuntos de apartamentos, que hoy generan tantas desavenencias entre vecinos.
Ahí sí quiero ver cuál sería la reacción de los motociclistas, los comerciantes, los animalistas... Pues la obvia: bloquear las vías, entorpecer el normal desarrollo de la ciudad, protestar a la fuerza. Porque es fácil y genera caos. Ya sucedió en otras ocasiones y en varias ciudades del país cuando se quiso meter en cintura a las motos. Es igual a como ocurre con TransMilenio: bastan 10 personas atravesadas en una troncal para colapsar el sistema; basta una protesta de niños de colegio porque su salón de clases está a punto de caerse y se toman una vía.
Ese ejercicio de la autoridad selectiva, de ir a lo seguro, a lo taquillero, no tiene pierde. La practicaba Angelino Garzón en su paso por la Vicepresidencia: llevar la contraria a todo lo que dijera el Presidente de la República, o sea, decir lo que la gente quería oír. Y subía como espuma.
Mucho me temo que aquí pasa algo similar. Yo, encantado de que existieran más días sin carro y sin motos y sin taxis, o de que por lo menos a los primeros los bajaran de los andenes y a los segundos los obligaran a tomar un curso de manejo con todas las de la ley, no un par de lecciones en una calle solitaria. Lo he visto.
Pero ¿es sensato lo que propone Petro? ¿Fue esa la principal lección que dejó el día sin carro del pasado jueves? Humildemente, pienso que no. Por supuesto que vimos una ciudad más vivible; los índices de contaminación se redujeron; el ruido, también; hubo menos peligro en la calle, más bicicletas, un sistema de transporte público que cumplió pese al colapso en algunas estaciones de TransMilenio. Pero la euforia por tales resultados no nos puede nublar la realidad ni puede llevar a hacer demagogia a sabiendas de que aún nos falta mucho por recorrer. Y esas son las otras lecciones que la Administración debería asimilar tras el día sin carro.
Una de ellas es que urge adoptar medidas que nos preparen para lo que será esta ciudad cuando lleguemos a las 500.000 motos o a un millón, en menos de seis años; es perentorio arrancar con una nueva troncal de TransMilenio y terminar de implementar el SITP; quedó en evidencia que el auge del carro no parará y que por tanto se requieren campañas creíbles, que conduzcan a optimizar su uso y mayor calidad en el transporte colectivo para que la gente vuelva a subirse al bus.
Aunque parezca elemental, un andén en buen estado, una cebra bien demarcada, un puente peatonal seguro, una ciclorruta sin obstáculos, un mayor control del transporte pirata, una autoridad que ejerza autoridad de verdad ayudarían enormemente.
El día sin carro dejó tantas lecciones que no vale la pena echarlas a perder con una propuesta tomada al calor de los acontecimientos. Y no estoy diciendo que no deba pensarse. Pero si al menos tuviéramos resuelta la mitad de los problemas que constituyen el 'caballito de batalla' de los amigos del carro y de las motos, seguramente la ampliación de las jornadas sin carro, más que como una amenaza, sería vista como un autocompromiso sincero de querer ayudarle a la ciudad.
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor Jefe EL TIEMPO
@ernestocortes28
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