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Capitalizar a los sectores populares

Para disminuir la desigualdad en la construcción de paz, los sectores populares deben ser partícipes

El libro de Thomas Piketty El capital en el siglo XXI es iluminador para la construcción de la paz en las ciudades y los territorios una vez terminada la guerra, por eso vale dedicarle unas columnas. Esta es la primera.
Lo hago desde la visión del papa Francisco, que en Evangelii Gaudium escribe: “Así como el mandamiento de “no matar” pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no’ a una economía de la exclusión y de la inequidad. Esa economía mata” (53). “Porque si bien el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política, la Iglesia no puede ni debe quedarse al margen de la lucha por la justicia”. (83).
Para Piketty, el capital es el stock de riquezas, o activos no humanos, poseídos en un momento del tiempo, como viviendas o capital financiero, activos profesionales y medios de producción de las compañías y el gobierno. El ingreso es el flujo de dinero correspondiente a lo producido y distribuido durante un año en forma de salarios y sueldos, pero también honorarios, primas, intereses, rentas, dividendos, pensiones, etc., que viene del rendimiento del capital.
Además del salario decente, la proporción de los ingresos que provienen del capital llega a ser importante en los hogares de los países más equitativos, lo cual significa que las personas pueden participar de las ganancias de las empresas, o pueden ahorrar, abrir negocios, tener tierras, o han recibido herencias.
Sin embargo, la dinámica fuerte de la riqueza es a concentrarse y generar inequidad porque la velocidad con la que crece el capital es de tres a cinco veces mayor que la velocidad con la que crece la totalidad de los ingresos. Como lo ha mostrado Oxfam en estos días, en el año 2016, el uno por ciento más rico tendrá la mitad del capital del mundo. De allí las propuestas de Piketty para controlar esta dinámica natural del capitalismo que genera la economía de exclusión e inequidad a la que se refiere el papa.
De todos los casos que estudia Piketty, Colombia es el país de mayor concentración de los ingresos salariales de 1990 al 2010. Desafortunadamente no tiene datos sobre la concentración de la riqueza en nuestro país.
La lectura de Piketty me ha llevado a la conclusión de que si queremos disminuir la desigualdad en la construcción de la paz, tenemos que hacer partícipes del capital a los sectores populares y pobres. El camino no es el regalo mensual de unos recursos por hogar en Familias en Acción, que mantiene a la gente excluida de los bienes de producción y la clava en la pobreza.
Veamos esta vez la situación en los grandes barrios populares de nuestras ciudades. Mis vecinos, de estrato uno, saben de la necesidad de capitalizarse. Todos los fines de semana edifican. Las casas de un piso, incluso las del programa de vivienda gratis, se vuelven de dos y tres y se llenan de inquilinos; así las familias aumentan el ingreso con entradas de arriendo. Parecería que hubieran leído a Piketty. Pero es una capitalización precaria. Muchos no tienen título de propiedad, están endeudados con interés de usura al 5 u 8 por ciento mensual, y los riesgos sísmicos son altísimos, compartir la vida de sus barrios es compartir la incertidumbre de un terremoto que tumbaría como castillo de naipes a nuestros vecindarios de casas apelmazadas de tres pisos, por eso la riqueza neta que tienen, una vez descontadas las deudas y los riesgos, es cero o es negativa.
Si nos tomamos en serio como seres humanos en Colombia, el Estado y las empresas tienen que pensar en un pueblo que tenga acceso al capital productivo. Es necesario para la paz y la seguridad, y sería mejor para la economía.
Francisco de Roux
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