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'Colero', la nueva profesión en Venezuela por filas en supermercados

Desempleados madrugan para quedar de primeros y vender sus lugares a quienes quieren ahorrar tiempo.

REUTERS
Una nueva profesión ha nacido en Venezuela: hacer colas.
El trabajo implica levantarse antes del amanecer, soportar largas horas bajo el sol, esquivar o sobornar a policías, para luego vender el codiciado puesto en la parte delantera de una enorme fila para entrar a alguna tienda. La demanda se ha incrementado al calor del frenesí nacional que ha desatado la escasez sin precedentes de bienes. (En fotos: Las filas en los supermercados de Venezuela).
"Es un poco fastidioso, pero no es una mala manera de ganarse la vida", dijo cuando apenas amanecía Luis, un hombre de 23 años que prefirió reservar su apellido, mientras esperaba en una fila muy cerca de la entrada de un supermercado estatal.
Luis estaba desempleado cuando empezó a trabajar como "colero" a finales del año pasado. Cobra 600 bolívares por cada puesto que cede, un monto equivalente a 95 dólares a la tasa de cambio oficial más baja en Venezuela, pero apenas 3,50 dólares si se calcula al precio del dólar en el mercado negro. Puede hacer fila dos o tres veces al día.
"Viene una señora a las 8 a tomar este puesto. Ya me pagó", comentó sin temor a los gestos de desaprobación de quienes lo rodeaban.
El fenómeno de las largas colas en el país petrolero empezó hace unos dos años, pero se acentuó este mes después de que la temporada navideña exacerbara los problemas de distribución y producción de bienes básicos, dejando fallas en las existencias de productos desde pañales hasta carne y champú o detergente.
Los opositores del presidente, Nicolás Maduro, y de su predecesor, Hugo Chávez, que condujo al país entre 1999 y 2013, afirman que el modelo socialista es el culpable de la continua escasez y de la recesión en la que entró la economía petrolera en 2014, incluso antes de la caída de los ingresos por el desplome de los precios del crudo.
Las nacionalizaciones golpearon a la producción privada, mientras que las importaciones cayeron debido al restrictivo control de cambio. El gobierno alega que las caóticas escenas en los supermercados y farmacias en el país son producto de las compras nerviosas por rumores infundados de caos y por los empresarios que acaparan e inflan los precios, además de la exageración de los medios sobre la escasez.
Alcira García, una jubilada de 60 años, salió a las 4 de su casa en el barrio humilde de Macarao, en el oeste de Caracas, para comprar comida barata. A pesar de sus mejores esfuerzos para alimentar a su familia de cinco miembros, no logró conseguir la carne de res que buscaba. "Pero sí conseguí pollo, arroz, aceite y papel higiénico, así que valió la pena", comentó, cargando sus productos, con precios hasta cuatro veces más baratos que en la red privada.
El subsidio gubernamental a los alimentos ha marcado una gran diferencia en la vida de los venezolanos y es un factor clave para sostener su apoyo entre los más pobres. El reto de Maduro es mantener los precios bajos, más aún cuando los ingresos petroleros se redujeron a la mitad.
La vigilancia ha sido reforzada en los comercios, junto con el aumento de las restricciones para los consumidores, que en algunas tiendas de la red estatal sólo pueden comprar un día de la semana, determinado por el último número de su cédula.
La encuestadora Datanálisis estimó que el 65% de los que esperaron para comprar productos de higiene y farmacia lo hicieron para revenderlos. También calculó que los consumidores pasan en las colas un promedio de ocho horas a la semana.
"Ya estoy harta de esto. Gente corriendo por todos lados", dijo la ama de casa de 27 años Saray Linares, indignada tras recibir empujones durante una rebatiña en el mostrador de un supermercado, a pesar de estar embarazada. "Es horrible. Salvaje."
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