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Editorial: Se fue Germán Patiño Ossa

EDITORIAL
Se ha dicho del gestor cultural caleño Germán Patiño Ossa, en las múltiples notas de prensa que han dado la noticia de su muerte, que se ha quedado sin su padre el reconocido Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez. Se ha hablado de sus investigaciones premiadas. Se ha contado que le dedicó la vida a la cultura, desde la cuna hasta la tumba, pero también se ha recordado que, sobre todo, quiso –con la invención del festival, en 1997, con su paso por la gerencia de Telepacífico, con sus respetados trabajos antropológicos– reafirmar, enaltecer y presentarle al mundo la identidad del Valle del Cauca: si Petronio Álvarez, el compositor de Mi Buenaventura, sigue siendo un referente en el catálogo de la música colombiana, es precisamente porque Patiño Ossa se empeñó en que jamás dejara de serlo, pero ese gran aporte no fue el único.
La ministra de Cultura, Mariana Garcés, recordaba hace dos días, al concederle de manera póstuma una medalla al mérito, lo importante que el literato Patiño fue “para la protección y salvaguarda” de la gastronomía colombiana: Fogón de negros, su estudio de las costumbres culinarias en la novela María, que es uno de los volúmenes de la Biblioteca de Cocinas Tradicionales que él mismo coordinó, rescata las sofisticadas recetas vallecaucanas –los platos hechos con la leche de coco, el jugo de la caña dulce, el fríjol caupí, el guandul– de su refugio en las casas campesinas de la región. Desde los tiempos en que asistía al historiador Eugenio Barney hasta el último día de sus 66 años, cuando falleció de un infarto, Patiño Ossa insistió en que ya era hora de que, de la mano del reconocimiento a los antecesores, llegara el esperado “despertar gastronómico colombiano”.
Siempre le interesaron, en especial, “los aportes a la conformación cultural del país de dos comunidades básicas que normalmente hemos excluido: la indígena y la negra”. Pausado, pero perseverante; tradicionalista, pero progresista, Patiño dejó expresados, en su columna del diario El País, su deseo de paz, su vocación a la tolerancia. Su camino para conseguirlo, el del reconocimiento de lo que fuimos y de lo que somos, es un gran legado.
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