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El atentado contra la sonrisa

Los terroristas causaron luto, pero no vengaron a su profeta.

Tengo ‘rabiya beraca’, como se dice en árabe, para significar que estoy con ira. O ‘la mejilla se moja’, que es otra forma árabe de decir que se está muy triste. La sinrazón mató a cuatro caricaturistas y varios periodistas de la revista satírica Charlie Hebdo, en París, además de dos policías.
Fue un acto brutal y absurdo, cometido por unos terroristas islámicos a los que el arcángel Gabriel no les hizo el milagro que le hizo a Mahoma de niño, allá en la Meca, cuando le abrió el pecho, le extrajo el corazón y le quitó un coágulo negro, que era la parte donde Satán podría seducirlo, y se lo volvió a poner en su lugar.
Ellos, los hermanos Kuachi, o guachis, con Hamyd Murad, que parece fueron los asesinos, llevaban el coágulo en el alma. Acompañados por Satán, el miércoles entraron con armas de asalto, cargadas de fanatismo, y le dispararon al consejo de redacción de la revista, que estaba reunido, creando, rayando libretas, tomando apuntes, pensando, entre el temor y el humor. La mejilla se moja, porque cayeron caricaturistas, dibujantes, periodistas de brillantes carreras, seres humanos, en todo caso, significativos para la sociedad.
Y como en el mundo de hoy casi todo es ojo por ojo, los terroristas también pagaron ayer con sus vidas la brutalidad cometida. Pero el daño está hecho, la prensa está de luto, las libretas quedaron manchadas de sangre, como las libertades...
A los caricaturistas, a quienes admiro, a los de aquí y a los de allá, y los de Alá, es difícil pintarlos, pero les dedico estas letras. En mi corta existencia he tenido relación con varios de ellos. Son ingeniosos; algunos, más bien tímidos. Pero, sobre todo, son una parte sustancial de la opinión periodística. Ellos, con un dibujo cargado de humor, de crítica o de irreverencia, pueden interpretar una parte de la sociedad, como lo hacen los columnistas de prensa. Son columnistas en imagen, y con gran poder de orientación.
En París ofrendaron su vida, cumpliendo su oficio, cuatro de los más reconocidos. Eso es matar la libertad de expresión y es matar el humor. Algo gravísimo, porque es volarle los dientes a la risa, y el que no sonríe no es feliz; y si no se es feliz, se está expuesto a que el diablo le busque el punto negro y se termine, como esos fanáticos asesinos, causando horrendos y condenables actos.
Claro que también hay que medirse, porque vi un dibujo que decía en francés que “el Corán es mierda, pero no sirve para parar las balas”, como para significar que se matan entre sunitas y chiitas a pesar del Corán. Duro. Pero lo que jamás pueden hacer los ofendidos es buscar venganza a plomo. Eso es intolerancia, irracionalidad, es ser muy merdes.
Y cobardes, porque se necesita serlo para llegar con ametralladora a acribillar a quienes están armados con un lápiz. Causaron luto, pero no vengaron a su profeta, como dijo uno, porque consiguieron el efecto contrario: la solidaridad mundial, el repudio, el grito de libertad, mil caricaturas más. Además de inmortalizar a Jean Cabut, a Georges Wolinski, a Charbonnier y a Tignous. Ahora son símbolo y mártires.
La humanidad ha sido tan cruel e intolerante que mata en nombre de Dios. Como echarse la bendición. ¿Cómo haremos para que Satanás no le encuentre el coágulo negro a tanto fanático? Las religiones deberían unirse para pedir tolerancia, para que no haya más odios raciales, religiosos o políticos. Menos mal que aquí, donde nos hemos matado tanto, estamos buscando la paz. Y que no demos marcha atrás, sino que Dios nos coja confesados.
Triste momento vive Francia, cuna de libertades. Hoy sí que es oportuno decir: “París bien vale una misa”. Je suis Charlie!
Luis Noé Ochoa
luioch@eltiempo.com.co 
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