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María Zabala fue a Cuba a pedir resarcimiento por tierras cordobesas

La mujer llegó al centro donde se dan las conversaciones y regó tierra de forma simbólica.

Gudilfredo Avendaño Méndez Especial para EL TIEMPO Montería.
María Zabala, víctima de la violencia paramilitar en la década de los 80 en Córdoba y Mujer Cafam en el 2004, formó parte de la delegación que recientemente viajó a Cuba para ser parte activa de las negociaciones de paz entre el Gobierno y las Farc.
En su equipaje de mano llevó una bolsa llena de tierra que recogió en los campos cordobeses y que regó en las materas que adornaban la lujosa sede de las conversaciones en La Habana.
“Quise dejar el rastro en Cuba de miles de campesinos que han sufrido y muerto por la tierra en nuestro país”, dijo María al regresar a su terruño.
En su intervención pidió el resarcimiento para las familias campesinas que han sido despojadas de sus parcelas por parte de los grupos armados. Hizo énfasis en las familias de Córdoba que, después de haber sido desplazadas por la violencia, pidieron ayuda al Gobierno para un programa de adjudicación de tierras y apoyo con proyectos productivos.
Lo primero se cumplió a medias porque, a través del antiguo Incora, el Gobierno les adjudicó 128 hectáreas en un terreno conocido como Valle Encantado en la zona rural de Montería. Pero la entrega no fue gratis. Debían pagar el 30 por ciento del valor de la tierra con dineros que obtendrían de las ganancias de un programa agrícola que nunca se cumplió. “Entonces fuimos desplazadas de nuestras tierras por grupos ilegales y cuando nos adjudican un terreno que no fue gratis, nos dejan abandonadas y con la deuda vigente”, explicó.
A ello se suma, que en la actualidad no cuentan con títulos de propiedad, lo que las imposibilita a acudir a créditos bancarios. “Por eso fui a La Habana a pedir que a los campesinos que hemos sido víctimas de la violencia nos condonen las deudas porque el Estado no nos ha reparado en su totalidad”, dijo.
Sus palabras en la mesa de negociaciones tenían autoridad. En 1988, un comando paramilitar llegó a la vereda San Rafaelito en zona rural de Montería y masacró a casi toda su familia. Días antes habían amenazado a la gente con asesinatos si no abandonaban sus parcelas.
En estado de embarazo, en ese entonces, María sacó fuerzas para no huir la noche de la incursión armada y enterrar a su esposo, su sobrino y su tío que fueron masacrados e incinerados. Después tuvo que huir con sus seis hijos menores y la criatura en su vientre hacia Montería, donde debió enfrentar serias dificultades económicas.
Pese a un sinnúmero de necesidades, María lideró un proyecto de agrupación de mujeres desplazadas con el fin de conseguirles recursos para su sustento en la capital de Córdoba, lejos de sus tierras. La tarea aún continúa.
Gudilfredo Avendaño Méndez
Especial para EL TIEMPO
Montería.
Gudilfredo Avendaño Méndez Especial para EL TIEMPO Montería.
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