La tecnología puede ser poética. 200 corazones pueden palpitar en el techo de una galería, un software puede lanzar 33 preguntas por minuto hasta el fin del siglo, una pantalla puede arrancarnos los ojos y convertirlos en humo y un centenar de huellas dactilares pueden convertirse en una pared de piel. La exposición del mexicano Rafael Lozano Hemmer en NC-Arte (carrera 5 n.° 26B-76) es poesía pura y el sueño imposible de un geek. “La tecnología es inevitable”, me dice Lozano Hemmer, “una persona normal pasa seis horas diarias frente a una pantalla”.
Lozano Hemmer estudió química. Tuvo algunas “malas amistades” y con un grupo de escritores, ingenieros y artistas empezó a hacer teatro tecnológico. “La ciencia es por definición creativa, pero creo que mi futuro no era un laboratorio”. En 1992 hizo su primera obra individual: un ojo en una pantalla que persigue cada movimiento del público. Hoy, las obras de Lozano Hemmer están en colecciones como la de la Tate Modern y el MoMa. Trabaja con un equipo de diez personas y produce algunas maravillas que producen asombro, sonrisas y una admiración sin mayores fisuras. La exposición de NC-Arte comienza con una pantalla en la que, una vez al frente, el espectador ve cómo sus ojos se queman y de las cuencas vacías salen dos columnas de humo blanco.
La inspiración de la obra viene del martirio de Santa Lucía y su representación pictórica más conocida: la santa con sus ojos en un plato. Lozano Hemmer hace que nuestros ojos se quemen y queden en la parte baja de la pantalla con los ojos de otros que han caído en su “trampa” y han sufrido su martirio.
En la sala principal hay un prodigio mayor: hay 200 bombillas en el techo que, literalmente, palpitan. Hay un sonido –una sinfonía– de 200 corazones. La magia comienza con un dispositivo en el que el espectador toma con las manos dos tubos; el software atrapa los signos vitales y los hace visibles con el titilar de una de las bombillas. Nuestra vida sube y desplaza a la última bombilla de la instalación. Vale la pena quedarse con los ojos en el techo; nunca antes la vida de tantas almas fue tan especial.
Puntilla: gran fin de semana con Artbo, Sincronía, La Feria del Millón, Odeón y las actividades de todas las galerías de Bogotá, de no ser por el horror de los trancones, es fácil pensar que vivimos en el primer mundo y convivimos con lo mejor del arte.
FERNANDO GÓMEZ ECHEVERRI
Crítico de arte
@LaFeriaDelArte