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Patricia Ariza es 50 años de trabajo teatral, activismo político y paz

The League of Professional Theatre Women le rendirá un homenaje a la actriz y dramaturga.

Patricia Ariza está sentada en su ‘Cuarto propio’ –un lugar que llama así en honor al ensayo feminista de Virginia Woolf–. La rodean libros, fotos y documentos históricos que recuerdan su activismo político, que se empezó a desarrollar desde su infancia.
Era la época en que las palabras de Jorge Eliécer Gaitán retumbaban en su casa después de que su padre ponía en el tornamesa los discursos del caudillo, que atesoraba en discos de pasta.
“Una vez salí corriendo porque me asusté –recuerda Ariza–, porque la voz de Gaitán es muy fuerte, una voz que increpa. (Mi padre) me regañó muy duro, dijo que esas eran palabras sagradas y que yo no tenía por qué asustarme”.
Su padre, incluso, fue uno de las artesanos que salió a la calle a protestar por la muerte de Gaitán. Esa pasión incontrolable fue una de las razones que metieron a Ariza en el camino del discurso político fuerte, que incluso ha marcado sus relaciones sentimentales. “Comparto la vida con Carlos Satizábal –apunta Ariza–, que es un intelectual, poeta, también de izquierda, o si no yo no podría, porque creo que una relación afectiva es una larga conversación”.
La artista de 68 años, que nació en Vélez (Santander) y a los pocos años se trasladó a Bogotá con su familia, recuerda las anécdotas en el cuarto iluminado por una estela de varios colores; no solo son sus gafas de marco rojo y su bufanda morada: también, las paredes rosadas, los destellos que se cuelan por el inmenso tragaluz de la sala y las flores y plantas que inundan toda la casa.
Un aura especial que proyecta el lado más íntimo de Ariza, quien ha luchado contra la escasez de dinero para seguir haciendo teatro, que ha montado obras con víctimas del desplazamiento y que reclama con vehemencia el apoyo del Estado para ese arte.
Acaba de recibir el Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos de la ONG sueca Diakonia y, además, The League of Professional Theatre Women le entregará el Premio Internacional de Teatro Gilder/Coigney, por sus 50 años de trabajo artístico. La institución realizará una programación que comenzará el próximo sábado, en Nueva York, y el lunes le entregará el galardón a Ariza en una ceremonia que tendrá lectura de poemas de su autoría.
En los comienzos de su carrera, ella fue uno de los escuderos del maestro Santiago García en la fundación del Teatro La Candelaria, cuyas obras han tocado los temas sensibles de la historia colombiana, desde la Revolución de los Comuneros hasta la aparición del narcotráfico, desde las Guerrillas Liberales hasta las limpiezas sociales.
El maestro Santiago García (izq.) fue quien inició a Patricia Ariza en el teatro, hace ya 50 años. Ambos se conocieron en el grupo de teatro de la Universidad Nacional. Juan Manuel Vargas /EL TIEMPO
Y en su vida lejos de las tablas, también ha estado ligada con esos hechos fundacionales: hizo parte del grupo de entusiastas nadaístas que se adentraron en una isla de Tumaco con la idea de crear una nueva nación. Y también fue una de las fundadoras de la Unión Patriótica, el movimiento político extinguido a balazos en la década de 1980.
Ariza empezó su activismo en la Juventud Comunista, de la mano de la asesinada dirigente María Arango. En esos años solía protestar contra la Guerra de Vietnam y estuvo muchas veces detenida, pero siempre llegaba Santiago García u otro miembro del grupo a sacarla. También era común presentarse en el teatro con los ojos hinchados por los gases después de alguna manifestación.
Pero un día de protesta, cuando la llevaron a ella y a otro compañero a la comisaría de San Fernando, García no pudo llegar. Era una noche de función y el director le anunció al público que no se podría hacer la presentación porque dos actores estaban detenidos. “Ahí estaba el secretario de Gobierno, quien dijo que él había ido a ver la obra y tenía que hacerse. Entonces, llamó a la comisaría y no solamente nos dejaron libres sino que nos dieron para el taxi”.
A la par con los buenos recuerdos, también hubo amenazas, persecuciones, allanamientos a La Candelaria e incluso un intento de irrumpir en su casa. Lo más terrible, apunta, fue la “matanza” de la Unión Patriótica, en la que Ariza era la encargada de la cultura.
Ariza (abajo, a la izquierda) en una foto histórica de La Candelaria.
En esos momentos, se la pasaba de entierro en entierro, despidiendo a amigos como Bernardo Jaramillo o Leonardo Posada. “Era como una pesadilla –recuerda, con un gesto de terror en sus labios–. Yo también fui perseguida, pero eso lo minimizo; me parece que eso no es nada comparado con el dolor tan grande que representa la muerte de esos compañeros”.
Ariza se había ido de su casa a los 15 años y después de su aventura nadaísta entró a estudiar artes en la Universidad Nacional, donde tomó la decisión de subirse a un escenario.
Su debut en el teatro
Esa elección fue otra frustración para su familia, porque “la carrera de teatro era tan incierta...”. Pero la incertidumbre comenzó a aclararse cuando se encontró con García, que estaba montando la obra La vida de Galileo, de Bertolt Brecht, con el grupo Teatro Estudio, de la Universidad Nacional. “Fui a los ensayos de Santiago –cuenta Ariza– y ya estaba hecho todo el reparto, pero él me dijo que tomara notas sobre el montaje... Descubrí el mundo del teatro con esa obra, fue casi como un doctorado”.
En el elenco figuraban jóvenes que terminaron siendo protagonistas del arte colombiano. Allí estaban Carlos José Reyes, Eddy Armando, Miguel Torres y Gustavo Angarita. También fue un montaje cargado de polémica, que obligó a García a renunciar al Teatro Estudio. “Ellos decidieron fundar un teatro independiente donde no tuvieran que depender de ninguna institución... En la fiesta de Galileo, Santiago preguntó ‘¿quiénes se van conmigo?’, y yo, por supuesto, levanté la mano”.
Así fue como nació La Casa de la Cultura, después conocida como Teatro La Candelaria, que comenzó en una casa de la calle 20 con carrera 13, en Bogotá. “Vendíamos unos bonos a cinco mil pesos. En esa época, como Santiago ya tenía tanto prestigio, mucha gente de la élite compraba 10 o 20 bonos. Con eso alquilamos la casa y la convertimos en un teatro”.
La casa convertida en teatro se volvió todo un caldero cultural. No solo estaban los grandes actores, como Kepa Amuchastegui, Vicky Hernández y Consuelo Luzardo, sino artistas como Ana Mercedes Hoyos y Marta Traba. “Allá hacíamos de todo, había cineclub, expusieron Obregón y Luis Caballero. La Casa de la Cultura no fue solamente del teatro sino de todas las artes, fue un hecho de fundación cultural”.
No obstante, el grupo terminó debiendo un año de arriendo y todo se convirtió en un melodrama, según rememora Ariza. “Nos iban a meter a la cárcel; yo me acuerdo de que lloraba a toda hora”. Finalmente, se descubrió que la casa era de Julio Mario Santo Domingo, y el magnate les comunicó que estuvieran tranquilos, que no les cobraba nada, pero que se fueran de la casa.
Ya el grupo había dejado sus huellas en la ciudad, tanto que el Concejo de Bogotá hizo un aporte de 300.000 pesos, que se usaron para comprar la sede donde actualmente funciona el teatro, en el barrio La Candelaria. “Los vecinos nos dijeron que ahí había unas guacas y nosotros empezamos hacer unos huecos, pero nunca aparecieron las guacas, sino que se nos encareció mucho la construcción”.
Después del ejemplo de La Candelaria, empezaron a surgir otros grupos independientes, como el Teatro Libre, La Mama, El Local e incluso la Corporación Colombiana de Teatro, fundada y dirigida por Ariza. “La Corporación era muy fuerte, muy poderosa, no en el sentido tradicional sino en cuanto a que ese movimiento realmente llegó a conectar como un sistema nervioso la cultura nacional; había grupos de municipios que uno ni siquiera sabía que existían”.
Otra de sus facetas son los festivales. Actualmente dirige el Alternativo de Teatro y el de Mujeres en Escena, pero empezó en la década de los 70 con los Festivales del Nuevo Teatro. “Eran inmensos, duraban meses –dice–. Primero se hacían las muestras municipales, luego las regionales y después se hacía el festival en Bogotá. La gente venía y dormía en el teatro. En La Candelaria, la tras escena se llenaba de camarotes”.
Su día a día
Fuera del teatro y de la política, Ariza disfruta pasar tiempo con su hija, Catalina (que tuvo con el maestro García), y sus dos nietos. También comparte con amigas como Florence Thomas y Martha Cecilia Vélez, y se la pasa ensayando la nueva obra de La Candelaria, un montaje sobre Camilo Torres, que se estrenará el próximo año.
Pero lo más importante, enfatiza, es Santiago García, que se ha venido alejando de la dirección de La Candelaria por los problemas de salud que conlleva su avanzada edad (85 años). “La relación hoy es de un afecto impresionante –comenta–. Él viene aquí a la casa y yo paro lo que esté haciendo. Santiago está bien, alegre, rodeado de afecto”.
La Candelaria sigue en sus arduos procesos de creación colectiva. Ariza dice que el grupo está en una difícil crisis económica, pero en un superávit artístico. “Vamos a estrenar un montón de obras nuevas, pero también vamos a mantener el repertorio con las obras de Santiago, que son un tesoro, un patrimonio de este país. La crisis económica nos afecta muchísimo porque no hay plata para montar las obras”.
Hace poco, le llegó un video de una jornada de paz en la que participó hace 30 años en Caquetá. Al verlo, su mirada brilla, se llena de una ilusión mezclada con nostalgia. Reconoce con emoción a los que están sentados, sus colegas César ‘Coco’ Badillo y Hernando ‘Poli’ Forero, y a quien habla en la tarima: Vicky Hernández.
Ese viaje al pasado también tiene una fuerte conexión con el presente, porque Ariza cree que las negociaciones de paz en La Habana pueden ser otro hecho fundacional. “El tema de la paz es muy complicado porque se está haciendo sin contar con los artistas y los creadores, sin contar con el arte y con la cultura. Me parece muy grave porque si no se aclimata la paz en el imaginario de los colombianos y las colombianas, es muy difícil que se dé”.
También se emociona con los primeros cincuenta años de La Candelaria, que se cumplirán el 6 de junio del 2016. “Vamos a echar la casa por la ventana”, repite cada vez que se menciona el venidero aniversario.
Por ahora, ella sigue celebrando su propio medio siglo.
YHONATAN LOAIZA GRISALES
Cultura y Entretenimiento
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