Tras 18 horas de trabajo de parto en un hospital de Los Ángeles, los españoles Jordi Salinas y Josep Vidal pudieron abrazar a Marina, su recién nacida. Este hecho, que marcó para siempre sus vidas, ocurrió en septiembre del 2011, pero la historia se remonta al 2009, cuando los dos hombres decidieron ser padres mediante una gestación subrogada.
El procedimiento, conocido popularmente como ‘vientre de alquiler’, consiste en que una mujer asume el embarazo de un bebé que, una vez nacido, se entrega a una pareja que, en la mayoría de casos, ha pagado todos los costos, desde el momento de la inseminación hasta el alumbramiento.
La chilena Carla Alejandra Vidal Avilés y su marido, el español Ramón Spa Carvajal, también son padres por gestación subrogada, y también lo lograron en Estados Unidos. El pequeño Ramón, que llegó al mundo en abril del 2012, ahora vive en la población catalana de Mataró.
Marina y Ramón entraron a España con actas de nacimiento donde figuran como hijos legales de sus respectivos padres pero desde febrero hasta julio pasado ellos y muchos niños vivieron en un verdadero limbo legal, porque los consulados españoles no inscribían a bebés nacidos por subrogación. La orden venía desde el Tribunal Supremo, que consideraba que se estaba violando la Ley de Reproducción Asistida de 2006, en la que figura como “nulo” cualquier contrato que se establezca con una madre gestante.
Queda claro que la subrogación no es legal en España pero sí lo es en Estados Unidos, donde está regulada desde hace 30 años y se calcula que nacen unos 2.000 niños al año por este procedimiento. Según datos de la asociación Son Nuestros Hijos, 800 parejas españolas (tanto gays como heterosexuales) viajaron en el último año a Estados Unidos para hacer una subrogación, pero hasta hace muy poco la legislación española se negaba a reconocerles a sus hijos, a menos que la gestante renunciara a la filiación y a la patria potestad, y los padres iniciaran una adopción.
![]() La chilena Carla Alejandra Vidal Avilés y su marido, el español Ramón Spa Carvajal, también son padres por gestación subrogada. El pequeño Ramón, que llegó al mundo en 2012. |
“La cuestión es que en Estados Unidos esta renuncia ya se da en el sexto mes de embarazo y queda ratificada en una sentencia judicial que nos da la filiación a los padres. Cuando llegamos al hospital, este tema lo tenían súper controlado y figuramos desde el principio como padres legítimos”, recuerdan Carla y Ramón.
Gracias a la evidencia de testimonios como este y a la presión mediática de Son Nuestros Hijos, que recogió 80.000 firmas, el Ministerio de Justicia de España anunció hace poco que daba orden a los consulados para que se volviera a permitir la inscripción de estos niños como hijos de sus padres españoles –un logro de facto que las asociaciones buscarán se quede para siempre en la ley de reforma de los registros civiles–.
Se atiende así la petición de las asociaciones pero también se cumple con una sentencia que viene directamente del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Esta máxima instancia condenó a mediados de junio a Francia por no reconocer la paternidad de dos parejas con niños nacidos en Estados Unidos mediante subrogación. En su sentencia, los jueces de Estrasburgo consideraron que se atentaba contra el derecho a la identidad y a la nacionalidad de los niños, sólo porque sus padres no pueden concebirlos de manera natural. En estos casos, según el Tribunal, prevalecen los derechos de los menores sobre la potestad del estado francés para legislar sobre la subrogación.
Los padres de Ramón acudieron a la subrogación porque a Carla le fue extirpado el útero en la adolescencia por una malformación, pero sus ovarios seguían funcionando bien. “Era emocionante saber que podíamos tener un hijo propio, con nuestros genes, porque en la fecundación se utilizaron mis óvulos y el semen de mi esposo”, explica ella.
En el caso de Jordi y Josep, cada uno fecundó con su semen nueve óvulos de una donante –distinta de la mujer que llevó a la bebé en su vientre– en un procedimiento in vitro. Después, a la ‘portadora’ se le implantaron dos embriones, uno fecundado por un padre y el otro, por el segundo. Uno de ellos se convirtió en Marina.
Para esta pareja, el tema supuso un proceso de aceptación que involucró a toda la familia. “En mi caso no hubo mucho problema, porque mi familia es muy abierta, pero en el caso de Jordi fue muy difícil. Sus padres tuvieron que aceptar, en muy poco tiempo, que tenían un hijo gay, que tenía novio, que se casaba y que iba a ser padre”, cuenta Josep.
De hecho, la necesidad de casarse surgió a raíz de la decisión de ser padres. Ellos son pareja desde 1999 y contrajeron matrimonio en medio del proceso de subrogación porque “si le pasaba algo a alguno de nosotros, no queríamos que ningún familiar pudiera intervenir en la custodia de nuestra hija; queríamos que nuestra relación se visualizara como algo formal, que se reconocieran nuestros derechos y se respetara la voluntad de los dos respecto a la niña”.
Carla y Ramón crearon el blog Parejade3.com para contar su historia y lograr “que la gente no se esconda ni vea el tema con vergüenza”. Jordi y Josep hacen parte de las asociaciones Son Nuestros Hijos y Familias Lesbianas y Gays “porque tenemos que apoyarnos y luchar juntos”. A ellos les preocupan los temas legales, como que el Ministerio de Empleo emita una orden para que se otorguen ayudas sociales y licencias de paternidad y/o maternidad a los padres de niños nacidos por subrogación, pero también que sus hijos sufran algún tipo de rechazo, como la homofobia.
Más allá del dinero
Por ahora, la polémica en torno de la subrogación no se concentra tanto en el futuro de los niños como en el procedimiento como tal. Beatriz Gimeno, reconocida feminista y activista por los derechos de los gays, lesbianas, transexuales y bisexuales, hace pública su oposición al contrato de subrogación, porque hay dinero de por medio: “Se trata de mercantilizar el cuerpo de la mujer. En cuanto se abra el mercado, asistiremos a una explotación de mujeres pobres para familias del primer mundo”. En este sentido, lo que más preocupa a Gimeno son las condiciones en las que son contratadas las mujeres de países como India, México, Ucrania y Tailandia, donde también se permite la subrogación, pero no está tan legislada, como en Estados Unidos.
En este último país se exige que la mujer que va a prestar su cuerpo ya haya sido madre, tenga un trabajo estable y supere varias pruebas psicotécnicas para valorar su idoneidad.
“La última palabra en todo este proceso la tiene la gestante, y quienes se oponen (a la subrogación) están dudando de la capacidad de las mujeres sobre su propia vida. Esta clase de gestación no consiste en el alquiler de un vientre ni de un cuerpo, sino en un acuerdo voluntario entre personas informadas, adultas y libres. Es el compromiso de una mujer para cuidar un embrión, un bebé, mientras sus padres no pueden hacerlo”, puntualiza Aurora González, secretaria de la Asociación por la Gestación Subrogada en España, que pretende llevar al Congreso una iniciativa legislativa popular para que el proceso sea legal en este país.
Ramón Spa confía en que dentro de unos años el tema sea aceptado por la sociedad española, tal como sucedió con el matrimonio entre homosexuales, “porque el concepto de familia está cambiando”. Además, lo indigna que se subestime a las mujeres que deciden ser ‘portadoras’ y lo ve como un ataque a la inteligencia emocional de estas personas. “Ellas están encantadas de poder ayudarte y son conscientes de que el hijo que llevan en su vientre es de una pareja que no puede gestarlo. El hecho de que se les pague compensa las molestias del embarazo y de la responsabilidad que asumen”, sostiene.
Las parejas que acuden a la subrogación en Estados Unidos pagan entre 90.000 y 120.000 euros (unos 300 millones de pesos) por todo el procedimiento, viajes incluidos, de los cuales cerca de 20.000 van a la gestante, que en la mayoría de los casos dice utilizar el dinero para garantizar la educación de sus propios hijos.
Que famosos como Ricky Martin, Miguel Bosé, Sharon Stone, Angela Basset o Sarah Jessica Parker hagan público que acudieron a la gestación subrogada anima a muchas parejas a tomar la decisión, pero quienes ya han pasado por el proceso saben que la aceptación social puede ser un camino largo.
“Ninguna de mis amigas lo entiende. Les parece estupendo que seamos padres de Marina, pero no entienden que una mujer sea capaz de desprenderse de un bebé que ha estado en su vientre durante nueve meses. Ellas lo ven desde el punto de vista de las madres”, cuenta Josep Vidal.
Ni él ni su esposo, Carla o Ramón consienten que se frivolice con el tema de la subrogación. Para todos ellos supuso un gran esfuerzo económico, familiar y emocional, y están dispuestos a explicarles a sus hijos cómo fueron concebidos y quién fue la mujer que hizo realidad su deseo de ser padres.
El caso colombiano
“Por ley, la mamá en Colombia es la que tiene el parto. Y ese es el obstáculo legal que existe para la maternidad subrogada”, dice el ginecólogo Juan Luis Giraldo, del Instituto de Fertilidad Humana (Inser), quien señala que su uso no está prohibido en la Constitución –de hecho, hace cinco años, la Corte le pidió al Congreso regularla–, pero que no hay una legislación que toque el tema.
Las voces sobre la conveniencia o no de abrirle la puerta al alquiler de vientres son disímiles. Ana María de Brigard, especialista en derecho médico, llama a la mesura: “Es un conflicto bioético muy serio que requiere respuestas maduras y no pupitrazos”.
Y agrega: “Una ley mal diseñada puede ser más nociva que no tener ley”.
Entre tanto, Inser está buscando, con abogados, “la forma de que sea seguro legalmente para la paciente”, pero que no se haga por dinero, sino solo entre familiares. Algo que, para Brigard, es ilegal: “Las adopciones no se hacen a dedo”.
ZULMA SIERRA
Para EL TIEMPO
Barcelona (España).