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La mala estadística que calentó las presidenciales en Brasil

Un informe estadístico con errores mantiene perplejo a todo el arco político brasileño.

ARTURO LEZCANO
El pasado jueves se divulgó el estudio que retrata anualmente a Brasil a través de indicadores socioeconómicos. Se llama Encuesta Nacional de Hogares (PNAD) y es elaborada por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).
En ella se advertía con grandes letras que pese a disminuir la pobreza, por primera vez en veinte años aumentaba la desigualdad y que el desempleo crecía por vez primera desde 2009.
Los datos repercutieron ese mismo de manera exponencial en la campaña, con críticas firmes de la oposición contra las políticas del gobierno: "Estamos en una triste realidad", asestó Marina Silva (PSB). "El Brasil que distribuía su renta ahora vuelve a reconcentrarla, así que la presidenta deberá explicar a la población por qué va a entregar un país peor del que recibió", concluyó Silva.
Aécio Neves (PSDB) fue mas allá al decir que "el desarrollo económico y el progreso social corren serio riesgo debido a la incompetencia del PT, que ha fracasado incluso en las áreas en las que la presidenta acostumbra a ostentar como sus principales banderas".
Y Dilma Rousseff, mientras, intentó capear el temporal diciendo que sobre el empleo lo que importa "es la calidad, no la cantidad, y 2013, es el año de la calidad en el trabajo. Nadie ha perdido en Brasil".
Sin embargo, enseguida se produciría una vuelta de tuerca hasta convertir el asunto del informe en un episodio esperpéntico que ha provocado el sonrojo generalizado.
Veinticuatro horas después de la publicación de la PNAD, los responsables del IBGE anunciaron unas horas después un error inédito en sus 77 años de historia: donde se decía que la desigualdad había crecido basándose en el índice Gini, de la ONU, pues había pasado de 0,497 a 0,499 (donde 0 es la igualdad máxima), al día siguiente se convirtió en un notable 0,495.
Dicho de otra manera, si el jueves se habló de que el 10 por ciento más rico había avanzado en su renta más que el 10 por ciento más pobre, el viernes se dio la vuelta. Se mantiene, eso sí, el crecimiento del desempleo, del 6,1 al 6,5 por ciento. Y el empleo formal, que viene creciendo sostenidamente en el siglo XXI, subió por encima del 76,1 por ciento.
Pese a las explicaciones, el daño ya estaba hecho. El error se originó en el cálculo llamado "expansión de la muestra", o sea, la extrapolación de datos recogidos en una parte proporcional de la población brasileña. en este caso, 362.000 personas sobre 201 millones de brasileños.
El problema llegó cuando el IBGE sobreestimó el peso de siete estados por entre el resto. Las críticas arreciaron, pero en otra dirección dentro del gobierno, que controla el órgano estadístico: "La desmoralización de las instituciones es una marca perversa de la administración del PT.
Su ansia por el poder hace que los datos positivos, que podrían ser celebrados, están bajo sospecha. Nadie los va a creer ahora", censuró entonces el candidato Aécio Neves. Marina Silva coincidió en su desconfianza por lo que entiende que son motivaciones políticas. Y la propia ministra de Planeación, Miriam Belchior, responsable última del instituto, reconoció que "la presidenta está perpleja por un error tan básico y sin hacer la comprobación correcta".
La ministra anunció que se creará una comisión de manera inmediata para depurar responsabilidades. Más allá de lo ocurrido y del baile de decimales, los analistas expresan su preocupación por el futuro inmediato de Brasil (con las finanzas declinando se prevén nuevas bajas en el empleo) y anuncian un antes y un después tras las elecciones de octubre, más allá de un hipotético cambio de partido: según los expertos el país necesita cambios estructurales, además de políticas sociales, para alentar la distribución de la riqueza.
De lo contrario, dicen, el milagro brasileño se quedará en otros índices que marcan el desarrollo y que también recoge la Encuesta: sigue disminuyendo el analfabetismo, el trabajo infantil y mejora el saneamiento de las viviendas, el consumo de electrodomésticos y el acceso a la tecnología e Internet. Pero la economía sigue mandando y no disfruta de la misma salud. Como tampoco lo hace, a la vista de los hechos, la estadística.
ARTURO LEZCANO
Para EL TIEMPO
RÍO DE JANEIRO
ARTURO LEZCANO
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