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El restaurante Juana La Loca: Más diseño que cocina

Este restaurante tiene un diseño creativo, pero su comida no está a la altura del lugar.

MAURICIO SILVA
Entiendo que sea el lugar de moda porque, en efecto, se trata de uno de los locales más bonitos de Bogotá, suspendido en el piso tres del Hotel EK, en la calle 90 con carrera 11.
Y por supuesto que reconozco y aplaudo el nivel de su diseño, que es impresionante: un juego de cuatro cubos. Uno para la entrada (que ya es impactante), otro para su cocina abierta (por la que hay que atravesar sí o sí), el tercero para el salón (con un mobiliario sencillamente exquisito) y, el último, para su terraza (con vista al parque de la calle 88).
Y claro que entiendo que sea el sitio donde se cierran los grandes negocios, todo en medio de un acoplamiento muy bien pensado de bronces y maderas, más lámparas y telas de color crema. ¡Precioso!
Pero, ¿y la cocina?
Primero que todo, no se trata de una carta muy amplia –lo cual no está para nada mal, por el contrario–, sino de un menú muy puntual de cinco entradas, cinco sopas, cinco arroces, cinco carnes y cinco pescados, promedio.
Sin embargo, después de las tres visitas que en rigor siempre hago a los restaurantes, debo concluir que su cocina está muy por debajo de su propuesta estética. Y eso es lamentable, porque no lo merece.
Yo no sé ustedes, pero a mí, básicamente, a un restaurante me gusta ir a comer. Pero aquí, ese concepto parece estar en un tercer renglón: primero la pinta, luego las chispas de los tragos y, ahí sí, la comida.
Ya había escrito en la revista 'Donjuan' que no se trata de una cocina demasiado elaborada, pero sí de gran producto, de gran materia prima. Pero hasta ahí, y eso no es suficiente.
En mi primera visita me fui con un par de dudas: ¿Será intencional el poco nivel de elaboración? ¿Se excedieron en hacer todo tan simple? En la segunda visita, las confirmé. Y en la tercera, me reconvencí.
De todo lo que probé, solo puedo decir que el rollito crujiente de cochinillo trufado ($ 29.000) es impecable. De resto, nada sorprende: una cocina apenas correcta, con momentos, incluso, desabridos.
Ejemplo de ello, las alcachofas al carbón de entrada ($ 14.000), insípidas; o los canelones de langostinos ($ 29.000), chiquitos y sin gracia; o los raviolis rellenos de alcachofas con salvia y mantequilla ($ 28.000), desabridos y descuidados; o la corvina a la brasa con sofrito italiano ($ 31.500), sin sal.
En la segunda visita pedí una pieza de campeonato –por la calidad del trozo–, el chuletón de 800 gramos, para dos personas ($ 79.000). Pero hubo que ponerle sal. Concluyo, entonces, que el chef tiene problemas de sal.
En la tercera visita pedí un pappardelle con rabo de toro y foie con ralladura de queso manchego ($ 36.000), y la mitad del rabo de toro era nervio.
Y lo mismo pasa con sus postres: simplones. La última vez pedí un María Luisa de arequipe ($ 12.500), muy pero muy soso.
Por otra parte, el restaurante también tiene esa moda tonta de tener los acompañamientos “extra”, todos a $ 8.500, ya sea el puré, las papas fritas, las papas criollas o la ensaladita verde. Esto, sumado a los platos fuertes, resulta muy poco barato.
¡Lástima! Seguramente todo esto es corregible –y lo digo de corazón–, gracias a que el lugar, repito, es esplendoroso.
Pero debo decirlo: si a usted lo que realmente le gusta es que lo sorprendan gratamente con la comida, este no es el lugar.
Ahora, si para usted lo importante es que lo vean en un lugar suntuoso, esta es su casa; lo cual jamás ha sido un problema.
Juana la Loca
Cl. 90 N°. 11-13. Tel.: 256 7500. Bogotá.
MAURICIO SILVA
MAURICIO SILVA
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