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Reforma tributaria debe ser estructural, según Anif

Sergio Clavijo ve mal el futuro de la economía colombiana y habla de la próxima reforma tributaria.

Todo el mundo sabe que se viene una reforma tributaria encima. ¿Qué tan fuerte será? ¿Hay que esperarla con terror o con sentido del deber por los compromisos adquiridos por el Gobierno en equidad, educación y paz?
Lo primero es hacer conciencia a nivel de gremios, del Congreso, del Ejecutivo, de los empresarios, de que se requiere una señora reforma tributaria integral. El propio gobierno Santos II, en el arranque, ha dado palos de ciego, primero con un enfoque minimalista, “no, aquí no se requiere sino taponar el tema del 4 x 1.000, repetir el impuesto patrimonial y listo”. Pero se vinieron unos nubarrones grandes, primero, con el tema de Isagen, que representa un grave daño al financiamiento de la infraestructura del país; segundo, con la necesidad de revisar a la baja los modelos de proyección del petróleo, el gas y el carbón, lo cual va a secar las fuentes tributarias del 2015 en adelante; tercero, con el desfinanciamiento de la infraestructura 4G. Se necesitaría ser muy miope para no darse cuenta.
¿Y hacer qué?
Hacer una reforma tributaria estructural. Porque, si hacemos tres separadas, la del presupuesto del 2015, la de la caída de los recursos y después la de la paz, el Gobierno va a pasar, no de hacer una reforma tributaria cada año y medio, sino cada 6 meses.
¿Pero cómo hacemos para que los colombianos sientan que esa plata va a estar bien invertida? La justicia dedicada a perseguir el delito de opinión, y la corrupción rampante…
Forma parte de la desazón de la gente de bien: se siente engañada con los impuestos que paga, cuando por un lado hay corrupción y, hay que decirlo, cuando el propio Gobierno ya está anunciado una amnistía patrimonial a los que no pagan.
Por ahí se dice que la idea de esta reforma no solo sería poner a pagar más a los colombianos, sino poner a más colombianos a pagar…
Los números de Anif nos dicen que seguir recargando la parte tributaria sobre las mismas empresas de siempre dará un golpe durísimo a la inversión. Pensar en que el resto de los tributos vayan vía impuesto patrimonial, o bien impuesto a los dividendos contra el mismo capital, no es una buena estrategia de competencia. Llegó el momento de copiar el modelo europeo por el lado de la tributación.
¿Y cuál es ese?
El de los impuestos indirectos. Colombia cree que con un IVA del 16 por ciento sale adelante y logra proveer infraestructura, hacer la paz, etc. En España, el IVA se acaba de subir de un solo tajo del 19 al 21 por ciento, la media europea es del 22 por ciento, la media de América Latina es del 19 por ciento. En Chile, que tanto nos gusta, cuando negociaron los tratados de libre comercio, automáticamente subió el IVA del 18 al 19 por ciento.
¿No solo subir el IVA, sino ampliarlo?
Me parecería una torpeza insistir en gravar más la canasta básica. Eso es pegarse un tiro con un banano. La Corte Constitucional declararía al otro día inconstitucional esa reforma. Sería algo más elemental, como subir el IVA del 16 al 17 por ciento para los próximos dos años y para los dos subsiguientes, al 18 por ciento. Con eso, que a la gente le suena exagerado, quedaríamos por debajo de la media del IVA de la región y recogeríamos un punto del PIB adicional en recaudos.
Pero el Gobierno necesita recaudar el equivalente a dos puntos del PIB…
Hasta lo de subir el IVA, vamos en la mitad de la tarea. ¿El otro 50 por ciento sacarlo de dónde? Aquí hay que ir con pies de plomo y afinar el lápiz. Por ejemplo, a la clase media que percibe salarios en la escala alta la clavaron con el Iman. Hoy está bordeando el 20 por ciento, podría subir ir al 23 por ciento. Y no crea que decir esto no me toca el bolsillo ni me duele, porque soy uno de los afectados.
Sería castigar más a los empleados…
Pero a los que más ganamos. Los que ganan menos, en el rango de los 4 a 5 salarios mínimos, seguirán igual. No pagan nada. Los que estamos arriba y le apostamos a la paz y a la mejor educación tenemos que poner un granito de arena, siempre y cuando el proceso de paz no vaya a ser un conejazo. Que las Farc terminen deponiendo las armas y dejando el narcotráfico.
¿Primero se hace la reforma y nos echamos la mano al bolsillo o esperamos los resultados del proceso de paz para ver si valen la pena los resultados para invertir en él?
No da espera. Infortunadamente, como se nos está viniendo la estantería minero-energética a la baja, ya no vamos a exportar 1’200.000 barriles al día, sino que vamos probablemente para 900.000, y a la vuelta de 2 años, para 750.000. En carbón ya no vamos a exportar 130 millones de toneladas, sino probablemente 85 por la revolución Shale gas-oil de los Estados Unidos. No podemos ser miopes.
¿Se nos acabó la gallina de los huevos de oro?
Así es. Hay que aterrizar, y por lo tanto el Gobierno debería tomar el liderazgo, no arrancando con esquemas minimalistas de estar haciendo una reforma tributaria cada 6 meses. Que saque las cuentas claras y nos diga cuál es la plata que va a hacer falta.
¿Eso quiere decir que la reforma tributaria Cárdenas salió mal, y ahora tenemos que salir corriendo a rellenar huecos? Tenemos que recaudar 12,5 billones para este año, y lo que está planeado solo alcanza para recaudar 8 billones, faltan 4,5 billones.
Santos I escribió en piedra “no incrementaré los tributos” El ministro Cárdenas llegó a mitad del partido y no tuvo alternativa distinta a jugar con las promesas del director técnico, que ya sabe que para el segundo tiempo tiene que hacer cambios, si quiere ganar el partido.
O sea: inevitablemente Santos II aumentará los impuestos…
Sí. De esa necesidad es consciente el Presidente. Si bien en el corto plazo Colombia crece a su potencial del 4,5 por ciento, las necesidades en educación, en salud universalizada y homologada al alza, y en infraestructura hacen urgente aprovechar los 100 primeros días frescos de Gobierno, cuando el capital político todavía es positivo.
¿Pero no será que también es necesario que el Gobierno le ponga orden al gasto?
Es cierto. Los empresarios están muy molestos, porque solo les piden plata pero no se ven los resultados ni la moderación en el gasto operativo del Gobierno.
Pero en Francia acaban de tumbar medio Gobierno para acabar con sus políticas de austeridad…
Es que el mundo anda patas arriba. Pero concretamente Santos II no puede aprobar la reversa, en el abaratamiento de la mano de obra, de Santos I con el encarecimiento de las horas extras y los dominicales, cuando en buen momento el desempleo del país se perfila cercano al 8 por ciento, cifra que no vemos desde hace 20 años. Esa zancadilla de Santos II a Santos I sería un desastre, por Dios.
¿Qué debe hacer el Gobierno: gravar a las empresas, lo cual afectaría la inversión y la creación de empleo formal y haría más difícil eliminar la pobreza y consolidar la paz porque habrá menos trabajo? ¿O es éticamente aceptable que los nuevos impuestos recaigan solo sobre el trabajo?
En esa reforma estructural ideal, todos ponemos. Las clases trabajadoras tendremos que pagar más IVA, y entre los que más ganamos vamos a tener que pagar más Iman. Pero en relación con las empresas, no se puede secar la inversión como ocurre en Brasil, que solo está creciendo al 1 por ciento, lo cual podría costarle la presidencia a la señora Dilma.
¿Hablando de la crisis del petróleo, no subestimamos ese desastre de la última rueda petrolera?
Estamos repitiendo el expediente de Cusiana-Cupiagua. 20 años después le pregunto: ¿qué quedó de eso? El robo de las regalías. El país no aprovechó su cuarto de hora. Esta minibonanza ya está pasando. Según proyecciones de Santos I, duraría hasta el 2018, pero el ejemplo que usted pone indica que, en pleno 2014, ya se acabó.
¿Y qué va pasar, si el petróleo representa la mitad de las exportaciones del país?
Así es. El cálculo que tenemos en Anif es que al Gobierno se le van a caer los ingresos por lo menos en un punto del PIB, lo cual indica que ya no nos faltarían 2 puntos sino 3. ¿Será capaz el Gobierno de ponerse unas gafas futuristas, para darse cuenta de que los ingresos no van a estar a la altura de lo que requiere el país y menos si se consolida el proceso de paz?
Pero por lo menos la deuda pública está controlada...
Hay que decirlo, el ministro Cárdenas, con lo juicioso que es, va a cumplir a rajatabla la regla fiscal. ¿Pero en esa materia no estaremos siendo más papistas que el Papa? Si Estados Unidos está en el 110 de endeudamiento (como porcentaje del PIB), Europa en el 100, Japón en el 240, ¿qué carajos hace Colombia bajando su deuda de 40 a 20? No le va a alcanzar la plata ni para hacer vías ni para mejorar la calidad de la educación, ni para hacer la paz.
Lo que nosotros hemos propuesto –no tenemos muchos adeptos– es reformar la regla fiscal para acomodar gastos en formación bruta de capital, no en gastos operativos; en construir la infraestructura que permita mejorar la competitividad y aprovechar los tratados de libre comercio, porque como vamos, nos estamos quedando únicamente con petróleo-carbón, y se están cayendo esos volúmenes. Flaco favor le hacemos al agro y a la industria, con una regla fiscal que controla el endeudamiento, pero que no les provee los bienes públicos básicos para ser competitivos.
O sea, ¿tiene razón la oposición cuando dice que no nos pinten tanto pajarito de oro en la economía, y que hay que mirar lo que viene?
Hay que aterrizar. Colombia atraviesa por un buen momento: crecimiento del 4,6-5 por ciento este año, inflación bajo control, un déficit en la cuenta externa manejable, un endeudamiento público de 40 puntos del PIB. Aprovechemos el cuarto de hora para hacer las reformas estructurales que toca y no esperemos a estar contra la pared, ahogados y boqueando, para ir a plantear las reformas necesarias al Congreso. En eso vamos a estar a la vuelta en uno o dos años, si no hacemos la tarea. Ojalá figuras capaces de entender eso en el Gobierno dejen de politiquear. Ya ganaron las elecciones. Ahora sí a lo que vinieron: a gobernar.
MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO
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