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La cenicienta de las campañas políticas

Tenemos más información y experiencia para hacer una revisión a fondo de la política de innovación.

La paz o la guerra, dos palabras que definieron la bochornosa campaña que concluyó la semana pasada. A pesar de su inmensa importancia para Colombia, la realidad es que ambas pertenecen al pasado de una historia que nos impide ver el futuro como sociedad. Y, mientras tanto, el mundo cambia a gran velocidad.
El conocimiento es el activo más importante del siglo XXI, el que mueve hoy estos cambios. El desarrollo del talento humano es el medio para su utilización, y, por lo tanto, es un imperativo fundamental para cualquier sociedad que quiera tener un proceso competitivo sostenible. La ciencia, la tecnología, la innovación, la creatividad y el emprendimiento son los pilares visibles de esta avasalladora realidad.
La solución de la complejidad de los problemas de la sociedad, así como la creación de valor para las empresas, estarán cada vez más asociadas a la capacidad de tener un capital humano creativo e innovador, que sepa utilizar las ventajas de la ciencia y la tecnología. Pero, también, de contar con gente emprendedora, que se arriesgue a fallar, a proponer soluciones novedosas, y sea capaz de llevarlas a cabo.
No es una casualidad que estos temas estén en el centro de las políticas de desarrollo de las naciones más avanzadas y de los casos recientes de éxito, como Corea, Israel y Singapur. Esto explica la gran importancia de haber colocado por primera vez la innovación como un pilar fundamental del Plan de Desarrollo en este gobierno.
En mi concepto, esta política fue la más importante apuesta de futuro de la administración Santos. Y, sin embargo, a pesar de su tremenda relevancia, fue el patito feo de este gobierno y pasó casi invisible para la sociedad colombiana. A este asunto, como a otros en esta administración, le faltó el liderazgo necesario para darle la verdadera importancia como una política transversal.
No hay un punto de política pública que no se beneficie de contar con mucha creatividad e innovación. Estos son dos componentes fundamentales para escribir el nuevo capítulo de la historia colombiana como nación relevante y en paz en el contexto internacional.
Y, no obstante, durante la campaña política reciente, fue la cenicienta olvidada de todos los candidatos, incluyendo a Santos. Increíble pero entendible, cuando somos una sociedad amarrada a su pasado. Tenemos una incapacidad pasmosa para construir persistentemente un futuro que nos permita enfrentar exitosamente los cambios acelerados que vamos a seguir experimentando.
Después de cuatro años, hoy tenemos más información y experiencia para hacer una revisión a fondo de la política de innovación. Recientemente, Fedesarrollo publicó un trabajo en el que se plantean ajustes necesarios en este sentido.
El asunto se vuelve urgente cuando, por presiones de los gobernadores, el Gobierno propone no someter a un control previo el dinero de las regalías. Pero también porque se inicia la construcción del nuevo Plan de Desarrollo.
Hace más de un mes, Connect Bogotá, en asociación con Empresarios por la Educación y la Fundación Telefónica, promovió ‘Innovación + Educación = Desarrollo + Paz’. La unión de estas dos palabras como motores del desarrollo y de la paz para Colombia es innovadora y una gran oportunidad. Así se evidenció durante el evento, al que asistieron más de 600 personas e invitados internacionales.
Este, al igual que una carta firmada por 15 rectores y 33 empresarios de todo el país, dirigida a las diferentes campañas, es una invitación para que en los siguientes cuatro años haya una verdadera política de Estado de largo plazo en relación con la innovación y la educación.
El futuro de nuestro país depende de ello.
FRANCISCO MANRIQUE
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