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¿El fin de la guerra?

Muchos marchan por voluntad propia en defensa de sus vidas y las de su gente.

La principal función del Estado es la de velar por la vida, honra y bienes de los asociados, que somos todos. Y para ello requiere reservarse el monopolio de la fuerza por parte de organismos legítimamente constituidos. Negar eso es poner en peligro la supervivencia misma del Estado y de la Sociedad en aquel representada.
Cuando una sociedad está amenazada en su supervivencia, en su libertad, en sus condiciones de vida, no tiene más camino que enfrentar ese desafío con determinación y valentía porque de no hacerlo el resultado será más calamitoso que el que se pretende evitar al hacer concesiones. La Historia lo demuestra.
Ahora, preguntarle a una madre si prestaría sus hijos para la guerra conduce inevitablemente a una trampa argumentativa que induce la respuesta, pues, como es obvio, nadie quiere que los suyos pongan en riesgo sus vidas. No obstante, esa misma madre clamará contra el Estado cuando sus hijos sean víctimas del crimen o la violencia, por lo que todos los Estados tienen que conformar por obligación sus cuerpos de seguridad y defensa.
Claramente, es injusto que solo los pobres tomen las armas en defensa del resto, pero hoy no llevan a los soldados maniatados al campo de batalla para evitar las deserciones como en la Campaña Libertadora. En cambio, las Farc no les preguntan a las madres si van a prestar sus hijos para la guerra sino que los reclutan a la brava, desde la más tierna infancia. De ahí que tratar de igualar a las instituciones con criminales sea, eso sí, jugar con la paz.
El comercial de Santos evoca la exigencia de las Farc de debilitar las Fuerzas Militares, cosa que el Presidente niega que vaya a hacerse. Sin embargo, las Farc acaban de presentar un documento titulado ‘Proceso constituyente abierto para la transición hacia la Nueva Colombia’, cuyos “lineamientos generales” dejan muy claro que ellos no pretenden adherirse a nuestra democracia sino fundar un Estado totalitario de corte comunista.
¿Esa es la paz de Santos, por la que hay que votar? Si las víctimas fatales por acción guerrillera ya solo alcanzan poco más del 2 por ciento anual, unos 370 homicidios de alrededor de 17.000 (Forensis 2010 y 2011), ¿por qué las condiciones de la negociación tienen que ser tan favorables para las Farc y tan desfavorables para los colombianos?
Santos dice ser un gran admirador de Winston Churchill, pero se comporta como el apaciguador Neville Chamberlain. Cuando Chamberlain permitió que Hitler se apoderara de los Sudetes (Checoslovaquia) para evitar la guerra con la Alemania nazi, Churchill le dijo: “Escogió la humillación y también tendremos la guerra”. Y ya en medio de la conflagración le advirtió al pueblo británico que la victoria le costaría “sangre, sudor y lágrimas”: “defenderemos nuestra isla cueste lo que cueste... lucharemos en las playas... lucharemos en los campos y en las calles... lucharemos en las colinas... nunca nos rendiremos...”. ¿Se imaginan si Churchill les hubiera preguntado a las madres si prestarían sus hijos para la guerra?
Como hemos visto en Colombia, cuando el Estado no hace su parte pueden aparecer grupos de autodefensa que tampoco les pedirían a las madres que presten sus hijos para dar plomo. Pero, de hecho, muchos marchan por voluntad propia en defensa de sus vidas y las de su gente. Y cuando no se da el surgimiento de grupos paramilitares, como en México, la ausencia de Estado deriva en simple criminalidad (Venezuela), pandillismo (Centroamérica) o guerra civil (Siria).
Lo que Santos ofrece no es el fin de la guerra sino la destrucción de nuestro Estado de derecho. Tanta manipulación de la paz en el debate electoral merece ser castigada en las urnas.
SAÚL HERNÁNDEZ BOLÍVAR
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