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Reingeniería a la educación

Ninguna economía desarrollada del mundo utiliza jornadas dobles.

Eduardo Behrentz
En días recientes ha sido de amplia difusión el deficiente desempeño de Colombia en las pruebas Pisa (Programme for International Student Assesment), el esquema de evaluación estandarizado administrado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) que permite comparar países de diversas condiciones socioeconómicas y culturales. Mientras se destaca que hemos tenido la disposición de dejarnos medir con mecanismos típicamente utilizados por naciones de economías superiores a la nuestra, generan preocupación los bajos niveles alcanzados en lo que sabemos representa el principal componente para lograr avance social.
Los resultados en mención no podían ser distintos. Ya sea por desatención, desconocimiento o incompetencia de quienes han liderado estos procesos, el conjunto de elementos que determinan la calidad de un sistema de educación pública (en particular en los niveles de básica y media) los estamos ejecutando de forma contraria a lo deseable.
En primer lugar, como consecuencia de necesidades de décadas pasadas, nuestro esquema de educación pública sigue basado en el uso de la doble jornada escolar, en donde dos grupos de estudiantes asisten al colegio diariamente, uno en la mañana y otro en la tarde. Con este enfoque se busca ampliar la cobertura optimizando la infraestructura existente. Si bien esto ha sido exitoso en el objetivo de alfabetizar a una gran proporción de la población colombiana, al mismo tiempo ha limitado la calidad de la educación impartida y ha sido un promotor de inequidad.
Nada más perverso que un sistema en donde egresados de colegios privados han pasado más del doble del tiempo en sus aulas en comparación con sus pares de colegios oficiales. Ninguna economía desarrollada del mundo utiliza jornadas dobles y ningún país que contemple dicho mecanismo en su educación pública logra buenos resultados en las pruebas Pisa. Esto significa que no hay escenario razonable en donde la estrategia de mejoramiento de calidad no incluya el uso de jornada única. Esto debe venir acompañado de currículos y contenidos pedagógicos que aseguren un uso eficiente del tiempo en las aulas para evitar dilapidar el inmenso esfuerzo que se requeriría para implantar el esquema en referencia.
Un segundo elemento igualmente relevante tiene que ver con la dignificación de la labor docente, en donde el principal objetivo es atraer a las mejores mentes para que enfrenten la más importante de las tareas dentro de la sociedad. No podríamos estar más lejos de esta meta. Mientras discursos electorales distraen la atención de las prioridades y se hacen promesas simplistas y de alcance limitado, como aumentar los salarios de los maestros, pasa desapercibido que según las Pruebas Saber Pro (el mecanismo de evaluación estandarizado y de carácter oficial en Colombia), quienes se están entrenando para llevar a cabo la labor docente hacen parte del grupo de profesionales peores evaluados del país.
Incrementar salarios en ausencia de exigentes criterios de calidad y competencias profesionales lo único que logrará es politizar aún más un gremio que ha decidido ser ignorante de la realidad observada en sociedades avanzadas y progresistas, en donde los maestros no se sindicalizan sino que se agrupan en organizaciones que propenden por la excelencia de su actividad.
Necesitamos comprometernos con una política de Estado seria y de largo plazo encaminada a mejorar la calidad de la educación pública. Esto requiere, según lo antes descrito, una reingeniería de fondo en donde se abandone la búsqueda de victorias tempranas y en su lugar se busque encaminarnos de forma consolidada y sostenible en la senda del progreso que tanto anhelamos.
Eduardo Behrentz
@behrentz
Eduardo Behrentz
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