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Agua o petróleo, un falso dilema

Orlando Cabrales Segovia
Esta semana, en el norte del país, los colombianos fuimos testigos de la afinidad entre energía y agua. La población de Maicao, en La Guajira, comunidad que ha vivido problemas de sed por más de cinco décadas, vio cómo a través de un pozo exploratorio se logró conseguir una gran fuente de agua. Usando tecnología y técnicas de perforación de hidrocarburos, el Servicio Geológico Colombiano y el Ministerio de Minas y Energía lograron producir agua potable que será aprovechada de una manera continua y sostenible.
Han surgido diversas versiones que culpan al sector hidrocarburífero por la crisis de agua en Casanare. En este departamento, la industria de hidrocarburos tan solo consume el 0,7 por ciento del agua consumida, una cifra mínima comparada con el uso de otros sectores. Además, la industria del petróleo utiliza en promedio el 1 por ciento del área total del bloque asignado para las plataformas de perforación y las eventuales facilidades de producción, y por cada hectárea intervenida existe la obligación de reforestar 3 hectáreas. Para el caso de Paz de Ariporo, la industria de hidrocarburos ha utilizado 600 hectáreas, que corresponden al 0,04 por ciento del total del área del municipio.
También se dice que la actividad sísmica produce daños en los acuíferos, que hacen que el agua que se utiliza para consumo humano se disuelva en las capas del subsuelo. Nada más lejano a la realidad. Estudios nacionales e internacionales así lo atestiguan, y la guía ambiental existente en Colombia establece unas salvaguardias para que las pequeñas detonaciones que se utilizan en la actividad exploratoria guarden ciertas distancias de los nacederos de agua. Además, si estas acusaciones fueran ciertas, los sismos naturales que ocurren diariamente en el país, que liberan una energía significativamente superior a estas detonaciones inducidas, ya hubieran dejado al país sin acuíferos.
Debo insistir en que el agua y la actividad hidrocarburífera no solo no son excluyentes, sino que con las prácticas adecuadas se puede aprovechar el recurso hídrico. Antes que ser un gran consumidor de agua, la industria es un gran productor de este recurso. La extracción de hidrocarburos viene acompañada de agua subterránea, no de acuíferos, que se encuentran a grandes profundidades y los cuales se podrían emplear, previo tratamiento, para diferentes propósitos, como es el riego para plantaciones agroindustriales.
En cuanto a las perforaciones en yacimientos no convencionales, estas reciclan entre un 70 y un 80 por ciento del agua utilizada, de acuerdo con estadísticas internacionales. En cuanto a esta actividad específica –mitificada e incomprendida–, debo reiterar que el país puede estar tranquilo del ejercicio riguroso y serio que se llevó a cabo en el Gobierno, con los mejores expertos internacionales, para la elaboración del marco regulatorio que asegure que esta actividad se lleve a cabo de manera responsable y sostenible, resguardando los acuíferos aptos para consumo humano.
Los yacimientos no convencionales constituyen una gran oportunidad para aumentar sustancialmente nuestras reservas de crudo y gas, que nos permitirán seguir apalancando el desarrollo de nuestro país.
Actualmente, el Ministerio de Minas y Energía impulsa una política pública de gestión integral del recurso hídrico para que proyectos como el de La Guajira puedan ser reproducidos en toda Colombia, confluyendo agua e industria hidrocarburífera bajo un mismo objetivo, y así evitar que tragedias producidas por el cambio climático, como las de Casanare, se sigan repitiendo.
Agua y petróleo no son antagonistas. Son el futuro y el gran desafío que tiene este país para impulsar el desarrollo sostenible y mejorar la calidad de vida de todos los colombianos.
Orlando Cabrales Segovia
Viceministro de Energía
Orlando Cabrales Segovia
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