El destino da oportunidades de formas inesperadas, y de esto puede dar fe un deportista, que pasó de participar en competencias olímpicas convencionales a las paralímpicas, obteniendo grandes triunfos en las dos.
Apasionado, luchador y sereno, así es Jesús Augusto Romero Montoya, a quien el destino, de una forma poca ortodoxa, le ha enseñado que el dolor hace parte de la vida, pero sufrir es una opción que, en definitiva, él no quiso tomar.
Este hincha del ‘glorioso’ Cúcuta Deportivo, hace parte de la selección Colombia de Boccia, un deporte paralímpico de estrategia y precisión en el que compiten atletas con discapacidades totales o parciales de sus extremidades, disciplina que hizo parte de los juegos Parasuramericanos Santiago 2014, en los que Romero vio el fruto de la semilla que cultivó en dos años de fuertes entrenamientos.
Y a pesar de que en los paralímpicos lleva tan poco tiempo, Jesús no es ningún amateur en este tipo de actividades de alto rendimiento, ya que desde los 5 años incursionó en el mundo de la gimnasia, el cual lo llevaría a ser campeón nacional, Panamericano y Suramericano en diferentes categorías, torneos que le dieron el cupo directo para participar en los juegos olímpicos de Atenas en el 2004.
Sin embargo, el 12 de marzo de 2002, un mal movimiento en la práctica de gimnasia le generó un daño irreparable en su médula espinal, dejándolo cuadrapléjico, episodio que apagó la llama olímpica que él llevaba en su corazón.
“A partir de ese suceso mi hermano se desmoralizó deportivamente, creyó que su carrera había finalizado para siempre. Tomó una actitud apática ante la vida, además era algo grosero con las personas de la familia, pero nosotros, aunque nos dolía, no le reprochábamos ese comportamiento, porque no era para menos; lo que le pasó fue un golpe muy duro para todos, pese a esto nadie podía sentir esa pena tan profunda como el mismo Jesús”, dice Reinel Andrés Romero Montoya, hermano del deportista.
Fue un año duro para Romero y su familia desde todos los puntos de vista, hasta el económico, porque ese accidente les generó grandes gastos en las medicinas del atleta y en una operación que lo ayudaría a recuperar un poco de movilidad en algunas partes de su cuerpo; adicionalmente, como dice el viejo refrán: “al caído caerle”, porque tres meses después de la tragedia, se les quemó la casa.
No obstante, según cuenta Reinel, la esperanza entró por la puerta de los Romero Montoya en forma de obispo, quien “se encerró por cuatro horas con mi hermano para hablar. Nadie sabe que le dijo, pero hasta el día de hoy hemos disfrutado de los efectos positivos de esa charla”.
Y es que, como ya lo dijo Aristóteles: “la esperanza es el sueño del hombre despierto”, una esperanza que rompió las cadenas de la frustración y la rabia de Jesús, quien como el ave fénix revivió de entre las cenizas para triunfar y luchar.
Pero para ese momento de su vida, este cucuteño no sabía que los caminos de la vida lo conducirían de nuevo hacia la vida deportiva.
“Hace un tiempo se realizaron en Cúcuta unas competencias de Boccia, un deporte que era totalmente desconocido para nosotros, pero que nos generó mucha curiosidad; entonces le dije a mi hermano que fuéramos a ver de qué se trataba” explica Reinel. Y así fue, los dos llegaron al sitio del evento, observaron el juego y se dieron cuenta que Jesús era apto para participar en esta disciplina.
De ahí en adelante la palabra que define la vida de Romero es triunfo, ya que con tan solo 20 días de entrenamiento en este deporte participó en un campeonato, que se realizó en Cali en el 2012, en el cual ganó oro. Desde entonces ha jugado en cuatro torneos, en los que ha obtenido la victoria.
Pero, sin duda, el día mas feliz para este atleta, como lo afirma él mismo mientras las lágrimas recorren su rostro, fue cuando le dijeron que iba a formar parte de la Selección Colombia de Boccia: “cuando escuché eso volví a llorar de alegría, sentí que todo lo que uno hace vale la pena, porque el deporte es lo que llevo en la sangre. Esa noticia significaba volver a sentir ese cosquilleo en la panza cuando estás compitiendo, pero sobre todo ese orgullo de volver a representar a mi país, lo que me genera un sentimiento tan pleno, que aún no logro definir”.
En definitiva, se trataba del regreso de este luchador a las competencias de alto rendimiento, quien llevó su talento y tenacidad del deporte convencional al paralímpico, el cual le ha dado grandes triunfos al país, dejando su nombre en alto en torneos de talla mundial.
Una mirada al mundo del Boccia
Para Jesús lo que se aprende no se olvida, ya que, según él, la experiencia que tuvo cuando fue gimnasta y el roce internacional del que gozó le ha servido para ser un jugador estratega en Boccia, que requiere mucho análisis y suspicacia. Se juega con una bola roja y una azul, cada una representa un país. La competencia inicia con el que tiene la bola roja, quien debe lanzar primero una bola blanca, luego hace lo mismo con la roja, que debe quedar lo más cerca posible a la blanca; después el de la bola azul la lanza con el mismo fin y el que quede más cerca a la blanca obtiene punto. Se juega por sets, y el que haga más puntos será el ganador.
Se juega en cuatro categorías que se determinan de acuerdo al tipo de discapacidad del deportista, Jesús, por ejemplo, participa en la categoría BC3, a la que pertenecen personas con dificultades para sostener, agarrar o lanzar la bola, por ello necesitan un auxiliar, que atenderá exclusivamente a las indicaciones del jugador, quien, para poder realizar su tiro utiliza una canaleta.
El auxiliar de Jesús es su hermano, el cómplice de sus victorias, quien, a pesar del gran sacrificio familiar y laboral que tiene que hacer para lograr entrenar y participar con su familiar, se siente feliz de formar parte del mundo del alto rendimiento.
Lo cierto es que para estos hermanos el suceso de hace 12 años fue una segunda oportunidad, que llevó a la familia Romero Montoya hacia la unión y la esperanza, y a Jesús le enseñó que no es difícil ser feliz cuando se tienen las ganas de vivir. En definitiva, como él mismo lo expresa: “la discapacidad es mental, todo está en la actitud y en la pasión que se tenga por la vida y por la actividad que uno desempeña”.
TATIANA LIZARAZO CORREA
Redactora de EL TIEMPO