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Librerías que se niegan a morir en Bogotá

En la ciudad existen espacios consagrados a crear lectores y a salvaguardar la buena literatura.

Una ciudad sin librerías, carente de toda oferta independiente, es una ciudad enferma, condenada a la práctica insostenible de una cultura moribunda. Pero una ciudad que solo cuenta con librerías de aeropuerto (esos lugares fríos, con luz blanca, lejos de toda intimidad; espacios en los que la gente entra, se pasea, busca algo, no encuentra nada y se va) no mejora todavía su mortal diagnóstico.
Sin embargo, contra toda lógica comercial, los libros, esos objetos con la vida propia de una bestia dormida, aún tienen quien soporte su existencia física en Bogotá: Prólogo, Luvina, La Madriguera del Conejo, ArteLetra,agrupados en la Asociación Colombiana de Libreros Independientes.
Prólogo, fundada en el 2007 (casi al tiempo que Tornamesa y Casa Tomada), fue creada por Mauricio Lleras. “El espíritu inicial era ese, que fueran pequeñas librerías, con un librero, especializadas en pequeñas cosas”, dice.
Es como en si en esos espacios minúsculos se denunciara la ficción fácil y se defendieran las buenas letras, a contracorriente de una tendencia galopante por hacer de los libros un objeto impersonal.
Y aunque en la mayoría de los casos el negocio no da pérdidas, pero tampoco grandes ganancias, su supervivencia se juega a diario en un combate a muerte por crear lectores constantes, críticos. Conversando con ellos, sondeando sus gustos. Desmitificando el lugar común de que los bogotanos no leen.
“Sí leen. Lo que pasa es que las estadísticas hacen una pregunta a la cual nadie contesta la verdad: el que lee 100 libros no sabe que leyó 100. La pregunta debería ser: ‘Cuando usted quiere leer ¿dónde busca? ¿Tiene bibliotecas o librerías cercanas?’ ”, sostiene Adriana Laganis, propietaria de ArteLetra.
Sus dueños, libreros de vocación, padecen por lo general de un mal irremediable. Y no es el de las causas perdidas. Es algo así como lo que definió alguna vez el escritor Vila Matas como la descripción clínica de un mal literario o el Mal de Montano: una fijación desmedida por la literatura. Una confianza en ella para resolver muchos de los problemas que hoy no encuentran solución en las grandes coyunturas: educar a mejores personas, superar la inmediatez de todo conocimiento.
Adriana conoce bien la importancia de su trabajo. “Esta es una profesión de altísimo nivel: exige estudiar permanentemente. Hay que ser selectivo con lo que le estás mostrando a la ciudad. Es un trabajo serio, en una ciudad que requiere tanto esto”, afirma.
Por suerte, Bogotá aún cuenta con figuras convencidas de que el libro no va a desaparecer, de que el coletazo de la literatura digital, si llega, dejará vivos a los verdaderos lectores.
“No es solamente vender cosas, sino que hay algo cultural y social implícito. Habiendo tan pocas librerías en términos de una ciudad tan grande, nosotros somos un foco y acá llega gente de todas las escalas de la sociedad colombiana”, cuenta Édgar Blanco, de la Madriguera del Conejo.
Nada indica que su ideal de mundo vaya a prosperar. Pero queda claro que su desaparición le costaría caro a una ciudad como Bogotá: dejaría un vacío insalvable en los lectores.
Luvina, en pleno centro
Ubicada en la carrera 5.ª n.° 26C-06, en La Macarena, Luvina -en homenaje a un cuento de Rulfo- no solo es un librería sino que cuenta también con ciclos de cine, talleres de escritura creativa y conversaciones con escritores. Su especialidad es la literatura universal. Su dueño, Carlos Torres, es también escritor y ha publicado varias novelas.
El lugar es frecuentado por los extranjeros del sector.
La Madriguera del Conejo
La librería, ubicada en la carrera 11 entre las calles 85 y 86, por el lado oriental, es atendida por David Roa y Édgar Blanco, ambos estudiantes de Literatura. El nombre viene del primer capítulo de ‘Alicia en el país de las maravillas’. Cuenta con una oferta amplia de literatura universal y de revistas y libros digitales.
Prólogo, librero de vocación
Prólogo, ubicada en carrera 9.ª n.° 81A-19, es atendida por su dueño, Mauricio Lleras, uno de los libreros que más conocen el oficio en Bogotá. Fundada en el 2007, la librería tiene una colección grande de literatura colombiana y narrativa general, además de biografías y libros de historia.
SANTIAGO GÓMEZ LEMA
Redactor de EL TIEMPO
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