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Experimento en Latinoamérica

Moisés Naím
En Venezuela están matando estudiantes y el Gobierno cierra un canal de televisión que se atrevió a transmitir las protestas callejeras. Argentina sigue su desenfrenada carrera hacia el precipicio económico. Los presidentes de toda América Latina se reunieron en una cumbre democrática... en La Habana. La economía brasileña entró en recesión y el 2014 será su cuarto año seguido de anémico crecimiento económico. Últimamente, los brasileños salen a las calles no a bailar, sino a protestar. En el 2013 Brasil sufrió la mayor fuga de capitales en más de una década.
¿Es fin de fiesta en América Latina? No.
Mientras las malas noticias de esa región proliferan, cuatro presidentes latinoamericanos se reunieron en Cartagena para concretar un pacto económico: la Alianza del Pacífico. Lo integran México, Colombia, Perú y Chile. Es tentador ignorar la noticia y pasar la página. ¿Qué puede ser más aburrido que una cumbre de jefes de Estado?
Pero esta vez puede que sea un error no tomar en serio este intento de integrar las cuatro economías más exitosas de Latinoamérica. Son los países de mayor crecimiento económico y menor inflación de la región. En conjunto, representan el 36 % de la economía de América Latina, el 50 % de todo su comercio internacional y el 41 % de toda la inversión extranjera. Si esta Alianza fuese un país, sería la octava economía más grande del mundo y la séptima potencia exportadora. Sus cuatro integrantes lideran las listas de las economías más competitivas de América Latina. Dado que el comercio entre estos cuatro países es tan solo el 4 % de su comercio total, el potencial para que crezca mucho y rápido es enorme.
En esto, la Alianza del Pacífico no tiene nada de nuevo: América Latina tiene una larga historia de proyectos de integración económica animados por un gran potencial pero que, en la práctica, han fracasado. Mercosur es un buen ejemplo. Cuando, en 1991, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay anunciaron la unión de sus economías hubo un gran entusiasmo. El potencial de integrar a dos gigantes como Brasil y Argentina era obvio. Lamentablemente, después de más de una década, el comercio entre los miembros de Mercosur es un magro 15 % de su comercio total (mientras que con Europa es el 20 % y con China, el 14 %).
La Alianza del Pacífico no fue bien recibida por los líderes de Mercosur y otros bloques regionales. El boliviano Evo Morales, por ejemplo, afirmó que era una conspiración urdida en Washington para dividir a la región. Rafael Correa, el presidente de Ecuador, la describió despreciativamente como “más neoliberalismo, más libre comercio”. En Brasil, Lula da Silva declaró que la Alianza era un intento de revivir el aborrecido Consenso de Washington. Marco Aurelio García, el principal asesor internacional de Dilma Rousseff, calificó la iniciativa de “irrelevante”.
¿Qué responden los cuatro presidentes de la Alianza? “No estamos contra nadie. Esta es una alianza económica y no una iniciativa política”. Juan Manuel Santos, el presidente de Colombia, ha dicho: “Tenemos una visión común del manejo de nuestras economías, actitudes comunes hacia la inversión extranjera y respeto por la propiedad privada”.
Pero quizás la respuesta más contundente han sido las decisiones de los cuatro países. Ya han eliminado aranceles al 92 % de los productos, así como la necesidad de visados para quienes viajan entre sus países promoviendo comercio e inversiones. Han sentado las bases para la integración de sus bolsas de valores, y en varios países una sede diplomática común representa a las cuatro naciones de la Alianza.
La lista de las razones por las cuales la Alianza del Pacífico tampoco va a llegar a nada es fácil de hacer. Pero la lista de los incentivos que tienen estos países para lograr que tenga éxito es igualmente larga. Y esto cambiaría el mapa económico de América Latina.
Moisés Naím
Moisés Naím
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