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Hollman y Darío

A cuántos amigos amenazados no vi caer o por lo menos correr para evadir la amenaza. Como el secuestro, que es el crimen más oprobioso, la amenaza siembra el pánico en la mente del señalado y lo pone a morir en vida. No puede salir a la calle ni en el carro y la cercanía de cualquier desconocido le parece sospechosa, pues pudiera ser el sicario. Una moto que se aproxime es la seña del ángel exterminador. Ni siquiera puede tener absoluta confianza en el cuerpo de guardias, cuando de él se dispone. Y lo peor es que no solo debe resguardar el cuerpo del atentado latente, sino que a ello se agrega la preocupación por los familiares, la esposa en el mercado o los hijos rumbo al colegio. Esto debió padecerlo en carne propia uno de nuestros míticos periodistas radiales –con Yamid Amat y Juan Gossaín–, el influyente y poderoso director de noticias de Caracol, Darío Arizmendi, cuando en marzo del 2007 tuvo que poner pies en polvorosa, saliendo hacia el autoexilio, acompañado de su esposa y aparentando el más bajo de los perfiles. Todo el gremio de comunicadores se conmovió y cerró filas en actitud solidaria.
Señalo el contraste con el descomedido riposte del felizmente recuperado Darío Arizmendi, ante el conocimiento de amenazas al colega Hollman Morris, gerente de Canal Capital, quien ya ha tenido que salir del país tres veces por el mismo motivo. “Se trata de un hecho doloroso y repudiable que amenaza la libertad de prensa en Colombia en cabeza de un periodista con una trayectoria profesional ampliamente conocida.” Esta frase, rubricada por el gerente general de Caracol cuando las amenazas a Arizmendi, fue la que debió de repetir Arizmendi ante las amenazas a Hollman Morris, así este tenga un estilo de trabajo técnico e ideológico diferente, por cierto más moderno, más valiente y más eficaz. Pero veamos.
A las 5:20 de la mañana del 7 de febrero, en diálogo con el periodista que le hacía la segunda, se le escucharon expresiones tan lamentables como estas, omitiendo los énfasis: “¿Sí estará de verdad amenazado Hollman Morris, o será una posición ahí para recibir más protección?...”. (Campanero: “Hollman Morris ha sido un periodista siempre caracterizado por trabajar con ONG, siempre digamos con el bando...”.) “¿Usted cree que el Canal Capital tiene tanta influencia, tanto cubrimiento, tanto poder, para que haya fuerzas que intenten interceptar su señal y bloquearla? ¡Por favor! No me crean tan bobo...”. (Campanero: “Hay mucha gente que hace negocios con las amenazas y adquiere mejor nivel de vida…”.) “¿Usted se imagina ‘los Rastrojos’ o ‘los Urabeños’ amenazando por carácter ideológico?...”. (Campanero: “... con la situación que está pasando la administración Petro, seguramente no se sabe de dónde llegan esas amenazas). Son autoamenazas”.
La periodista Gloria Ortega Pérez ha dirigido una carta, bastante motivada y argumentada, al respetable señor Juan Luis Cebrián, presidente del Grupo Prisa, de España, dueño de Caracol Radio Colombia. En ella pide que Arizmendi sea desenganchado de la cadena. Alega que su empleado Darío “difunde e incita al odio a través de un medio de información en contra de un ciudadano, (lo que) desborda cualquier posibilidad de comprensión, tolerancia, respeto y sentido humano”. La carta al señor Cebrián se propone ser firmada en forma masiva.
Desde luego que no voy a firmarla, pues sé que para muchas encumbradas personalidades la pantalla es superior a la vida. La actitud despectiva y el acuse de fraude en sus denuncias de amenaza de muerte del colega “de un canal sin influencia, cubrimiento ni poder” no amerita para que pierda su lonchera. Bastaría con que presentara disculpas públicamente por el exabrupto, a la manera de mi general Barrero.
jmarioster@gmail.com
Jotamario Arbeláez
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