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El arriero invidente que carga de todo en el oriente antioqueño

Por El Carmen de Viboral un hombre transita realizando una labor ancestral que se extingue.

GUILLERMO OSSA
Víveres, electrodomésticos, materiales de construcción y hasta animales transporta Mauricio Ciro Orozco a diario por los agrestes caminos de El Carmen de Viboral, oriente antioqueño.
Las veredas Santo Domingo, Santa Rita, El Retiro y Guayaquil, en trayectos que duran hasta seis horas, son algunos de los lugares por donde este campesino camina ejerciendo el viejo oficio de la arriería.
Para Mauricio el ser ciego no es un impedimento para arrear su recua de mulas. “Se pierden más fácil mis compañeros que yo”, dice entre risas.
Y es que, pese a que no puede ver, se mueve por trochas como si tuviera una aguda visión. Su mapa mental no falla, le da la ubicación exacta.
Las destrezas de este arriero van más allá de caminar junto a sus mulas. Además de herrarlas, monta la carga y la amarra.
La discapacidad de Mauricio empezó a los 6 años de edad. Según médicos que lo atendieron, el consumo de carne de cerdo contaminada es la causa de su ceguera.
A medida que crecía aprendió, al lado de sus padres, las labores del campo y fue familiarizándose con el ambiente y los caminos.
Hoy, a sus 30 años, sigue levantándose todos los días de madrugada a realizar una labor ancestral que ya muy pocos practican y que poco a poco se extingue: la arriería.
Cada una de sus mulas puede cargar hasta 80 kilos en promedio. Tiene seis para realizar su trabajo. Los amarres que hace son perfectos. La carga no corre peligro de caerse o de lastimar al animal.
30.000 pesos es la suma de dinero que este arriero cobra por llevar una carga. El precio varía dependiendo del recorrido y de lo que transporte. A veces, incluso, le toca llevar animales.
“Ninguna persona se puede echar a morir por una discapacidad, hay que luchar”, asegura Orozco.
GUILLERMO OSSA
Reportero gráfico de EL TIEMPO
Medellín
GUILLERMO OSSA
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