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¿Sí es cierto que la crisis de la industria musical llega a su fin?

Los efectos positivos del repunte del negocio de la música, vistos en perspectiva global y nacional.

CARLOS SOLANO
Se sabe que la música nunca morirá. Siempre estará presente en todas partes. De lo que no hay certeza es de la sostenibilidad del modelo de negocio de la industria musical, que desde la masificación del MP3 se declaró en crisis y desde entonces se ha visto obligada a sortear todo tipo de embates.
Eso no es nuevo. De hecho, suena a la misma retahíla de siempre.
Pero ahora, y después de más de una década, esta industria por fin empieza a reportar crecimiento en ventas y, con ello, ver la luz al final del túnel. Esa es la conclusión más general del Mercado Internacional del Disco y de la Edición Musical (Midem), el evento más importante en torno al negocio de la música, que se celebró hasta ayer en Cannes, Francia.
"Nunca antes en toda la década pasada habíamos estado tan cerca de esa vuelta a la senda del crecimiento", dijo Bruno Crolot, director del Midem en rueda de prensa. Algo del panorama actual, en cifras: los ingresos del negocio discográfico a nivel mundial se incrementaron un 0,3 por ciento -desde 1999, la cifra había sido negativa- con respecto a 2012.
No suena muy impresionante, pero significó vender 500 millones de dólares más que el año pasado (pasó de 16.000 a 16.500 millones) ¡En algo tiene que oxigenarlos!
En algunos países, el crecimiento es muy significativo: Suecia aumentó 13,8 por ciento; Brasil, 9 por ciento; Francia, 7,2 por ciento, y Japón, que es uno de los mercados más grandes, 4 por ciento.
Frances Moore, jefe ejecutiva de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI), señaló en su informe del 2013 que el optimismo que se había notado en el 2012 no se había extinguido y que el año que acaba de finalizar "es el mejor desde 1998, la dirección hacia el crecimiento es clara".
Nicolas Galibert, presidente de Sony ATV Music Publishing de Francia, prefiere no ser tan positivo y apuntó en su conferencia en Midem que el tema no es de crecimiento, sino de hacer sostenible ese crecimiento.
Si es cierto que la crisis llega a su fin, de todos modos será un final agridulce, pues algunas de las consecuencias parecen irreversibles. El negocio se transformó en todos estos años, y lo grave es que algunas de esas transformaciones se dieron de forma tardía. Por ejemplo, el salto a las plataformas digitales de streaming. Para los cuatro grandes sellos mundiales (Universal, EMI, Warner, Sony), el daño ya está hecho: hoy ya no son cuatro, sino tres.
EMI Music se extinguió en el 2012 (un año antes, sus deudas fueron adquiridas por el Citigroup) y todo su portafolio de artistas fue comprado por Universal Music, mientras que su brazo de ‘publishing’ pasó a Sony.
Así mismo, en cada país, y es un fenómeno que se ve en Colombia, el efecto de la crisis continúa en la medida en que desde hace años las discográficas decidieron concentrarse en los artistas más fructíferos. Y sus estrategias de promoción se han ajustado a 'presupuestos apretados'.
Para no ir más lejos, en Colombia hemos visto los sucesivos cierres de las principales tiendas de discos, y lo que parece una resistencia pasiva de las que continúan con vida. Sin embargo, han nacido más tiendas independientes, importadores que se la juegan por el mercado de los melómanos y por las ediciones de colección, los vinilos, etc. Pero estos no representan sino una mínima porción del movimiento del dinero en torno a la música.
Servicios por suscripción, el gran truco
La clave más obvia del repunte es el negocio del streaming o reproducción en línea, a través de plataformas como Spotify, Deezer, Rdio, ahora también con Beats Music, además de la tienda digital iTunes. En este terreno, el negocio musical ha aumentado 35 por ciento a nivel mundial, durante dos años consecutivos.
Las cifras suecas no son gratuitas. Allí fue donde nació la plataforma Spotify, y ha buscado masificar el consumo de música en línea. (Recordemos que Spotify llegó el año pasado a diferentes países de Suramérica, entre ellos Colombia).
Por ejemplo, los servicios por suscripción en Suecia son usados en un 48 por ciento frente al 11 por ciento de las tiendas de descargas digitales como iTunes.
Y no necesariamente continuará punteando. En 2012, el servicio de origen francés Deezer habría atraído nuevos suscriptores a una velocidad mayor que Spotify a nivel mundial.
Pero sigue siendo Spotify quien da pautas, y su impacto también transforma otras formas de consumo de música, no solo la de hogares. Una se vio en el Midem Hack Day 2014, en una feria de proyectos alternativos y diseño de 'gadgets' musicales en el que ganó una consola de DJ cuya fuente de su música es el contenido de Spotify. Lo que hace el DJ es mezclar y hacer efectos sobre las pistas que carga en streaming.
Y aún no se le puede llamar un modelo rentable. Las últimas cifras de Spotify revelan lo siguiente: a mediados de 2013 tenía 6 millones de suscriptores y 24 millones de usuarios (es decir, 18 millones no pagan por el servicio sino que usan una cuenta limitada gratuita). Su meta, que aún se ve lejana, es de 40 millones de suscriptores pagos.
¿Está salvando el streaming al artista? Algunos apuntan que no, que incluso lo que reciben de una reproducción en línea de su canción es menos de un centavo de dólar (US$ 0,007), lo que es un camino muy duro hacia una verdadera monetización de la estrategia. Lo más notorio es que quienes sacan provecho de esto son los artistas masivos, no los menos reconocidos o los independientes.
Además, Youtube sigue siendo la fuente más consultada para reproducir música: 800 millones de usuarios activos por mes, que no le pagan nada a la plataforma.
¿No perseguir al pirata?
A lo que apuntan estos servicios es que la facilidad del acceso al streaming desestimula la descarga ilegal. Que ya no se trate de perseguir al pirata, sino de demostrarle que en streaming todo es más fácil.
Por supuesto, no todos piensan igual. La IFPI es una de las más insistentes en que se endurezcan las reglas y sanciones a la piratería en todo el mundo, algo que no ha cambiado desde que comenzó todo esto.
Axel Dauchez, CEO de Deezer, había dicho en marzo de 2013 que al final de ese año se vería el fin de las descargas, cosa que no se dio, pero sí parece próximo. Pero en este Midem destacó la importancia de que las plataformas digitales sean espacios de promoción de nuevos artistas y no simplemente "rocolas".
Mientras los sellos independientes siguen en su lucha constante, la industria discográfica masiva empieza a retomar el control de su negocio. La gran pregunta es si el acceso por suscripción de streaming llegará a ser tan sólido como para acabar con la tan mentada crisis.
CARLOS SOLANO
Subeditor de Cultura y Entretenimiento
CARLOS SOLANO
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