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El eslabón perdido de una serie de oscuras operaciones militares

Sargento Bernardo Garzón se infiltró en las Farc y el M-19. Testigo en caso del Palacio de Justicia.

“Combatiente”. Ese es el adjetivo que figura en la hoja de vida militar del sargento primero Bernardo Alfonso Garzón, quien fue reclutado a las malas cuando cumplía labores del campo en zona rural de Soacha y ahora es considerado por la Fiscalía como el eslabón que podría desenmarañar las violaciones de los derechos humanos cometidas antes, durante y después de la retoma del Palacio de Justicia en 1985.
En 1991, seis años después de la retoma del Palacio, Garzón se presentó a la Procuraduría acompañado de una mujer. Luego de decir que había estudiado durante días al entonces procurador delegado para los derechos humanos, Jaime Córdoba, y advertir que “sabía demasiado” y que por eso lo iban a matar, empezó a relatar las operaciones encubiertas de la Brigada 20 de inteligencia del Ejército.
Funcionarios que recibieron la declaración hace 23 años recuerdan que Garzón estaba nervioso, pero no se contradijo en su relato.
“Infiltré el grupo M-19 a nivel de la dirección nacional de esa organización”, señaló el sargento, quien dijo que estuvo encubierto cuatro años en ese grupo y luego fue trasladado a Bucaramanga, en donde se adentró en las Farc durante un año y por orden del mando militar regresó al M-19 en el departamento del Huila.
Esos años de trabajo encubierto le habrían servido para conocer al grupo guerrillero, por lo que según testigos, su presencia fue clave en la retoma del Palacio de Justicia para señalar a los guerrilleros que intentaban salir de la edificación en medio de los sobrevivientes.
Aunque en el proceso contra el general Iván Ramírez hay certificaciones oficiales de que Garzón estaba de vacaciones fuera de Bogotá el día de la sangrienta toma del Palacio, la Fiscalía conoció en noviembre pasado una foto en la que se observa al sargento vestido de civil y parado en la esquina de la Casa del Florero, que había sido tomado por los militares para interrogar a las personas que salían de la edificación.
“(Garzón) No solo estuvo involucrado en algunos casos de tortura y desaparición dentro del Palacio, sino en otros hechos que ocurrieron años atrás, como persecuciones a sindicalistas, periodistas, jueces y otras personas vinculadas con investigaciones relacionadas contra la Brigada de Inteligencia”, le dijo a la Fiscalía el periodista Raúl Benoit, quien tuvo en su esquema de seguridad al exmilitar.
Garzón señaló a ocho uniformados de la Brigada 20 que habrían secuestrado en abril de 1989 al sindicalista Carlos Uribe y Amparo Tordecilla, acusados de ser integrantes del Epl, y a Nydia Érika Bautista del M-19. El exmilitar fue quien entregó la ubicación de los restos de Nydia Érika, por lo que la Fiscalía le da credibilidad a su información.
Esa operación en 1989 acabó con la vida militar de Garzón. El sindicalista Uribe escapó y entregó las coordenadas de la finca en la que había sido torturado, que era propiedad de los padres del uniformado. El exmilitar terminó por aceptar la responsabilidad y fue enviado a la cárcel de Palmira.
En 1996, el año en el que Garzón recuperó su libertad, recibió en su celda varias amenazas, entre ellas un ataúd con una calavera, y además se reunió con un alto oficial de inteligencia. Luego salió y se dirigió a una unidad militar de Cali y se retractó de lo que había dicho a la Procuraduría en 1991 y a la Fiscalía tres años después. Los procesos en su contra en la Justicia Penal Militar fueron cerrados.
Luego de su retractación, Garzón desapareció y aunque tenía orden de captura desde el 2010 las autoridades no lo habían ubicado, a pesar de que vivía hace varios años en Cali en donde, según representantes de las víctimas, tiene varios taxis y un local comercial.
No tenía documentos falsos ni permanecía escondido, incluso en su expediente dice que ha salido más de 20 veces del país a destinos como Madrid (España), en donde vivió varios meses, París (Francia) y Panamá en 2009.
Desde su captura en Cali el jueves pasado, Garzón permanece por seguridad en el búnker de la Fiscalía y será escuchado en indagatoria esta semana por el secuestro del exintegrante del M-19 Guillermo Marín quien relató a la justicia que fue llevado al batallón Charry Solano, donde fue golpeado, sumergido en agua y obligado a firmar un documento en el que identificaba a algunos cabecillas de la guerrilla.
Dos días después, dijo Marín, fue atado de pies y manos, metido en un costal y llevado a un paraje solitario del parque La Florida, en el occidente de Bogotá, donde recibió dos disparos a los que sobrevivió.
De ese calibre son las violaciones de los derechos humanos que pretende aclarar la Fiscalía con el testimonio del exmilitar y que enredarían a exuniformados del Charry Solano que fue clave durante la retoma del Palacio de Justicia.
La vida del sargento como ‘Lucas’, un supuesto miliciano del M-19
Con el nombre ‘Lucas’, el sargento Bernardo Garzón se infiltró en el M-19 en un acto público en el barrio Lourdes, en el sur de Bogotá, a donde llegó acompañado por dos niños, supuestamente sus hijos.
Así lo recuerda José Cuesta, encargado de los campamentos de paz surgidos tras la tregua con el expresidente Betancur y quien sin saberlo recibió en la organización a un hombre curtido de inteligencia del Ejército.
“ ‘Lucas’ era muy colaborador, ayudaba con todas las labores del campamento, y eso hizo que se ganara la confianza de todos”, señaló Cuesta a EL TIEMPO. Igualmente dijo que cuando se rompió la tregua ‘Lucas’ le pidió que “no lo dejara botado” y terminó haciendo parte de un comando urbano que “colaboraba en la ubicación de objetivos, hacía inteligencia, era conductor y se ocupaba de fortalecer las finanzas del M-19”.
La fachada del militar se empezó a debilitar cuando los guerrilleros recibieron una instrucción en armamento y ‘Lucas’ terminó demostrando más habilidad que el mismo profesor al manejar un revolver 38 y una pistola nueve milímetros.
“Siempre estaba tranquilo, sin nervios, era sangre fría y calculador”, señaló Cuesta.
Agregó que durante semanas buscaron al infiltrado que había llevado a que las autoridades se anticiparan a varias operaciones de la guerrilla, entre ellas el robo de unas tractomulas cargadas con electrodomésticos.
“Le hicimos contrainteligencia hasta que lo descubrimos, y él huyó”, señaló el exmilitante.
Dos años después, Cuesta se lo volvió a encontrar cuando fue secuestrado y uno de los captores, que se presentó como integrante del MAS (Muerte a Secuestradores), era su antiguo subalterno.
Sostuvo que con la información proporcionada por ‘Lucas’ fueron perseguidos exmilitantes de la organización, e incluso no descartó que Garzón hubiera participado en el atentado contra el excongresista Antonio Navarro, en 1985, en Cali.
REDACCIÓN JUSTICIA
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