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'La Celac es un triunfo del Caribe y de América Latina'

El Embajador cubano en Colombia habla de las relaciones binacionales y la II Cumbre de la Celac.

La política exterior de Cuba es una de sus más preciadas joyas. Su diplomacia es admirada por seguidores y detractores. La II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) es buen ejemplo de ese trabajo al que sus funcionarios le ponen alma y vida.
La asistencia de Ban Ki-moon y José Miguel Insulza, secretarios de Naciones Unidas y la OEA, respectivamente, además de una treintena de jefes de Estado de América Latina y del Caribe, de entrada son ganancias que se abonan a su cuenta.
De este encuentro y otros temas habló EL TIEMPO con Iván Mora Godoy, embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de Cuba, como reza su tarjeta de presentación, quien va para su quinto año como líder de una de las misiones diplomáticas más satisfactorias de su carrera.
Como buen cubano, Mora Godoy es simpático, inteligente, buen conversador, por lo que se ha ganado la confianza de políticos e intelectuales de diversos sectores, lo que le ha permitido rematar encargos imposibles.
Que los secretarios de Naciones Unidas y la OEA, y los jefes de Estado invitados asistieran a las deliberaciones de la Celac es un éxito de su cancillería. ¿Qué piensa al respecto?
Diría que más que un triunfo de la diplomacia cubana, con lo cual también estoy de acuerdo, es un triunfo del desarrollo por la integración y la unidad latinoamericana y del Caribe, que ha sido la plataforma fundamental de la política exterior de la revolución cubana. Ese fue el objetivo, la base, con que se movió desde el primer día la revolución, el ideario de nuestros líderes y del pueblo cubano. Hacer una revolución a espaldas de la región nunca fue nuestro propósito. De otro lado, la política de Estados Unidos buscó quitarnos las raíces en la región, y hoy por hoy la Cumbre de la Celac es una demostración del fracaso de esa política y prueba irrefutable de que los pueblos hermanos de América Latina y el Caribe abogan por incorporar a Cuba a su ideario bolivariano y martiano, en un solo bloque. Más que la visita de los altos dignatarios de Naciones Unidas, es importante resaltar el movimiento de integración genuina de los Estados de la región, independiente de lo que piensan o quieran los Estados Unidos y Canadá.
¿Tendrá Colombia beneficios?
Lo fundamental que pasará en la cumbre en relación con Colombia son dos cosas: primero, la iniciativa de Cuba para convertir la región en zona de paz, lo que lleva compromisos vinculantes para despojar la zona de conflictos y de su solución a través de la fuerza. Esta propuesta tiene que ver con el interés de los presidentes de los países del área de apoyar, de arropar, el proceso de paz que se lleva a cabo en La Habana, entre las Farc y el Gobierno, espaldarazo que pensamos será fundamental en la agilización de las conversaciones y en la profundización de la confianza de las partes. Y en segundo lugar, además de lograr una declaración en contra del hambre, en pro de la inclusión, del desarrollo social de nuestra región, temas sustanciales de la cumbre, se prevé un pronunciamiento concreto, expreso, de la Celac de apoyo al proceso de paz en Colombia.
¿Se imaginó, cuando llegó al país, en el 2010, qué usted y su gobierno se convertirían en protagonistas de un proceso de paz en Colombia?
No, nunca lo pensé. Lo que sí pensamos siempre, y ese fue el mensaje que mi cancillería pidió que le transmitiera al gobierno, era que estábamos dispuestos a ayudar para tramitar una solución política a ese largo conflicto, de manera discreta y sin protagonismo, siempre y cuando las dos partes así lo quisieran y se comprometieran a fondo. Se dieron las condiciones, felizmente, y se pudo volver realidad la idea. No puedo hablar de ese proceso previo porque a ello nos comprometimos las dos partes.
¿Tuvo algún temor de ser embajador en un país en donde las relaciones diplomáticas no han estado exentas de prevenciones y litigios?
La historia de las relaciones de los pueblos de Colombia y Cuba, no hablo de los gobiernos, ha sido siempre de unas relaciones fraternales, estrechas. Desde los procesos de independencia, me acuerdo de cubanos que lucharon en estas tierras, pero también tengo en mente el nombre de muchos colombianos que participaron en movimientos de independencia de Cuba. El tema de las relaciones entre gobiernos si ha sido muy fluctuante, pero desde el año 93 a la fecha, las relaciones han sido ininterrumpidas, no ha habido ningún elemento que las haya perturbado y, por el contrario, se han hecho más estables, incluso en épocas en que la diferencia de pensamiento no podía ser más extrema, lo que muestra madurez para superar incidentes, como los que sucedieron en los años 80.
Acá también vale la pena que miremos el peso que tenía Estados Unidos sobre la política interna de los países del área. En los años 70, todos los países latinoamericanos fueron obligados a romper relaciones con Cuba. No es entre los pueblos que se da la división sino entre los gobiernos, pero esta se supera en los 70 y 80, ya que se vuelve imperativo que Cuba haga parte del consorcio latinoamericano, del caribeño. Recomponer las relaciones, a pesar de la política de aislamiento del gobierno norteamericano, es hoy un hecho que nos permite hablar de una política fracasada de los Estados Unidos.
Se rumora con insistencia de la migración cubana hacia Estados Unidos por Colombia. ¿Es verdad?
Sí es cierto. No son muchos casos. Se trata de una mafia organizada dentro de algunos países andinos, con el único propósito de incentivar la migración ilegal, y Colombia está dentro de ese grupo. Incluso, las autoridades colombianas lo reconocen. Estamos de acuerdo en que a esas mafias hay que hacerles frente. No se trata de personas que tengan como objetivo vivir en Colombia sino salir de aquí para Estados Unidos; siguen buscando el sueño americano. La migración legal cubana en Colombia está compuesta por una comunidad de artistas, de profesionales, de hombres y de mujeres que se casan con nacionales, que establecen aquí su familia, sin generar problemas y que se insertan muy rápido dentro de la sociedad.
¿Cómo vio el caso de los seis cubanos que pidieron refugio?
Como falso. Porque a esa gente nadie la persigue en Cuba, son migrantes económicos. Y cada país, de manera independiente y autónoma, fija criterios para recibir extranjeros bajo el estatus de refugiados políticos. Pero esto hace parte de la política interna, y ahí no intervengo.
¿Han utilizado ustedes algunos mecanismos, algunos argumentos con los guerrilleros de las Farc para que se aligere el proceso de negociación?
No. Lo más urgente ahora es que las dos partes estén convencidas de la importancia de llegar a un acuerdo y de comprometerse después en la etapa del posconflicto. El papel de los países garantes es garantizar que sea verdadero, genuino, cristalino, ese compromiso. Acompañarlos, darles la confianza a las dos partes, hasta ahí podemos llegar. No veo un garante imponiendo condiciones sobre una de las partes. No nos corresponde.
En la etapa previa hubo momentos difíciles, dadas las características del proceso. ¿Qué nos podría contar?
No puedo contar mucho. Soy un optimista perseverante y como tal palpé, desde el primer momento, la voluntad de negociación de las dos partes. Hubo momentos críticos durante los cuales se dio mucha presión. Pero no los puedo narrar. Si me salgo de esta posición estaría violando el pacto de secretismo al que no comprometimos y que ha sido respetado.
¿Qué tema de las relaciones colombo-cubanas necesitaría revisarse, intensificarse?
Las relaciones económicas son las que están más atrasadas. Los sectores empresariales de los dos países no se conocen, por lo que dependen más de intermediarios que son quienes hacen las negociaciones, lo que es una lástima. Para los cubanos, los productos colombianos poseen las tres bes: son buenos, bonitos y baratos, muy competitivos con otros de la región, por su calidad. En el sector de la salud también podríamos aumentar los intercambios.
Ciento dos años de relaciones binacionales
Las relaciones diplomáticas Colombia-Cuba, nacidas con el siglo XX (1902), las rompió Alberto Lleras Camargo en 1961. No lo hizo por cuenta propia. Sectores parlamentarios del laureanismo denunciaron la llegada de armas de la isla a una guerrilla naciente; Alfredo Vásquez Carrizosa, a nombre de los sectores ospino-alzatistas, llamó la atención sobre el peligro comunista; el ministro de Trabajo Otto Morales Benítez y los dirigentes de la Unión de Trabajadores de Colombia (UTC) denunciaron la posible penetración comunista en el sector sindical, y el cardenal Luis Concha Córdoba expresó que la llegada del comunismo a la isla constituía una amenaza seria para todos los países de América Latina.
– En 1975 se volvieron a restablecer las relaciones, bajo el gobierno de Alfonso López Michelsen, quien desde la jefatura del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), en los años 70, les había hecho coqueteos a los cubanos, para deslindarse de los gobiernos del Frente Nacional. Para la época, la mayoría de quienes le dieron la espalda a Cuba tenían de nuevo sedes diplomáticas en la isla, por lo que un Kissinger dolido declaraba que se estaban quedando solos en su bloqueo a los comunistas.
Los diferentes grupos guerrilleros locales, pero principalmente el Ejército de Liberación Nacional (Eln), tuvieron como inspiración para su organización la lucha de Fidel Castro y sus “barbudos” en la Sierra Maestra.
En 1979, el secuestro masivo del M-19 a la Embajada de la República Dominicana terminó en un avión fletado por el gobierno colombiano, el comando guerrillero del Eme y una docena de secuestrados en la isla. Y fue precisamente en el gobierno de Turbay Ayala, meses después, cuando se acabaron los vínculos diplomáticos con beligerantes reclamos de ambas partes.
– En noviembre de 1993, César Gaviria las reanudó.
MYRIAM BAUTISTA
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
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