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Las brechas Pisa

Yolanda Reyes
El regreso a clases es un momento preciso para examinar ciertas brechas mostradas por las pruebas Pisa que dan señales de alarma. Para eso, justamente, se evalúa: para tener elementos que permitan tomar decisiones y planear el ciclo escolar.
La primera brecha que puso a temblar al mundo tiene que ver con el liderazgo de los adolescentes asiáticos y confirma cómo se perfilan los poderes del planeta. Shanghái, el primer puesto en matemáticas, tiene un porcentaje de 55,4 % de estudiantes en los niveles de desempeño 5 y 6, lo cual significa que más de la mitad de sus quinceañeros posee el potencial para realizar actividades de alta complejidad cognitiva y científica. En Singapur, 40 % logra esos niveles; en Taipéi, 37,2 % y en Hong Kong, 33,7 %. Si bien Holanda, Nueva Zelanda, Polonia y Suiza, entre otros países, tienen altos desempeños matemáticos, es evidente que la apuesta asiática de centrar esfuerzos en una rigurosa transformación educativa hoy es una realidad, no solo en matemáticas sino también en lectura y ciencias, donde se observan desempeños similares.
Los porcentajes latinoamericanos se ven exactamente al revés en las gráficas: más de la mitad de nuestros adolescentes ocupa los niveles 1 y 2 –incluso está debajo de 1–. Los estudios indican que se necesitarían cerca de cien años para cerrar esa brecha, suponiendo que los asiáticos se quedaran estancados en sus logros, lo cual no parece probable. Pero no solo es impresentable que alrededor de tres cuartas partes de nuestros muchachos estén por debajo del promedio, sino que tampoco tengamos estudiantes en los niveles de alta complejidad cognitiva.
En ese sentido, Pisa da pistas para interrogarse sobre aquella supuesta élite latinoamericana, de la que se pensaba que recibía “excelente educación privada”, pues tampoco parece estar logrando el mismo nivel de complejidad cognitiva de condiscípulos de otras nacionalidades. En el caso colombiano, y contra lo que solía pensarse, no se trata de una mera cuestión de nivel socioeconómico, sino de deficiencias educativas que comparten la escuela pública y la privada. El análisis estadístico muestra que, si bien los estudiantes de colegios privados obtienen mejores puntajes, cuando se controla la variable del NSE (Nivel Socio Económico), los resultados entre colegios públicos y privados son estadísticamente similares. Esto quiere decir que, pese a la ventaja de un nivel socioeconómico favorable –en términos de viajes, acceso a la información y la cultura y recursos y entornos familiares estimulantes–, la escuela no parece aportar mayor diferencia. En otras palabras, la educación colombiana parece “equitativamente deficiente”, lo cual no sucede, por ejemplo, en Chile o Argentina, donde, además de la ventaja del NSE, las pruebas detectan una brecha entre la escuela pública y la privada.
Para terminar, y para dejarlo resonando porque es gravísimo, además de una brecha entre la educación urbana y la rural, de la que hay que ocuparse seriamente para pensar la crisis agraria, hay una brecha de género que confirma la desventaja de la educación de las niñas colombianas. Según lo muestra esta última versión Pisa, la brecha ha seguido aumentando y, para citar un ejemplo, nuestras leves mejoras en lectura se debieron a los progresos de los varones, en tanto que las niñas permanecieron estancadas. Por otro lado, en matemáticas, la inequidad entre niños y niñas corresponde al valor más alto del mundo.
Si nuestro futuro –o nuestro no futuro– se infiere de semejantes resultados, la educación tiene que ser un pilar del debate electoral, pero con cifras en mano, y no con lugares comunes y con la indiferencia ciudadana de siempre. Para eso se evalúa: para tomar decisiones.
Yolanda Reyes
Yolanda Reyes
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