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Un diamante en una piedra / Crítica Mente

MAURICIO REINA
La fórmula parece infalible: la historia de un humilde hombre negro, que fue mayordomo en la Casa Blanca bajo el mandato de ocho presidentes, intercalada con los principales avances de los derechos civiles en Estados Unidos en el mismo periodo.
Con esta propuesta, El mayordomo busca aterrizar un complejo proceso político al nivel humano, entrelazando dos líneas narrativas hasta unirlas con la posesión de Barack Obama.
Pero ni en la vida ni en el cine una buena receta garantiza un buen plato…
La trama está basada en hechos reales, hasta cierto punto. La historia del mayordomo negro fue publicada por The Washington Post tras la elección de Obama, pero muchos de los detalles argumentales de la película son creación del guionista.
La cruenta historia de sus padres, sus logros en la Casa Blanca y su tortuosa relación con su hijo le dan un toque demasiado Hollywood a una historia que habría merecido un tratamiento más verosímil y menos épico.
Pero el verdadero problema de El mayordomo es otro. El intento de dar coherencia dramática a tres décadas de evolución de los derechos civiles a través de la vida de un hombre no funciona.
La mayor parte de la cinta es lenta y farragosa, con un salpicón de episodios históricos y pintorescas caracterizaciones de presidentes. Por ejemplo, poner a Robin Williams como Eisenhower es un craso error, que erosiona la credibilidad de la película desde el inicio.
Contra todo eso tienen que luchar Forest Whitaker y Oprah Winfrey, cuyas monumentales actuaciones pagan la boleta y convierten el último tercio de la proyección en un pequeño diamante perdido en la densidad de una inmensa piedra.
MAURICIO REINA
CRÍTICO DE CINE
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MAURICIO REINA
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