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El proceso de diálogo en la Habana, un punto de no retorno

Piedad Córdoba Ruíz (ExSenadora)
El proceso de diálogo que se adelanta en la Habana, entre el gobierno y la insurgencia de las Farc-EP, es el resultado de la confluencia de la voluntad de paz de los dos actores que están dialogando, y del clamor de líderes políticos y sociales, de mujeres, de campesinos, de indígenas, de afro descendientes, de ambientalistas, de políticos, de jóvenes y porque no, también de la presión de los países de la región, todos-as confluyendo en un solo deseo: encontrar el camino del diálogo como la única alternativa ética y política posible para dar por terminado el conflicto armado y para darnos la oportunidad de construir la paz. Una paz que sea vehículo para lograr la justicia social, la inclusión, una paz cimentada en el fortalecimiento de la democracia radicalizada.
El diálogo se inició en un ambiente de escepticismo, de polarización de la sociedad, de éxitos militares para las fuerzas armadas y un reacomodamiento de la guerra de guerrillas por parte de las Farc y del ELN, es decir, se inició en un momento de decidir la continuación de la guerra con lo que significa la misma en términos de vidas humanas perdidas, de costos sociales, económicos y ambientales y de la necesidad de lograr condiciones de seguridad para la inversión y la integración a los mercados del sur y del mundo. Todo esto con un elemento psicológico colectivo de cansancio y de repudio a que el único destino para la sociedad colombiana sea vivir en el conflicto armado y de la distancia del mundo urbano de ese conflicto armado.
El presidente Santos, deseó hacer un esguince a la política de derrota eminentemente militar en el mediano plazo y buscó acercamientos con el conjunto de la insurgencia, insurgencias que también expresaron al anterior gobierno su la voluntad de dialogar. La historia dará cuenta de la transcendental decisión tomada hasta ahora por el gobierno y las FARC y del punto de no retorno al que se ha llegado, salvo ocurra algo de fondo que prolongue la confrontación armada.
Afirmo que en el actual contexto nacional e internacional el diálogo en la Habana no tiene retorno y mi certeza es que se iniciarán las conversaciones con el ELN. Esta afirmación se fundamenta en varios hechos de notable importancia histórica. 1) La insurgencia de las Farc-EP no suspendieron los diálogos informales con el gobierno del presidente, Santos, a pesar de los golpes militares que sufrieron como la muerte en combate del Comandante Cano y de varios comandantes de bloques. 2) El gobierno ha continuado en el proceso de diálogo, a pesar de la presión de sectores políticos y sociales, que se oponen y que ven en la guerra el único destino posible y viable para la sociedad colombiana. 3) Gobierno e insurgencia han tenido la capacidad de superar los impases que se presentan, en procesos como el que se adelanta y, de enfrentar y resistir las presiones que se generan tanto en el Estado como al interior de la insurgencia. 4) Se pactaron principios de la conversación, procedimientos, temas y una Hoja de Ruta para llegar al propósito de pactar la terminación del conflicto armado, con el acompañamiento y la facilitación de países que generan confianzas en el gobierno y en la insurgencia. 5) Existe por parte de los líderes de la región, una necesidad para sus propias democracias, para que pacten la terminación del conflicto armado, por las implicaciones que este tiene sobre todo en los países que comparten frontera con Colombia. 6) El reconocimiento por parte de la insurgencia, que su accionar militar ha producido víctimas y por parte del gobierno que también el Estado es responsable de hechos victimizantes. Reconocimientos que aún no satisface a las víctimas en su justa exigencia a sus derechos de verdad, justicia, reparación y no repetición; con estas limitaciones es un avance significativo el camino de la construcción de la paz. Hace pocos días, un comandante de la guerrilla aceptó que prolongar el secuestro o la retención como ellos lo llaman fue un error. E, implica que se ha movido de sus posturas iniciales en las cuales no aceptaban la discusión de estos temas. 7) Lo pactado en el punto uno y dos de la agenda, aunque como lo afirma el acuerdo “nada está acordado hasta cuando todo este acordado”, permite aseverar que nunca se había avanzado tan significativamente en los diálogos entre el gobierno y la insurgencia, como ahora. Aunque se desconocen contenidos sustanciales se constata acuerdos sobre asuntos sustanciales para superar los déficit de la democracia. 8) La propia guerrilla del ELN, en medio de su reiterada expresión de sentarse a conversar y de gestos innegables con liberaciones de personas en su poder, reconoce el avance en el punto segundo, esperando un cumplimiento del mismo 9) No iniciar conversaciones con ELN imposibilitará como lo expresamos en una carta reciente de Colombianas por la Paz, caminar hacia una paz integral, lo que más temprano que tarde significa que las partes acordaran metodologías y temas necesarios para resolver el conjunto de las demandas de las guerrillas.
Lo acordado en el punto (1) sienta unas bases, compartidas por ambas partes, para reformas en el sector rural que permitan avanzar en la modernización de dicho escenario, proceso en el cual confluyan sectores privados y la economía rural, pero solucionando viejos problemas como la pobreza, la inequitativa distribución de la tierra, la carencia de infraestructura, la falta de educación y salud para grandes sectores del campesinado colombiano; por supuesto, son aspectos generales, porque aún se desconocen los mecanismos para hacerlo. Pero no se puede ser obtuso y no ver avances significativos referidos por ejemplo, a que a pesar de las diferencias históricas entre el establecimiento y la insurgencia, se lograron poner de acuerdo en un lenguaje común que diera seguridad al gobierno que no se estaba cambiando de modelo y a la insurgencia que no estaba abdicando a su lucha por la justicia. Pero quizá lo más importante es que ambas partes han reconocido que en los marcos de la democracia se puede radicalizar y generar cambios que permitan encontrar soluciones a los graves problemas del sector rural y brindar condiciones de vida digna y desarrollo humano integral al campesinado colombiano.
Lo acordado en el punto (2), coloca a dos actores que han estado tradicionalmente enfrentados a través de las armas y del lenguaje, en puntos de confluencia acerca de la necesidad de ampliar el marco de la democracia en el país, de desplazar el poder a las regiones a través de las “Circunscripciones Transitorias Especiales de Paz para promover la integración territorial y la inclusión política de zonas especialmente afectadas por el conflicto y el abandono, de manera que durante un periodo de transición, estas poblaciones tengan una representación especial de sus intereses en la Cámara de Representantes, sin perjuicio de su participación en las elecciones ordinarias”. Asimismo, se plantearon acuerdos iniciales acerca de garantizar el ejercicio de la oposición, con un amplio debate acerca del estatuto que garantice la vida y la seguridad para partidos, movimientos y organizaciones opositoras, se reconoció el déficit de ciudadanía y democracia para las mujeres al plantear la importancia de su participación en todo el proceso. El tema de acceso a medios de información y su democratización, así como, la participación de la mujer en la toma de decisiones y representación, ha significado un acuerdo clave para lo que se derivaría en una fase de implementación de lo que se Acuerde finalmente. Este aspecto dos ha sido de singular importancia pues su ámbito va más allá de condiciones y de garantías para el movimiento guerrillero y su eventual participación en la vida política sin armas, se incluye al movimiento social y a actores políticos.
Sin lugar a dudas, lo avanzado es de vital importancia. Vienen temas sustanciales como los derechos de las víctimas, la discusión sobre justicia transicional, la reforma al aparato judicial. Es necesario que el gobierno dé un paso adelante para iniciar los diálogos con el ELN. Es necesario que el proceso que facilite la terminación del conflicto armado incluya a todas las insurgencias, no se debe dejar ningún resquicio que genere obstáculos adicionales para la repetición o la continuidad del alzamiento armado. Es el tiempo de iniciar una construcción social colectiva de la solución del conflicto armado, es necesario que la gente se sienta parte activa, y sujeto sustancial en la construcción de una democracia justa, sostenible y radicalizada. Es indispensable que se brinden condiciones para enfrentar los déficits y la ausencia de democracia en muchos campos y que ambas partes empiecen de cara a la sociedad a construir propuestas que indiquen que nunca más los horrores vividos se volverán a repetir. Estos dos elementos serán básicas para generan un ambiente de confianza, credibilidad para hacer efectivo lo pactado y para crear las condiciones de no retorno de la insurgencia a la vida armada.
Piedad Córdoba Ruíz (ExSenadora)
Piedad Córdoba Ruíz (ExSenadora)
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