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Tras la tumba del gran héroe de Cartagena

Expertos dicen saber dónde está enterrado Blas de Lezo, quien defendió la ciudad del asedio inglés.

El sitio exacto donde se encuentran los restos mortales de don Blas de Lezo y Olavarrieta, el corajudo almirante español que a mediados del siglo XVIII salvó a Cartagena de un endemoniado ataque de la armada inglesa, al mando de Edward Vernon, es uno de los secretos más esquivos de la historia de la Heroica. Sin embargo, en los últimos años, dada la relevancia que ha tomado el nombre de De Lezo en Europa, se ha presentado un inusitado interés por saber dónde está enterrado.
La hipótesis que los historiadores habían manejado hasta el momento es la de que el marino, fallecido el 7 de septiembre de 1741, fue sepultado en una fosa común, debido a que habría muerto como consecuencia de la peste que azotó la ciudad por los días del ataque de Vernon. Además, según algunos archivos, el virrey de la época, Sebastián de Eslava –quien no veía con muy buenos ojos a De Lezo–, habría ordenado un funeral de bajo perfil para no exaltar más su figura. Solo sus familiares más cercanos habrían estado en las honras fúnebres, pero de ninguno de ellos, hasta la fecha, se han encontrado testimonios fiables sobre el sitio donde yace el héroe.
Hoy, sin embargo, varios investigadores aseguran tener nuevas evidencias sobre el sitio de la tumba. Uno de los grupos que estaría más cerca del hallazgo es el que lidera el exministro cartagenero Sabas Pretelt de la Vega, quien afirma que gracias a los más de 4.000 folios y cartas que les han remitido desde el Archivo de Indias de Sevilla (España) están seguros de la ubicación “en un 80 por ciento”.
“Nos falta la puntada final, pero estamos muy cerca, gracias a la ayuda de historiadores y arqueólogos, y al aporte de una investigadora que ha estado en el Archivo General de Simancas (España) y que ha analizado el testamento de don Blas de Lezo y otros documentos existentes en Cádiz, donde el héroe vivió con su familia. Igualmente, hemos contado con el respaldo del Archivo Nacional y hemos revisado los documentos históricos de nuestras iglesias”, le dijo a EL TIEMPO el exministro. Según estos estudios, los restos del almirante podrían estar en el lugar del barrio Getsemaní, donde alguna vez existió la capilla de la Veracruz.
Con esta hipótesis coincide Luis Carlos Lorduy Vergara, historiador cartagenero que tiene más de 10 años estudiando el tema. Según él, De Lezo perteneció a la cofradía de los Hermanos de la Veracruz –que tenía su sede en la catedral– y habría pedido en vida que sus restos fueron enterrados allí. La cofradía fue trasladada al arrabal de Getsemaní, cuando se construyó la capilla de la Veracruz, en 1606. En 1940, esta capilla fue demolida y en su lugar se levantó el reconocido Teatro Cartagena, sede por muchos años del Concurso Nacional de Belleza y del Festival de Cine. En un lugar bajo este teatro estarían hoy los restos del héroe español.
Reconocimiento tardío
Durante siglos, la proeza de Blas de Lezo en su defensa de Cartagena fue completamente desconocida en España, donde pocos sabían de su historia. Sin embargo, desde hace un par de años es el héroe de moda en la Madre Patria. Ya hay una fragata misilera con su nombre, una cerveza Blas de Lezo y, en su pueblo natal, Pasajes de San Pedro, en el País Vasco, le van a levantar un monumento. Además, hace unas semanas se inauguró en el Museo Naval de Madrid una exposición que estará abierta al público hasta el 14 de enero, en la que se muestran objetos, planos, pinturas y diversos materiales que de una u otra forma tienen que ver con el hombre que se dio el lujo de derrotar a la armada inglesa.
En Cartagena, en cambio, su figura sí ha sido puesta en valor desde hace mucho tiempo. Existen un barrio, una avenida principal y un reconocido bar que llevan su nombre, además de una estatua que moldeó el escultor español Emilio Laíz Campos en 1956, y que está ubicada frente al que fue su refugio inexpugnable: el castillo San Felipe de Barajas. Así mismo, los realizadores Manuel y Andrés Lozano iniciaron el rodaje de un documental para exaltar la vida del defensor de Cartagena.
Y no es para menos. Con un contingente de apenas 6 buques y entre 3.000 y 4.000 hombres, se enfrentó a una escuadra británica de cerca de 200 barcos de guerra y alrededor de 30.000 hombres durante casi tres meses de hostigamiento, hambre y bombardeos por diversos flancos. Ninguna otra flota de guerra, salvo la del desembarco de Normandía, es comparable con la que atacó la Heroica en aquel episodio.
La ofensiva, comandada por Vernon –quien ostentaba el título de Sir–, tenía la misión de someter tres puntos estratégicos en el Caribe: La Guaira (Venezuela), Portobello (Panamá) y la ‘llave de las Indias’, Cartagena de Indias. A bordo de la escuadra iba también Lawrence Washington, hermano del héroe de la independencia estadounidense, George Washington.
Gracias a la información que le suministró un espía conocido como ‘El paisano de Jamaica’, De Lezo, quien había asumido como jefe máximo de la Comandancia del Apostadero de la ciudad, supo de antemano del inminente ataque inglés. Pero el virrey de Eslava no le creyó: “Primero atacan La Habana, antes que la ciudad de Cartagena”, le respondió arrogante.
Una batalla épica
Pocas semanas después, la realidad le dio la razón a De Lezo. El 13 de marzo de 1741 se avistaron los primeros navíos de guerra de Vernon, quien consiguió tomarse rápidamente varios fuertes apostados en la entrada de Bocachica, Manzanillo y Santacruz de Castillogrande.
Con el poderío de su tropa y los primeros ataques favorables, Vernon envió a un emisario a Londres con la noticia de que la ciudad era expugnable y que muy pronto la dominaría. El anuncio se regó como la pólvora por la capital inglesa y la Corona mandó a acuñar monedas conmemorativas de la toma de Cartagena.
Sin embargo, el desenlace de la batalla fue otro: los hombres de De Lezo se batieron como leones y el 20 de mayo de 1741 la flotilla inglesa, bastante diezmada, emprendió la retirada, lo que obligó a Vernon a exclamar su famosa frase: “¡God Damn you, Lezo!” (¡Dios te maldiga, Lezo!). El español le respondió meses después en una carta: “Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque esta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres”.
Pese a lo épico de su triunfo, el nombre de De Lezo no fue exaltado como correspondía, en gran parte por la animadversión del virrey de Eslava. La estrategia del almirante de hundir sus propios buques para impedir el paso de los ingleses, cavar zanjas al pie del fuerte de San Felipe para que las escaleras de los enemigos no alcanzaran la cima, poner cadenas en las entradas de Bocachica y estar siempre en el frente de batalla animando a sus hombres no fue tenida en cuenta por el virreinato a la hora de repartir los créditos. De Eslava, en cambio, fue distinguido como Marqués de la Real Defensa de Cartagena.
Aunque De Lezo sobrevivió al combate, la muerte empezó a rondarlo en pleno asedio de Vernon, cuando, en medio de una junta de guerra en su nave capitana El Galicia, fue herido por una astilla en una pierna. Según lo investigado por Lorduy, esta herida propició que contrajera una severa infección, que acabó con su vida.
El equipo de Pretelt de la Vega, sin embargo, maneja otra versión, basada en una carta del 28 de octubre de 1741 que le envió el almirante de la armada española Rodrigo de Torres a Zenón de Somodevilla, el marqués de la Ensenada. “El capitán de fragata Daniel Huoni me participa la muerte del teniente general D. Blas de Lezo por unas calenturas –dice la misiva–. En breves días se le declaró tabardillo (como se conocía en aquella época al tifus)”.
El 7 de septiembre de 1741, sin mayores honores, murió el héroe al que el historiador colombiano Germán Arciniegas llamó ‘el hombre más averiado de las milicias del mundo’, por las heridas de guerra que lo dejaron desde muy joven cojo, tuerto y manco.
En su lecho de muerte –según diarios de la época–, De Lezo le pidió a su gran amigo Lorenzo de Alderete que le cumpliera una última voluntad: erigir un monumento en el castillo San Felipe de Barajas con la siguiente leyenda: “Ante estos muros fue humillada Inglaterra y sus colonias”.
Esa petición se cumplió hace apenas cuatro años, cuando los españoles Javier Rodríguez Zunzarren, decano del Colegio de Ingenieros Industriales de Valencia, y el historiador y periodista Fernando Díaz Villanueva instalaron la susodicha placa. El valeroso almirante ahora puede descansar en paz.
Un aguerrido comandante cojo, tuerto y manco
Conocido con el apodo de ‘Anka Motz’ (pata de palo, en euskera), Blas de Lezo luchó en Cartagena con una sola pierna, un solo brazo y un solo ojo. Su primer percance lo tuvo a los 17 años, en la batalla de la localidad andaluza de Vélez-Málaga, la más importante de la Guerra de Sucesión, en la que se enfrentaron las escuadras anglo- holandesa y la franco-española. En medio del combate, una bala de cañón lo alcanzó y le destrozó la pierna izquierda. Fue llevado a la enfermería, donde le amputaron el miembro, sin anestesia. La noticia llegó a oídos del rey de Francia Luis XIV, quien exaltó el valor del guardiamarina.
El ojo izquierdo lo perdió dos años más tarde, en la misma guerra, en la fortaleza de Santa Catalina de Tolón, una importante base naval de la armada francesa a la que llegó ascendido, con el cargo de teniente de navío. Allí resultó herido por una esquirla de piedra. Su tercera lesión le llegó a los 26 años, en los estertores de la Guerra de Sucesión, cuando una bala de mosquete le perforó el antebrazo y se lo dejó totalmente inútil del codo para abajo.
JUAN CARLOS DÍAZ M.
Corresponsal de EL TIEMPO
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